Señor Uribe, la verdad ese disfraz de víctima no le queda bien y el melodrama orquestado por su fanaticada es un show ridículo. En efecto, lo presentan como el ser humano más sufrido e injustamente tratado en la larga historia de la humanidad. Mejor dicho, Jesucristo es malo al lado suyo. Pero, señor Uribe, llamemos las cosas por su nombre.
El problema es que usted jamás lo reconocerá y sus seguidores mucho menos. Ellos lo podrían ver con las manos en la masa o, para usar una imagen del evangelio, contemplar con sus propios ojos la maldad de sus actos o palpar con sus manos la muchedumbre de sus fechorías y, como le sucedió al apóstol Tomás, no creerán. Más bien dirían refiriéndose a usted: "señor mío y dios mío". Porque no hay peor ciego que aquel que no quiere ver, dijo Jesús, el Señor verdadero y Dios verdadero.
Le cuento, expresidente: un ser humano ha llegado al punto más bajo cuando quiere inspirar lástima. Así que esa imagen que proyecta para sacarle lágrimas a su séquito de servidores y adoradores es patética. Usted no es un nazareno flagelado, ni un ecce homo injustamente tratado por Poncio Pilato y el sanedrín. Usted es lo que es y punto, y lo que es todo el mundo lo sabe y ya no hay nada que hacer para su infortunio y amargura.
De su prontuario no quiero hablar, pero el solo hecho de haber saboteado los acuerdos de paz hasta lograr su vil objetivo que ha traído de nuevo la hecatombe y la violencia generalizada lo convierte a usted en algo parecido a un monstruo de las malas intenciones. Es así que desde su desafortunado regreso en cuerpo ajeno a la Casa de Nariño han caído soldados, policías, civiles, excombatientes, líderes sociales y, lo más triste, niños y niñas. Miles han sido asesinados desde su criminal degüello de la paloma de la paz.
Para su sorpresa y la de su fanaticada tengo una carpeta con certificados de defunción y un archivo de circunstancias y modus operandi donde usted es el responsable. Son algunos miembros de mi familia. Pero bueno de eso sólo hablaré en la Corte Penal Internacional. Y no se asuste o no planee nada ni intente un paso en falso, porque todo está notificado en instancias internacionales.
Señor Uribe, yo a usted le daría un sabio consejo: sométase a la JEP y ayúdeme a pacificar esta olla a presión en la que está convertida nuestra patria. Se evitarían miles, quizás millones de víctimas, y de paso le haría un favor a nuestra democracia y por ende a su querida familia, al país y a la humanidad.