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Crecí viendo fútbol, pero sin saber nada de él. Las visitas al estadio ‘Alfonso López’ para alentar al Atlético Bucaramanga, cuando estaba en la A, es uno de los recuerdos más vívidos de mi niñez. Incluso, mi hermano mayor tenía carnet de la Fortaleza Leoparda Sur, la barra brava –ya no tan brava– del equipo. Sin querer, el fútbol persigue y acompaña.
El descenso del Atlético a la B me alejó del deporte en vivo, ya solo me limitaba a verlo, de vez en cuando, en la televisión junto a mi padre. Las victorias de la Selección Colombia también se advertían lejanas. El fútbol fue una sombra, que como a muchas mujeres, nunca me interesó.
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La cancha de cemento está vacía a causa de la lluvia. El peso de la pelota, que hacía 20 minutos me parecía considerable, ya no me importa. Con 1,55 de estatura, 44 kilos y 19 años era la primera vez que pateaba un balón.
— ¿Qué haces si te tiro esto? – me grita Jose Daniel desde una de las porterías.
La bola amarilla, que es dos veces mi cabeza, se alza rápidamente y atraviesa el terreno llegando a donde yo estoy. Podía correr o simplemente esquivarla. Yo le meto la pierna derecha amortiguando la caída, pero sin golpearla bien.
¡Juep...!, pienso.
Los charcos en la cancha me emparaman los pies. Yo no paro de correr, no dejo de patear el balón. El agua cae a borbotones.
— ¿Nos vamos?
— No – le contesto con vehemencia. Yo no veo más allá de respirar bien y responderle los pelotazos.
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A partir del 30 de noviembre de 1872, día en que se llevó a cabo el primer partido público de fútbol, los hombres no han parado de vibrar con él. Sin embargo, otra historia vivieron las mujeres, quienes desde el 5 de diciembre de 1921 hasta julio de 1971 no pudieron jugar ‘oficialmente’ en Inglaterra. The Football Association (FA) –órgano que controla el deporte en dicha nación– fue el protagonista de dicha oposición.
La medida prohibía que cualquier grupo de balompié femenino usara los estadios o campos controlados por la federación. Fueron 50 años en los que mujeres, como las Dick, Kerr’s Ladies F.C., uno de los primeros grupos de fútbol femenil inglés, no pararon de practicar.
Eran trabajadoras de la compañía Dick, Kerr & Co. y comenzaron a jugar en 1917. En 1920, –un año antes de su exclusión– llegaron a desafiar cuadros internacionales como el de Francia.
El punto de quiebre se dio luego de la gira realizada en este último país, la cual les trajo reconocimiento. En el Boxing Day de 1920, –celebración que recibe donaciones para diferentes sectores desprovistos– el equipo logró atraer a 53.000 espectadores en Liverpool. El partido fue contra las St. Helen’s Ladies. Luego de eso la FA ‘tuvo’ que actuar.
La marginación futbolística que resistieron las mujeres fue debido a preocupaciones sobre la afectación que podrían tener, pues “no estaban en condiciones físicas para jugar” –‘¡qué considerados!’–. Sin embargo, lo que había detrás era miedo. Miedo a que esta popularidad que había recibido el balompié femenino amenazara al fútbol masculino.
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Ni el dolor de piernas que me dejó caminando chueco por varios días –aclaro, gracias al sedentarismo no a que sea mujer–, me quita el haberme sentido des-generada. Si eres niña te gusta el rosado, bailar, cantar y máximo patinar o montar cicla. Si eres hombre, qué bien que juegues fútbol, pero cuidadito con las muñecas y esas mari.... ¡A la mie..., encajo en lo que quiera!
Tal vez sin esta exclusión las mujeres hubieran tenido otro destino. Ya no lo sabremos. Este sábado volveré a jugar, pues ya no se puede hacer algo más que patear balones.
No es lo mismo jugar fútbol a verlo, como, al fin y al cabo, tampoco ver porno y ‘tirar’ lo son. Ver el arco pequeñísimo y querer hacer un gol, es muy distinto a madrear a un jugador por embarrarlas frente al televisor. Aunque las dos son ricas, hay que probarlas para variar.
@lsanabriar