Lo que no hay duda es que vendrá una próxima pandemia.
Porque debemos partir de la base de que el planeta tierra es un ser vivo y que es él quien está enfermo.
El carácter de ser viviente se lo han reconocido prácticamente todas las culturas. A través de sus mitologías o a través de sus relaciones, ya sea encarnando una identidad o asignándole una función, sea la ‘madre tierra’ o Hera, el ser humano siempre le ha dado un reconocimiento y mostrado un respeto como tal.
Es un ser vivo porque tiene órganos y funciones orgánicas como el ciclo de evaporación del mar para convertirse en lluvia y dar agua a toda la vegetación para después volver otra vez al mar. O como el proceso que hace la clorofila con la energía solar para captar carbono y producir oxígeno. Y tiene los órganos para ello como pueden ser los océanos o las selvas naturales, en especial la amazónica. Por supuesto estos procesos no son idénticos a los del ser humano igual que no lo son los de otras especies vivas. Los árboles no se alimentan como nosotros o las vacas tiene cuatro ‘estómagos’ para cumplir las funciones que nosotros cumplimos con uno. Sin embargo, sin que sean idénticos se puede decir que el agua circula e irriga como nuestra sangre y que a través de las plantas el planeta respira como nosotros.
Pero el punto es que la tierra es un ser vivo y nosotros somos una parte integral que funciona dentro y para ella.
Con un poco de pretensión podríamos decir que deberíamos ser el equivalente a su cerebro, que deberíamos ser quien la manejamos.
Pero el cerebro se intoxicó (probablemente con un consumismo desbordado que ya es enfermedad), y no ha cumplido su función correctamente.
Nosotros somos una célula adentro del cuerpo terrestre, siendo quien padece el covid-19 el planeta mismo. Que el virus entre en una célula nuestra y la deteriore es solo una expresión de que el planeta está sufriendo el mal a través de nosotros. El proceso es el mismo, ya sea en nuestro cuerpo al penetrar el virus y matar nuestra células, o al enfermarnos nosotros como unidades orgánicas del planeta tierra y morir de la enfermedad.
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Esto no es una interpretación esotérica u original, puesto que se basa en hechos científicos reconocidos
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Esto no es una interpretación esotérica u original, puesto que se basa en hechos científicos reconocidos, como el carácter de desorden natural por el salto de una enfermedad animal a la especie humana y como la inevitabilidad de la aparición de nuevas pandemias. Que se trasmita o se cree desde los ratones, los murciélagos, los marranos o las gallinas, lo que es un hecho es que recibimos así mensajes periódicos del deterioro del mundo que nos rodea; y cada vez con intervalos más cortos.
Dentro de este enfoque se insertan los principio de ‘el efecto mariposa’, la Teoría del Caos, y hay aproximaciones de economía política al asumir el principio de ‘los limites del crecimiento’ para todo ser vivo, como se ve en obras como El ocaso del capitalismo y la utopía reencontrada de Wim Dierckxsens al explicar que el costo de los nuevos desarrollos tecnológicos es demasiado alto y su vida media o vida útil demasiado corta para que sean amortizados en el breve periodo de su aplicación, consumiendo así más de lo que generan; o Max de Neef al hablar de Economía Humana postulando entre otras que Crecimiento y Desarrollo no son lo mismo, que la economía está condicionada a los ecosistemas, y que por lo tanto el crecimiento permanente e infinito es imposible; o en ‘La trama de la vida’ de Fritjof Capra que, para resumirlo como dice Wikipedia, “aborda el desafío de la comprensión de las acciones integradoras vitales de los organismos vivos”.
Porque lo que sucedió es que el Hombre, como cerebro, y responsable de mantener el equilibrio del cuerpo terrestre, se enloqueció y acabó con su sistema respiratorio a través de las deforestaciones, o con su sistema circulatorio al polucionar los mares, o con su sistema energético al agotar sus recursos naturales y romper la capa de ozono. Es la locura humana la que debilitó el sistema inmunológico que es la naturaleza y es esa la causa de las epidemias.
La incógnita es solo si la próxima pandemia será en diciembre, o en dos o en cinco años.