El acto universal más corrupto que se ha cometido en mucho tiempo lo realizó el Partido Comunista de China al no haber alertado a la humanidad de forma temprana sobre la COVID-19, lo que ha ocasionado una tragedia para el planeta de incalculables consecuencias. De hecho, todos los desastres que sufren países como Colombia tienen su origen en la actitud del régimen comunista de la nación asiática; advirtiendo que los dos fundamentos principales del marxismo son la violencia y la mentira, por lo que no es extraño la postura del gobierno de Pekín frente al resto del mundo, quedando evidenciado que el marxismo también es padre de la corrupción.
En atención a lo cual en lo que respecta a la corrupción lo más parecido al ladrón que en una calle grita “cojan al ladrón” es el marxismo en sus diferentes presentaciones y que en estas calendas tiene la moda de llamarse “progresista”. Allí desde luego también se incluyen a los idiotas útiles y a los aliados de coyuntura. Con eso claro, si bien los seguidores de esa malhadada corriente sacan como excusas con respecto a la perversidad y la corrupción comunista que el marxismo ha sido mal aplicado o mal interpretado, e incluso los más avispados se atreven a decir que “el comunismo ya no existe”, esto es un ardid para poder engrupir a los crédulos, ya que lo cierto es que la corrupción hace parte del ADN marxista-leninista, a cuyos jefes solo les interesa el poder político, sin importar el precio.
Porque para las élites de la secta marxista-leninista, en diferentes partes del mundo, utilizar la corrupción es una “forma de lucha”, ya sea para buscar o conquistar el poder y así consolidar por siempre a sus camarillas en el manejo del Estado; de tal manera que para el caso de Latinoamérica el Foro de Sao Pablo, bajo la batuta de Lula da Silva, dio la orientación política para que se materializara la corrupción de la empresa brasileña Odebrecht, que pagó coimas en más de doce países a funcionarios del sector privado y público, y también dio dinero para campañas políticas, comprometiendo a futuros gobiernos con el proyecto del socialismo del siglo XXI de diferentes maneras.
Los regímenes más corruptos que se han conocido en el planeta en el último siglo son los de las dictaduras marxistas, ¿quién puede controlar la corrupción en Norcorea, Cuba, Nicaragua, China o Vietnam? Porque no se conoce de algún castigo a funcionario y si lo hay es porque cayó en desgracia con la cúpula del partido comunista. De la misma manera, la corrupción de la pandilla del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) es inocultable y los controles a los bandidos de esa burocracia inhumana son inexistentes, recordando que en Venezuela fue el país en donde Odebrecht repartió más sobornos, pues la cuantía sobrepasó los cien millones de dólares. Entonces ahí está retratado de cuerpo entero el comunismo totalitario con la corrupción.
En Colombia, necesariamente con el conocimiento del Foro de Sao Pablo, entraron a las campañas presidenciales de Santos en 2010 y 2014 dineros que no se registraron de la empresa Odebrecht, por lo que se podría pensar que dicho apoyó se enmarcó para promover el proceso de paz entre el gobierno y las Farc. Desde que se creó el Foro de Sao Paulo en 1990, Fidel Castro (1926-2016) diseñó una estrategia para tomarse el poder en los diferentes países de Latinoamérica que incluía utilizar las elecciones, teniendo como tareas previas grandes protestas y movilizaciones sociales (como ocurrió en Bolivia, Ecuador y Argentina) o intentonas de golpes de Estado (como sucedió en Venezuela con Hugo Chávez en febrero de 1992).
Con eso claro, para Colombia el proceso de paz era la mejor manera de poner a las puertas de la toma del poder a las fuerzas marxistas- leninistas, usando diferentes disfraces, con la narrativa “progresista”. Así que desde esta perspectiva las coimas que pagó Odebrecht no eran únicamente para enriquecer aún más a los propietarios de esa empresa, sino que también había un programa político de por medio.
Hubo denuncias desde Brasil acerca de que las Farc durante veinte años recibieron dinero de la compañía Odebrecht, y cabecillas de la banda narco-marxista taxativamente lo admitieron en su momento, alegando la economía de guerra; con semejante afirmación prácticamente cualquier argumento político es válido para justificar la corrupción en un país, porque si esa califa comunista totalitaria se exculpó de esa manera, un político corrupto puede argumentar razones altruistas o cualquier entelequia, diciendo por ejemplo que lucha por el pueblo y los pobres.
Queda claro que la corrupción para las dictaduras marxistas-leninistas es una adicción, en vista de que el flagelo no es cuestionado ni combatido en esos regímenes, sino que se usa únicamente en ocasiones de caballito de batalla para purgar a los enemigos políticos (como ocurrió en Cuba en 1989 con el general Arnaldo Ochoa), porque, como lo dijimos anteriormente, en los regímenes comunistas no se reprime a la corrupción cuando es practicada por la camarilla, puesto que ella es inherente al marxismo-leninismo, cuyas pandillas buscan el poder del Estado eternamente y para que eso ocurra la corrupción debe de ir de la mano del comunismo totalitario.
De manera hipócrita en Colombia partidos afiliados al Foro de Sao Paulo, patrocinador de la corrupción de Odebrecht, se rasgan las vestiduras y promueven campañas en contra de ese azote, pero no renuncian a pertenecer a semejante engendro, buscando engañar a la ciudadanía; en razón de que muchos de los partidos que se visten de “progre” hacen parte de la internacional comunista del Foro de Sao Paulo, aunque en algunas ocasiones dirigentes de esas colectividades lo niegan. Sin embargo, basta mirar la página web del conciliábulo y ahí aparecen como miembros, pues al no ser cierta su pertenencia en sana lógica se deberían hacer borrar, pero como la mentira es un principio comunista solamente pretenden timar a los ingenuos para tratar de mostrar que luchan en contra de la corrupción, cuando está patentado que el marxismo en sus diferentes expresiones es generador de la corrupción.