Sí a los memes de Pablo Escobar

Sí a los memes de Pablo Escobar

Por: Camilo Andrés Acosta
julio 15, 2014
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Sí a los memes de Pablo Escobar

Encolerizados siguen la mayoría de colombianos con la holandesa y los australianos que hicieron el chiste de Falcao y James aspirando cocaína. Mucho se les dijo, y a ella hasta la hicieron dimitir de su cargo en la UNICEF. Todo por un simple chiste,  ella en verdad no cree que aquí todos consumamos de esa, y menos los futbolistas, pero es como molestar a los gringos por brutos, a los argentinos por creídos, o a los mexicanos por saltamuros. No voy a hablar de qué tan chistoso es, ni de qué tan irrespetuoso pudo haber sonado. Es un estereotipo más, y como siempre con los estereotipos, alguna razón soterrada existe para su popularización. O no tan soterrada, en nuestro caso, si hay un producto colombiano más célebre que el café es la coca, y si hay un hijo famoso de estas tierras es el Patrón, Pablito Escobar, Señor de la Cocaína.

No hay mejor forma de saber cómo piensa un pueblo que saber de qué se ríe:  el bogotano promedio se ríe cuando razona acerca del hecho de que ni él, ni ninguno de sus paisanos, se sienta en un asiento del transporte público hasta que éste no se haya enfriado a temperatura ambiente. Esa es la risa de lo homogéneo. Pero suba usted a un costeño en un bus por la séptima, y verá que después de un rato el costeño también goza burlándose de tan extraña tradición. Esa es la risa de la heterogeneidad.

Para Hobbes, reírse era un acto subversivo. Quién se ríe, se siente superior a aquello de lo que se ríe. La risa que temía Hobbes es la risa de la heterogeneidad. Porque para Hobbes no hay nada superior al Estado, al Leviatán. La risa es el desorden, lo cómico, es lo criticable, y lo criticable es lo razonado. Por ello, en sus tiempos, la risa era concebida como un peligroso factor de desarticulación, la mecha que enciende la pólvora. La racionalidad individual nos permite apercibirnos del ridículo. El ridículo lo es por cuanto quien lo percibe no se siente igual sino mejor. Quien se ríe, diría Hobbes, se siente superior al ridículo, y para hacerlo tuvo antes que razonar. No le sirve al Estado monstruoso de Hobbes la gente que piensa mucho. Pero calma, que ya vamos al punto.

En ocasiones,  la risa se presenta de manera colectiva y no individual. El funcionamiento es parecido: Cada uno, antes o después del chiste, en su individualidad, razona alguna cosa de la cual concluye que es ridícula, por parecida a sí o por totalmente opuesta. Se presenta después una especie de agregado de la razón colectiva, y no falta quien suelta un chiste que ya otro tenía en la punta de la lengua. Los chistes machistas, racistas, feministas, xenófobos, etc., no son más que eso. La forma en que un grupo social, o una persona, identificándose a sí mismo por oposición al otro, pone sobre la mesa su presunta, o más bien su fingida superioridad.

Pero hay algo de lo que no se habla mucho y es que los chistes donde uno parece superior al otro son la mejor forma de que los dos estén, realmente, al mismo nivel. Me explico: en Colombia, uno no es amigo del otro hasta que, bajito bajito, lo ha llamado con el nombre de alguna enfermedad venérea. Bien, cuenta el filósofo esloveno, Slavoj Zizek, que cuando estaba enlistado en el ejército yugoslavo, un compañero suyo, proveniente de otro de los países eslavos, además de intelectual íntegro, se le acercó de repente y sin ningún circunloquio le dijo: “Me follo a tu madre”. Zizek lo entendió de inmediato: el otro, lejos de insultarlo, le tendía un lazo de amistad difícil de rechazar. “Continúa, mientras acabo yo con tu hermana”, le dijo el filósofo. Y rieron juntos.

Es como en  Bogotá, aquí uno siempre tiene un amigo al que le dicen negro. Y es más común que a negro le valga un pepino que así lo llamen, por el contrario, se ríe, porque eso no es racismo sino igualdad. La posibilidad de denigrar del otro por sus diferencias, en chiste, no es más que una demostración de la igualdad percibida entre ambas partes. La certeza de que el negro no se va a ofender así le digas carbón, si no que se va a echar a reír , así como hablar de la pequeñez del miembro sexual de los caucásicos, eso es igualdad. De la auténtica, no de la fingida.

Milan Kundera, escritor checo, hablaba en otros términos de los dos tipos de risas: La risa de los ángeles, aquella risa contemplativa, complacida con la perfección absoluta de la creación de dios. Y la risa del diablo, risa seria y certera, que percibe las imperfecciones de la creación, y, creyéndose superior a ellas, emite carcajeos burlones. La risa del diablo es la risa a la que temía Hobbes. La risa de los ángeles, en cambio, es la risa que oculta el Leviatán tras la máscara de terror que muestra ante sus súbditos. El statu quo versus la transformación. La risa del diablo versus la risa de los ángeles.
Y dice Kundera que requiere el mundo quién se ría como los ángeles, y por supuesto quién se ría como el diablo. En su obra, manifiesto anti totalitario, la risa del diablo viene a ser la forma en que los soviéticos reían de su propio régimen, deslegitimando la risa mediocre de los ángeles stalinistas.

La vida misma es tan trágica como cómica. Tan trágica como grotesca. Por eso defiendo los memes de Pablo Escobar, los defiendo porque me dan risa, me dan risa porque son ridículos, me dan risa porque expresan lo grotesco de nuestra sociedad, de nuestra historia, de nuestras vidas. Que estamos jodidos, lo estamos, pero tan jodidos como en la época de Pablo, jamás.

Leí que era el colmo que los colombianos se indignaran con la holandesa y los australianos del “perico”. Leí que era el colmo que porque si a nosotros mismos, colombianos, no nos indignaban las novelas y los memes de Pablo Escobar, no podíamos esperar menos de otros pueblos del mundo. Pues bien, las narco-novelas son la risa de los ángeles, la risa de la homogeneidad, la risa seria del que espera que todo siga igual. Las narco-novelas nos cuentan la historia de nuestros antihéroes, como si de héroes se tratara. Los memes de Escobar, en cambio, son la risa del diablo, risa de progreso, risa de superioridad.
Somos superiores a nosotros mismos, así nos cueste creerlo. Porque si reímos de Escobar es porque él ya no está para impedirlo, que no me imagino lo que habría sido de todas esas páginas de Facebook si Pablo siguiera vivo.

Dejemos pues, la mojigatería, y riamos complacidos, que Pablo Escobar ya no está. Su semblante, aún, persiste en la risa oculta de los ángeles. Esos ángeles malditos, de traje y corbata, de poncho y carriel, de botas y motosierra. Pero para eso estamos todos, colombianos típicos (y holandesas y australianos), para irlo borrando con carcajadas estruendosas que nos recuerden lo terrible de nuestro pasado y nos ilusionen con la superioridad propia de los días presentes. Por alguna vaina seremos tan burlones, que si no estaríamos aún entre chapetones y criollos.

 

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