A mediados de 2016, cuando la Fiscalía capturó a Santiago Uribe para iniciarle un proceso judicial por creación y conformación de grupos paramilitares en el sonado caso de los doce apóstoles, el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, manifestó frente los medios su “dolor” ante la captura. Ese solo es un ejemplo del talante de uribista purasangre que ha caracterizado a Fico desde que llegó por segunda vez al Concejo de Medellín en 2007; con la votación más alta y avalado por el Partido de la U (entonces el partido de bolsillo de Uribe).
Hay otros ejemplos: en 2011 fue el candidato de Uribe a la alcaldía de Medellín; en su victoria en las elecciones de 2015 influyó el apoyo del sector de extrema derecha conocido como Los Paolos, orientado por la radical y cuestionada senadora Paola Holguín; siendo alcalde gobernó con los concejales del Centro Democrático y fue un duro crítico del proceso de paz (terminó apoyado el sí en el plebiscito más por presión ciudadana que por convicción). Fico reconoce en Uribe a su mayor mentor y Uribe lo considera un discípulo aventajado. Entonces, ¿por qué toma distancia e insiste en afirmar que es de centro?
Es simple, Fico sabe que Uribe está en decadencia y que su impopularidad cada vez es más alta. Ya Uribe no es ese huracán que ganaba en primera vuelta o está en capacidad de poner en la Casa de Nariño a un desconocido. Por eso, el exalcalde prefiere ocultar su uribismo y reafirma un supuesto centrismo al decir que los problemas del país no son cuestión de derecha o izquierda. Con esto pretende implementar a nivel nacional la estrategia que utilizó en 2015 para llegar a la alcaldía de Medellín: venderse como un candidato independiente, sin partidos o jefes políticos, un perfil de centro cercano a la ciudadanía y alejado de la politiquería tradicional.
Esa solo es una fachada discursiva para engañar incautos y un distractor que encubre sus verdaderas intenciones: convertirse en el candidato de la derecha conservadora y el uribismo. Del uribismo y no del Centro Democrático porque a Fico no le interesa cargar con el rótulo de un partido. De ahí su negativa a ingresar al gabinete de Duque como ministro de Defensa. Sin embargo, esa negativa va más allá de no querer matricularse en el gobierno.
Fico tiene presente que el de Duque es un gobierno débil, desconectado con la ciudadanía y muy impopular. Cualquier candidato que salga de ese gobierno o al que Duque le haga el guiño tendrá que cagar con el lastre de su impopularidad, su precaria capacidad de liderazgo y los cuestionamientos que lo relacionan con el narcotraficante Ñeñe Hernández. A propósito, temas sobre los cuales el ahora columnista Fico no se pronuncia o resulta tan frentero como es habitual en su discurso cargado de agresiones.
Seguro no le interesa propiciar una ruptura con Duque del que considera “está haciendo las cosas bien”, pero no tanto como para entrar en su gobierno. Lo cierto es que los medios ya le empezaron a hacer el juego (El Colombiano en Antioquia y Semana) y hasta Guarumo consultó sobre su intención presidencial. Espacios que seguro aprovechará para presentarse como un “centrista”. Nada más alejado de la realidad, si Fico es de centro, será del Centro Democrático, porque ocultar su uribismo es querer tapar el sol con un dedo.