Juliana Piedrahita vive en el barrio La Piñuela en Aranjuez, tiene 23 años y está en séptimo semestre de ingeniería en el ITM, carrera que escogió con la convicción profunda de que podría cambiar el destino (a veces inexorable que nos marca la vida para quienes no nacemos en cuna de oro) de ella y su familia.
En la casa de Juliana viven también su mamá, doña Gloria, su papá Gilberto, y su hermana menor, Luisa, que está en octavo grado y que sueña con ser médico y especializarse en cardiología. Doña Gloria vende productos en una cadena de multinivel, los vende persona a persona y por catálogo. Hasta antes de la pandemia vendía lo suficiente para los gastos del mercado y los servicios, pero, con la necesidad de salvaguardar la salud propia y de su familia, sacrificó como muchos otros colombianos gran parte de sus ingresos y hoy se esfuerza para vender haciendo publicaciones en su Facebook con la ayuda de sus hijas. Por su parte, Don Gilberto trabajó hasta hace poco como cocinero en un restaurante de El Poblado, de esos que hace poco quebraron. Su jefe hizo lo posible por pagar a los empleados del restaurante luego de iniciada la contingencia, pero la situación pronto se hizo insostenible.
La bandera de la gratuidad en la educación pública que ha sido levantada como estandarte del movimiento estudiantil colombiano nunca fue más urgente y necesaria. Urgente pues la pandemia ha destruido la economía de los hogares colombianos, con la caída de las industrias y distintos sectores económicos, y hoy el único solvente es el Estado, que en medio de dificultades debe invertir y priorizar aquello que resulta indispensable para la supervivencia. Pero la solicitud de educación gratuita también es necesaria, pues representa la esperanza de un futuro en el que creer, y esa esperanza debe ser sostenida con recursos que mantengan nuestras aulas abiertas, siempre.
Este propósito de educación pública gratuita y universal encuentra sus razones en la democratización de la cultura y el saber, en hacer de la educación el primer derecho de nuestra república, sin limitaciones provenientes de las condiciones económicas de las personas; todas y todos accediendo al potencial transformador de la educación, a las oportunidades que de ella se originan, a los cambios espirituales y materiales que provoca. Como sociedad vamos tan rápido como el último de nosotros, y debe ser nuestro firme propósito que ninguno se quede atrás, que ninguno se vea sometido a la indecible tristeza de abandonar sus estudios por falta de recursos, que ninguno renuncie al derecho de soñar y cumplir esos sueños a través de la educación.
La Alcaldía de Medellín, en atención a la emergencia sanitara y para brindar un apoyo a las familias que tienen integrantes estudiando en educación superior, ha tomado la decisión de cubrir el valor de las matricula de todos los estudiantes de las tres instituciones públicas del municipio en el segundo semestre del 2020. Veinticuatro mil personas se beneficiarán de esta decisión que ha tomado el señor alcalde Daniel Quintero Calle, y que representa en concreto, que las familias de los estudiantes del ITM, Pascual Bravo y el Colegio Mayor de Antioquia no tendrán que pagar un peso de matrícula para entrar a estudiar este semestre. Mientras escribo esta columna se adelantan reuniones para buscar que la Alcaldía de Medellín financie la matrícula de las instituciones del orden departamental como la Universidad de Antioquia, y del orden nacional como la Universidad Nacional, que, si bien son responsabilidad del departamento y la nación, es nuestra firme convicción hacer todo lo posible por garantizar que cada estudiante continúe sus estudios.
Juliana y su familia, al igual que muchos otros jóvenes recibirán este apoyo, y con ello mantendrán intacto su proyecto de vida y las esperanzas de una formación en lo superior que los beneficiara a ellos, a sus familias y a toda la sociedad. Aquí empieza la transformación educativa, no como un cambio formal en las instituciones, sino como una perspectiva política de ciudad que pone en el centro la educación. Este hecho histórico, sin lugar a dudas, es producto de la lucha persistente de los estudiantes, a quienes extiendo mi reconocimiento y respeto.