En medio de la discusión global que ha surgido en las últimas semanas acerca de la esclavitud y de quienes impulsaron y fomentaron tan oprobioso capítulo de la humanidad, creo pertinente traer a la atención de los lectores la figura de Antonio Arboleda y Arrachea (Popayán 18 de julio de 1770 - Popayán 17 de marzo de 1825), abogado, científico, naturalista, humanista y hombre público adelantado a su época, prócer de la Independencia y, muy especialmente, pionero de la abolición de la esclavitud en Colombia.
Por razones de espacio no me extenderé para describir sus amplias ejecutorias en favor de la educación y de la libertad, que se pueden consultar en internet. Sin embargo, al aproximarse los 250 años de su nacimiento en Popayán, quisiera destacar el rol decisivo que este patriota, un tanto desconocido para las generaciones contemporáneas, tuvo respecto de la lucha contra el esclavismo en nuestro país.
Basta decir que en 1814 formó parte del grupo de notables, entre ellos José Félix de Restrepo, que elaboró el proyecto de Ley de Manumisión de Esclavos presentado a Juan del Corral en el Estado libre de Antioquia. Juan del Corral juzgó que un acto tan trascendental no podía ser impuesto sino discutido y acordado por el Cuerpo Legislativo del Estado, por lo que convocó y con un luminoso mensaje presentó el proyecto a la legislatura.
Componíase aquel cuerpo de cinco diputados, que eran los señores: Pbro. José Miguel de la Calle, presidente; Antonio Arboleda (payanés de quien hago mención), vicepresidente; José Pardo, Pedro Arrubla y José Antonio Benítez. El proyecto fue aprobado definitivamente el 20 de abril de 1814 y estuvo en vigor hasta que en 1816 las fuerzas realistas españolas retomaron el control territorial durante la Reconquista. Dicho acto administrativo constituye un auténtico hito en su campo, ya que se adelantó en casi cuatro décadas a la promulgación de la ley definitiva de abolición de la esclavitud.
Invito, entonces, a reconocer la importancia de este ilustre hombre que, renunciando a la vida cómoda que su ciudad y su familia le ofrecían, no dudó un momento en contribuir a dar por terminado el vergonzoso capítulo de la esclavitud en que se encontraba nuestro país e iniciar de manera lenta pero justa la incorporación de los afrodescendientes a la vida civil de Antioquia, lo que serviría de ejemplo para que en el Congreso de Angostura de 1821 se tomaran similares medidas hasta la liberación definitiva de los esclavos en 1851, bajo la presidencia de José Hilario López.