Muchos hemos escuchado frases como “el mundo ya no va a ser como antes” y “todo va a cambiar” , también señalamientos escépticos que dicen “el COVID-19 es una mentira del gobierno” y “los laboratorios sacaron eso para hacer negocio”. Sin embargo, esas afirmaciones derivan de una gran cantidad de supuestos, prejuicios, malas informaciones, pasiones y hasta malas intenciones.
Más allá de cifras de contagios, muertos y recuperados, existe una realidad que casi todos nos ha tocado en este tiempo: la aceleración en la penetración del internet en nuestras vidas. Sin él el mundo habría colapsado en esta pandemia, ya que este es el que nos ha permitido seguir mal heridos pero en pie.
Esto ha abierto los ojos de muchas empresas, ejecutivos y gobiernos, que encontraron en esta pandemia el mejor vehículo para transformar sus negocios o sus servicios y llevarlos a un nuevo nivel. De hecho, se ha modificado hasta la forma de funcionar de las empresas, pasando en solo unos meses de un modelo casi fordiano (de casi 200 años) a uno prácticamente digital. Vale decir que muchos se sorprendieron de que funcionara, pero la realidad es que estos cambios están redefiniendo la forma en que vamos a trabajar en un mundo pos-COVID-19.
El teletrabajo
El teletrabajo llegó para quedarse. Si bien esa política hace menos de un año parecía la cenicienta (porque asumíamos que implicaría un escenario a muy largo plazo, el cual no tocaría vidas), hoy es posiblemente la que va a levantar a muchas de las economías de las actuales cifras de retroceso en esta materia.
Por estos días mientras realizo mis actividades laborales, he decidido cambiar música por conferencias virtuales, he participado en todo tipo de foros (género, violencia, telemedicina, regionales, institucionales y tecnológicos), he podido leer dos libros por semana (hace mucho tiempo lo lograba) y he tenido buenas conversaciones y buenos momentos con mi hija (que a pesar de su corta edad no los habíamos tenido). Esto estoy seguro de que todo esto no solo me ha pasado a mí, sino también a muchos de ustedes, lo que justamente me ha llevado a pensar en la preponderancia que toma el teletrabajo en un mundo pos-COVID-19.
Ahora bien, muchas de las ideas de empresarios, instituciones, organizaciones y personas en general apuntan a un mundo en el que todos nos movamos masivamente hacia ciudades intermedias o pequeñas, sin afectar nuestra calidad de vida; por el contrario, mejorándola bastante. ¿Por qué? Porque nuestras empresas o empleos ya no dependen de un lugar que defina algún tipo de identidad. El teletrabajo hace posible que vivas en la finca con las mismas comodidades de la ciudad y esto de entrada es una excelente noticia para el campo latinoamericano.
Las empresas van a poder descentralizar sus operaciones, que en muchos casos les va a permitir no estar limitadas por una cadena de producción vertical y flexibilizar sus operaciones y su logística. En estas nueva empresas el contador puede vivir en Kazajistán, el marketing y las complejas campañas de publicidad crearse y diseñarse desde la India, la infraestructura de servicios prestarse desde EE. UU. y tus empleados estar dispersos en la geografía nacional de tu país. Así mismo, la logística de tu empresa puede estar en manos de especialistas sin importar en donde estén y contar con un servicio de atención al cliente que funciona con operadores en siete diferentes países. Todo esto no es algo que ya no ocurra, esto que describo es el ahora de las empresas.
Por esto es necesario que no extrañemos regresar a la normalidad, porque tal cual la conocíamos no va a regresar. En consecuencia, debemos estar atentos porque debemos adaptarnos a estas nuevas culturas, formas y dinámicas laborales. Con eso claro, es obvio que existen muchas profesiones que no caben en esta descripción y seguirán siendo presenciales, pero a estas también el cambio les ha tocado, ya sea en la forma de encontrar nuevos clientes, adquirir nuevos insumos, transportarse, etc. Estas transformaciones nos tocan a todos y hablando de todos veamos cómo lo hacen con los niños y jóvenes en sus escuelas y colegios.
En materia de educación, es un cambio necesario. Llevamos siglos y no hemos logrado un cambio significativo en la forma de educar. Hoy día, más que por conocimientos, vamos a la escuela por una especie de desarrollo de habilidades sociales y el COVID-19 nos ha mostrado nuevos caminos de construcción de relaciones y de conocimientos. Al principio la virtualización fue una respuesta a la situación imprevista de los niños y jóvenes, pero poco a poco se fue transformando en una nueva experiencia y en una nueva forma de conocer. Por eso actualmente tenemos niños aprendiendo idiomas, a programar, a diseñar, a cocinar y a escribir en línea con personas reales, descubriendo habilidades que muy difícilmente se habría visto en el la escuela o en colegio.
En resumen, lo único cierto es el cambio y estamos viviendo uno de los más importantes en la historia humana, del que seguramente hablaremos por generaciones y que está reescribiendo la forma en que somos productivos, nos relacionamos y nos reconstruimos como sociedad.