La tragedia ocurrida en el caserío de Tasajera, en la carretera que une a Barranquilla con Santa Marta, es el retrato de un país de mierda, inexistente como el Estado colombiano, construido sobre las bases más ruines y miserables del ser humano, e insolidario, insensible y desigual (todos los países son desiguales, pero en ninguno se ha elevado la cultura narco y paramilitar a niveles de endiosamiento y de culto como acá).
Tasajera es un pueblo olvidado: sin agua, sin alcantarillado, sin luz y sin escuelas. Además, el arte y la cultura nunca han pasado por sus calles. Eso sin contar con que en verano es un basurero, los carros de basuras van allá depositar sus desechos, y en invierno sus calles se inundan y la gente tiene que vivir en medio de un pantano pestilente, criadero de moscas y zancudos.
Está incrustada en lo que se llama Parque Natural Isla de Salamanca. Esta era una zona rica en peces y recursos naturales, donde la gente vivía de lo mucho que les daba la naturaleza. De hecho, era común ver a la orilla de la vieja carretera a las mujeres vendiendo los peces que sus maridos e hijos traían de la Ciénega Grande. El municipio al que pertenece, Pueblo Viejo, vivía una vida tranquila y con cierta prosperidad, pero en los años 70 el gobierno comenzó la construcción de dos vías sin respetar las recomendaciones medioambientales, que tendrían un terrible impacto contra la Ciénega Grande.
De un lado, se construyó la Troncal del Caribe, que cortó las entradas de agua del mar hacía la ciénega. No se tuvieron en cuenta las recomendaciones que los grupos ambientalistas de le época hicieron, en el sentido de que no se estaban protegiendo los conductos de agua que comunicaban a la ciénega con el mar y que amenazaban la estabilidad ambienta, y su pronóstico se cumplió: la ciénega se está muriendo, no hay renovación de la vida marina, los peces desaparecieron y la gente se quedó sin trabajo. A los constructores lo único que les importaba era construir la obra, tratando de sacar las mayores ganancias posibles.
De otro, se construyó la carretera paralela al río Magdalena, donde tampoco se respetaron las recomendaciones de los ambientalistas y se cortaron entradas de aguas dulce que venían de este afluente y que le daban vida a los manglares donde se reproducía la vida marina. Con la muerte de los manglares, desaparecieron los peces que no tenían donde reproducirse. Por eso, en los últimos años, el Parque Nacional Isla de Salamanca viene siendo víctima de la acción de narcos y terratenientes que han invadido sus predios y han acelerado el cierre de caños y vías de agua dulce, aumentando aún más la crisis ambiental de la Ciénega Grande, afectando la vida de los pueblos aledaños que antes vivían de la pesca.
Y ahí no para la cosa. En los años 80, Jorge Cuarenta, que era amo y señor en la costa norte, perpetró la masacre de Nueve Venecia, un caserío palafito construido en Medio de la Ciénega Grande, habitado por pescadores, que fueron acusados por el jefe paramilitar de ser cómplices del ELN. En una noche de sangre y barbarie los paramilitares asesinaron a 80 pescadores. Los que sobrevivieron se desplazaron a Tasajera y poblados aledaños, aumentando la crisis económica y social que ya se vivía en la zona. Basta decir que de 25.000 toneladas de pescados y moluscos que se producían en la zona en los años 80, en la actualidad se producen 1.500 toneladas.
Todo esto fue lo que llevó a la actual situación de Tasajera, un caserío que se muere de hambre y miseria, donde el 90% de sus pobladores no tienen de qué vivir ni en qué trabajar y donde que la única expectativa es estar al borde de la carretera esperando que un vehículo sufra un accidente (no para correr a socorrer a los accidentados, sino para ir a saquear a las víctimas: pasaron de ser honestos trabajadores a simples ladrones de carretera).
Pero, insisto, eso no es gratuito. Es el ejemplo que les llega desde las altas esferas del gobierno y de la sociedad, es lo que ven todos los días: gobernantes que aprovecharon la pandemia para facturar latas de atún de $1.500 pesos a $5.000 y mercados de $25.000 a $100.000; que en lugar de preparar el sistema de salud para enfrentar la emergencia, se gastan miles de millones de pesos en la construcción de un hospital de campaña en un coliseo deportivo, lugar sin utilizar y donde los médicos y enfermeras utilizan el tiempo, grabando videos bailando y cantando para subirlos a las redes; que le inyectan a la banca privada billones de pesos para que acrecienten sus ganancias, mientras la población se muere por falta de comida y atención médica, por falta de hospitales con equipos médicos suficientes, con médicos y enfermeras miserablemente remunerados, etcétera.
Pues bien, a estos miserables de abajo cuando les llega la luz y pueden encender el televisor lo único que ven es el nuevo escándalo del día: al gobernante elegido y rodeado de narcotraficantes y paramilitares; al funcionario que le destapan un nuevo peculado; al político acusado de delitos electorales, de corrupción y comportamientos delincuenciales, nombrado en un importante cargo; al paramilitar que le dieron la casa por cárcel y que sigue delinquiendo y traficando, etcétera. También, a los ciudadanos del centro conviviendo y aceptando como “normal” el comportamiento delincuencial de los miserables de arriba, llamando “honorable ganadero” al vecino que todos sabemos que es un despiadado narcotraficante, que ha violado y asesinado a decenas de compatriotas, que ha construido su fortuna sobre el desplazamiento de miles de campesinos que han terminado viviendo en Tasajera y en los centenares de Tasajeras que cubren el territorio nacional.
Vale decir que somos igual de cómplices cuando seguimos votando por esos políticos corruptos que se han convertido en los servidores de los narcos y paras, y que han entregado el país a criminales y a delincuentes que posan de respetables ciudadanos cuando todos sabemos que su inmensa fortuna ha sido construida sobre la vida de miles de campesinos despojados, que sus lujos y extravagancias chorrean sangre por todos lados.
Este es el país de mierda que hemos permitido que estos delincuentes construyan. Colombia no es una república bananera, allá los gobernantes leen, escriben poesía, escuchan música clásica y asisten a la ópera; aquí nos leemos 1,4 libros al año por persona (en Argentina son 15), nuestros gobernantes escuchan reguetón, las salas de teatro desaparecieron y proliferan los centros de cuentachistes y humoristas. Este terruño se siente orgulloso de su incultura y de su pobreza intelectual y lo gritamos a todo pulmón: somos colombianos, ¿y qué?
Este es el país de mierda que tenemos y con ese ejemplo que viene de arriba queremos que los miserables de abajo sean ejemplares ciudadanos y se comporten como seres civilizados y solidarios: el político condenado por corrupción y por sus nexos con narcotraficantes y paramilitares vive tranquilo en su mansión; las altas cortes fueron cooptadas por los delincuentes y simplemente están más contaminadas que las personas que deben investigar; los entes de control están en manos de personas sin ninguna ética y que desde hace rato parecen estar al servicio de los delincuentes; los medios de comunicación cerraron la boca y están al servicio de los corruptos; y así podría seguir enumerando más cosas.
Tasajera es solo el retrato de este país miserable. Incluso, puede decirse que Tasajeras hay muchos a lo largo y ancho de la geografía nacional, solo hay que salir a la carretera y mirar los centenares de caseríos habitados por miserables como los de Tasajera, sobreviviendo de los que pueden conseguir, robar y apropiarse... Mañana nadie se acordará de los muertos de Tasajera, ya que otra tragedia peor ocupará los espacios en la prensa, el político corrupto de turno será presidente del Senado, este país de mierda seguirá siendo eso y nosotros continuaremos siendo colombianos, ¿y qué?