La diplomacia ha sido siempre una de las armas del Chavismo. En el 2010, cuando Hugo Chávez estaba en el poder, Venezuela duplicaba a Colombia en su despliegue diplomático. La articulación en organizaciones desalineadas a la democracia cristiana de Estados Unidos y su afinidad por diversificar el relacionamiento político con el mundo, llevaron al gobierno venezolano a horizontes que pocos gobiernos latinoamericanos han llegado. No es casualidad que en Caracas haya embajada de países como Sudan, Corea del Norte, Siria, Irak, Arabia Saudita y Guinea Ecuatorial, además de las imponentes sedes diplomáticas de sus más grandes aliados como Cuba, China, Iran y Rusia.
Solo en la Organización de Países Exportadores de Petróleo – OPEP, Venezuela estableció desde los lejanos años 60, estrechas relaciones comerciales, políticas, diplomáticas y económicas con 12 países de África y Medio Oriente. La OPEP fue un laboratorio en el que Venezuela descubrió el poder de la diplomacia petrolera, que muy bien supo utilizar el chavismo en sus mejores años y que mucho le ha servido al régimen de Nicolás Maduro para mantenerse en el poder sin importar las presiones que no merman. Y la cooperación siempre está en primera línea a las necesidades, incluso militares, de Venezuela.
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Petrocaribe, por ejemplo, una alianza petrolera-diplomática creada por Hugo Chávez en el 2005, que le daba concesiones y beneficios en la compra de crudo venezolano a los 16 países miembros, todos del Caribe, fue determinante para mantener el suficiente apoyo a Maduro ante los entes de control de la OEA décadas después. Países como Nicaragua y Cuba estrenaron refinerías gracias a los favores de Venezuela en aquella época, iniciativas que poco se olvidan con el pasar de los años.
Con África el relacionamiento ha sido similar. En el discurso político de Chávez, heredado por Maduro, la cooperación Sur-Sur no fue una moda temporal, sino una constante prioridad. Su cercanía con Cuba, principal cooperante ante las tantas revoluciones victoriosas en África, con la OPEP, compuesta en su gran mayoría por países africanos y la preponderante distancia de Chávez con Estados Unidos, le dejaron varios aliados en el vecindario de Muhamar Gadafi, quien fuera socio y amigo cercano del expresidente venezolano.
Pues bien, al menos 11 países africanos tienen embajada en Venezuela, mientras en Colombia solo hay 3. Embajadas venezolanas hay en 17 países africanos mientras Colombia solo tiene en 6 países. Cada sede diplomática venezolana en dicho continente, administra un relacionamiento comercial y cooperativo que gira en torno a la exportación de crudo venezolano, involucrándose estratégicamente en la natural dependencia de los gobiernos ante el petróleo para subsistir económicamente. Esto ha hecho que ninguno de los países africanos que sostienen relaciones con Venezuela, se haya pronunciado en contravía al régimen de Maduro y, por el contrario, tenga un mayor campo de acción en los eventos de requerir incidencia política como lo es con el caso de la captura de Alex Saab en Cabo Verde.
Hoy, en medio de crisis económica y política que atraviesa nuestro país vecino, su musculo diplomático no se ha debilitado tanto como si lo han hecho las condiciones sociales de su gente. Mientras Colombia mantiene 65 embajadas en el mundo, Venezuela tiene 95.
Esta cuidadosa construcción diplomática de la revolución bolivariana es la que aprovecha Maduro en momentos de crisis y urgencias como la que atraviesa en estos momentos para enfrentar el desabastecimiento de gasolina en su Venezuela y la necesidad de atajar la extradición de su socio en negocios Alex Saab, desde Cabo Verde a Estados Unidos. El Presidente del país africano informó públicamente de presiones internacionales recibidas, aunque no mencionó naciones específicas, pero el trámite ha continuado su marcha.