Para el momento en que la Selección de Alemania marcó el quinto gol al equipo local, los medios internacionales ya comentaban en sus portales acerca del “Alemaniazo” que sufrían los dirigidos por Scolari. Por su parte el diario virtual brasileño Folha de S. Paulo titulaba “Alemanha marca o 5 gol e massacra o Brasil”.
Con este apabullante resultado se fueron al entre tiempo; los germanos con la satisfacción de haber asegurado su paso a la final, mientras que los brasileros con un desagradable sabor a grama y conjurando la maldición de la Copa Confederaciones que todavía sigue sin romperse.
En un intento por resarcirse, la verdeamarela volvió al terreno con las botas puestas, con la disposición de dejarlo todo en la cancha, pero se encontró con una escuadra firme que supo pararse con inteligencia desde el primer minuto.
Mientras Alemania se divertía con la pelota, en un partido que parecía más de entrenamiento que la disputa por un paso a la final, la hinchada carioca encontró remedio a su enfermedad; enjugaron sus lágrimas, elevaron la cabeza y disfrutaron el espectáculo. El fúnebre silencio se reemplazó por aplausos y el llanto por un unánime oleee, oleee, oleee.
Harían falta tres goles más para que terminara el tormento, dos de los alemanes y uno del mediocampista Oscar al minuto 90, solitaria anotación de Brasil.
A pesar de la demoledora derrota en casa, el equipo y la hinchada brasilera presente en el Estadio Mineirão mostraron indicios de aceptar su fracaso con altura, reconociendo; aunque con congoja, que el Joga Bonito de su amada Selección hace parte de la historia.
Ahora bien, resulta imposible entender como unos fanáticos al fútbol con la suficiente madurez para admitir con tamaña inteligencia su inferioridad ante un rival, no tengan la misma lucidez para asimilar que la lesión de Neymar es producto de un gaje del oficio, un simple accidente en la cancha que debería quedarse allí. Bien lo dijo Marcelo (lateral izquierdo de Brasil), cuando le preguntaron si creía que el defensor colombiano Camilo Zuñiga había entrado a la jugada con la intención de dañar al ícono del fútbol brasilero. Su respuesta fue no, Marcelo dijo que consideraba la lesión como producto de una jugada desafortunada que forma parte de los riesgos que se corren en el terreno de juego. Así mismo Zuñiga publicó en sus redes sociales una carta pidiendo disculpas a Neymar y agradeciendo al pueblo brasilero la acogida a su Selección. También la FIFA se pronunció al respecto eximiendo de toda culpa al colombiano.
Con todo, esto no parece ser suficiente para los aficionados que continúan intimidando al futbolista. La prensa carioca coopera a encender la llama del odio con titulares agresivos como el del diario O Dia al referirse a Zuñiga como “COLOMBIANO MALDITO”. Por su parte los piratas cibernéticos hacen lo propio hackeando cuentas oficiales de sus compañeros, como es el caso de la página de James Rodríguez en la que pusieron un meme que representa el momento en que Neymar es lesionado, pero esta vez no por el defensa colombiano sino por un luchador del reconocido videojuego street fighter.
Todo parece indicar que el Joga Bonito de los brasileros no sólo ha desaparecido de su forma de juego, sino que también ha calado en sus corazones el espíritu vengativo y antideportivo de saldar las cuentas por sus propias manos. Resulta prudente recordarles que Colombia, como ustedes, perdió a su jugador estrella, y eso antes de iniciar el Mundial. No obstante, con la guía de Pekerman y la unión de todo un equipo, comprendimos que el fútbol es un trabajo colectivo y que para conseguir resultados las cargas deben ser distribuidas. Puede que esa sea la razón de su coraje, el olvido de ese pilar fundamental del balompié, el querer desconocer que es un deporte de 11 jugadores, todos trabajando como un engranaje para conseguir un objetivo y no uno solo llevando a cuestas la responsabilidad de todo un equipo y un país.
¡Piénselo!
Twitter: @Juanzuluaga03