¿La culpa es de todos?

¿La culpa es de todos?

La doble moral nos lleva a que juzguemos continuamente hacia afuera, pero poco hacia dentro

Por: Andrea Carolina Jaramillo Contreras
julio 08, 2020
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¿La culpa es de todos?

El error más grande en un país en conflicto es generalizar las culpas. Usualmente escuchamos decir que la culpa es de todos colombianos por no saber escoger a sus políticos o que la culpa es de gobierno por no saber gobernar. Sin embargo, cuando alguien nos pregunta en una conversación coloquial qué pensamos de alguna situación cercana a nuestras vidas, usualmente decimos quién soy yo para juzgar. Como dice Hannah Arendt, esa tendencia a no sentir la capacidad de juzgar muestra el nivel desconfianza que tenemos a nosotros mismos frente a lo que podemos o podríamos cometer.

Colombia es un país en el que hay un abismo entre lo que dicen las leyes y en el cómo las ejecutamos en nuestras vidas. Ese abismo lleva a que los discursos sean perfectos, pero también a que las acciones estén lejos de estar perfectas. Colombia se caracteriza por tener una de las mejores constituciones del mundo y uno de los procesos de paz más completos en los últimos años. ¿Pero qué hay de la práctica? La práctica se disputa entre un mundo arraigado a unas leyes utópicas y en discursos y prácticas poco morales y éticas que llevamos a cabo en nuestro diario vivir. Esto lleva a que siempre miremos hacia afuera de nosotros, hacia lo que los otros hacen o hacia los que de manera general deberían ser juzgados, pero al mismo tiempo teniendo un principio de dualidad moralista en el que insistimos diciendo yo no soy quién para juzgar, cuando estamos expuestos a situaciones cercanas, pero sí juzgamos sobre generalidades culpando sistemas, gobiernos y culturas.

Esta doble moral nos lleva a que juzguemos continuamente hacia afuera, pero poco a nosotros mismos como personas, principio fundamental para construir paz desde adentro. La paz se hace desde las relaciones y principalmente desde la relación y la reflexión con nosotros mismos. Desafortunadamente a eso poco le invertimos los colombianos. Le dejamos poco a esa capacidad reflexiva de pensarnos nosotros más allá de las leyes. Si le apostáramos más a enriquecer una cultura ciudadana, una cultura de paz, una consciencia colectiva o una concienciación podríamos pensarnos diferente como colombianos. Crear una unidad entre el pensar, sentir y actuar nos llevaría a ser coherente con lo que hacemos y decimos.

La acción humana en nuestro país ha sobrepasado lo que está escrito. Muchas acciones de maldad ya ni caben en una condena porque sobrepasan toda violación humana ¿Y qué haríamos entonces frente a esto?, ¿inventar más leyes, fortalecerlas las condenas o agravarlas?, ¿pero para qué?, ¿para que sean revertidas, modificadas, alteradas o manipuladas? En Colombia ya no necesitamos más leyes, ahora necesitamos más seres humanos dispuestos a reflexionar. Nosotros requerimos equiparar la perfección de nuestras leyes a nuestros sentires, pesares y vivires. Para esto nos falta quedarnos en silencio, repensarnos y evaluar nuestro principio moral y ético, para redescubrir en esencia el significado de la paz, la vida y el compartir. Después de esto ahí si podremos preguntarnos: ¿la culpa es de todos?

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