Corría el 2016 y el uribismo avanzaba en la estrategia de oposición más visceral y agresiva que se recuerde en la historia reciente del país. Una oposición radical y sistemática solo comparable en su dimensión histórica a la promovida por el laureanismo en las postrimerías de La Violencia. El uribismo sustentó su férrea oposición en tres ejes: una sólida oposición parlamentaria (siendo una bancada minoritaria en el Congreso); la promoción de una serie de movilizaciones ciudadanas y un llamado a la resistencia civil ante el inminente desenlace del proceso de paz. Desde esos tres ángulos el uribismo generó una potente matriz de opinión desfavorable al gobierno Santos en un país atravesado por la polarización. Fue una oposición tan efectiva que a los pocos años los llevaría a convertirse en alternativa de poder. El paso más decisivo en ese camino para retornar al poder fue el llamado a la resistencia civil que Uribe promovió en mayo de 2016.
La resistencia civil del uribismo se basó especialmente en el rechazo sistemático al acuerdo de paz. La intención de acabar con lo acordado en la Jurisdicción Especial para la Paz; la Comisión de la Verdad; la Reforma Rural Integral y la elegibilidad política de los exguerrilleros de las Farc. A esa resistencia se sumó gran parte del conservadurismo criollo y un aliado inesperado: una serie de congregaciones evangélicas que desvirtuaron el acuerdo y reforzaron la falaz narrativa del castrochavismo con una supuesta ideología de género. Una fallida estrategia de comunicación por parte del gobierno Santos, la percepción de una mesa de negociaciones distante y las enormes lagunas de información que dejó un acuerdo que muy pocos leyeron, le permitieron al círculo uribista llenar esos vacíos con mentiras y engaños.
Así se movió una resistencia civil que se expresó en marchas multitudinarias en las principales ciudades del país, en la recolección de firmas contra un gobierno considerado ilegítimo (para agosto habían recogido 1.3 millones de firmas) y un único mensaje ampliamente replicado en medios: no más desgobierno, no más Santos, no a las Farc. Sin saberlo, el uribismo adelantó una campaña contra el acuerdo que a la postre les daría la victoria en el plebiscito. Al posicionar en medio de la resistencia civil una opinión desfavorable al proceso lograron tener el control del arco informativo y Santos y su equipo se veían en la penosa tarea de salir constantemente a desmentir cada desinformación o argumento del uribismo.
Por eso cuando Uribe (con Duque al costado) decidió medirse en el plebiscito (siendo una decisión extraña porque hasta cierto punto le otorgaba cierta legitimidad al mecanismo de refrendación del acuerdo) bie sabían que la matriz de opinión alcanzada en medio de la resistencia civil ya le había otorgado cierta ventaja en términos de opinión. La estrategia resultó muy exitosa porque no solo le permitió ganar el plebiscito, sino también reacomodar toda la derecha conservadora en torno al proyecto uribista, sumar sectores evangélicos y proyectarse a la presidencia. Santos pensó que con el plebiscito lograría acabar políticamente con Uribe; sin embargo, esa elección antes le abrió el camino para su retorno al poder.
A cuatro años de ese llamado a la resistencia civil, se hace un nuevo llamado a la desobediencia civil. Ahora, desde otra orilla política y contra el presidente que emergió de esa resistencia civil uribista. ¿Cuál será su desenlace? Todavía es muy pronto para anticiparse, pero sus promotores están decididos (como en su momento lo pensó Santos) a liquidar el uribismo en 2022.