En este texto voy a criticar la baja calidad de lo que algunos denominan la televisión cultural en Colombia, en particular la programación regular de History Channel, transmitida mediante el servicio de algunos de los cableoperadores privados disponibles, particularmente en años recientes.
Recuerdo que en la década de 1990 unos cuantos amigos que se las daban de nerds y hablaban con orgullo de ser televidentes fieles de History Channel, algunos hasta usaban camisetas con el logo de ese canal. En años recientes ese fervor por el canal ha venido cayendo, así como la calidad de su programación.
Aunque la calidad depende del estándar al que se aluda, en el caso particular de un canal sobre la historia de la humanidad, podrían discutirse muchos elementos, desde el enfoque metodológico o expositivo (crítico, hermenéutico, heurístico, entre otros), hasta cuestiones políticas e ideológicas (aunque en Colombia pareciera difícil hablar de política, creo que es más por un problema de falta de educación que por una cuestión de polarización).
Desde una perspectiva financiera es viable señalar que programas como Alienígenas ancestrales son muy fáciles (baratos) de producir, posiblemente por esto también son rentables; un ejemplo de “ahorro” en este tipo de programas se pude apreciar en el reencauche de audiovisuales usados en otros programas; claramente el verdadero defecto de este tipo de programas es la falta de (o el nulo) rigor investigativo.
Por otra parte, vale la pena indagar si hay un sesgo en algunos de los programas de History Channel, en mi opinión en la mayoría, para privilegiar la difusión (aunque mediocre) de los eventos del siglo XX. En este orden, este enfoque puede indicar varias cosas: presupuestos escasos para el desarrollo de nuevas producciones que impliquen profundizar en otras épocas; falta de un enfoque verdaderamente educativo o cultural, de manera que no hay esfuerzos investigativos ni pedagógicos serios, sino que los filtros se centran en el escenario de la espectacularidad (o de la estética, en el mejor de los casos); incluso, sin profundizar mucho en el tema, es posible señalar una postura política, ya sea por la repetición de discursos convenientes para algunos sectores o la eliminación de discursos inconvenientes para algunas partes interesadas, ya sea en transmitir una ideología o en banalizar otras.
De manera congruente con las tendencias en ciencias sociales, podríamos preguntarnos por cuestiones espaciales y no solo temporales, incluso para hablar de historia. En este caso particular, ciertamente a algunos canales culturales les falta un enfoque regional, lo cual se puede explicar por la ubicación de las productoras, pero esto pasa incluso con los canales de televisión nacional (es común que prime una visión del país desde los ojos de Bogotá, por ejemplo, hoy todas las miradas deberían cubrir lo que está pasando en el Atlántico).
Aunque la educación colombiana, en general, suele ser muy eurocéntrica; en algunos canales de televisión “cultural” suele tenerse una visión (norte)americanizada de la historia. ¿Qué debería caracterizar una visión colombianizada de la historia?
En el contexto colombiano, vale destacar que hay programas culturales producidos localmente con muy buena calidad.
De cualquier manera, creo que se han desperdiciado oportunidades valiosas para potenciar el desarrollo de programas educativos en estos tiempos de confinamiento obligatorio, de acuerdo a Julián de Zubiría, en gran medida por la falta de participación de las instituciones educativa, aunque creo que hay más cuestiones estructurales en juego que deben configurarse para entender mejor este fenómeno.
Ya desde hace muchas décadas un discurso trillado (aunque no por ser reiterativo es menos cierto) es el que plantea que a ciertas élites les conviene la ignorancia del pueblo para que sigan votando por las mismas élites enquistadas en el poder; este discurso es difícil de tragar entero, porque a muchas élites les conviene que la población mejore su educación para contar con más mano de obra capacitada. Posiblemente Shumacher lo resumió bien en 1973, en su famoso libro Lo pequeño es hermoso, cuando hablaba de una educación para la emancipación en los países ricos y de transferencias tecnológicas para los países pobres.
Aunque hasta ahora he insinuado algunos defectos del énfasis en el siglo XX en canales “culturales”, en el caso particular de Colombia, es muy curioso la ignorancia (o el olvido) que tenemos de este siglo. Mientras en la mayoría de países de América Latina entre 1950 y 1970 se presentaron dictaduras militares, la reacción a estos fenómenos se caracterizó en algunas regiones por periodos posteriores de políticas de bienestar para las comunidades, con medidas como mejoras en el acceso a la educación de la población; en Colombia realmente nunca hemos tenido verdaderas políticas de bienestar, ni socialdemócratas, ni mucho menos de corte comunista o socialista, lo cual es curioso porque muchos le temen sin haberlas experimentado; por esto en Colombia es ridículo hablar de castro-chavismo, es ingenuo hablar de la tercera vía y es confuso hablar de centro.
En Colombia intentamos solucionar el mierdero de la violencia con la cagada del Frente Nacional (perdonen la vulgaridad en esta metáfora), lo cual naturalizó desde la segunda mitad del siglo XX, lo que en el siglo XXI le llamamos mermelada. Es común que en un país con dos partidos políticos fuertes el poder se alterne, pero usualmente por una dinámica relativamente normal de elecciones; con el Frente Nacional, esa alternancia pactada de antemano, entre liberales y conservadores, fue la incubación del virus que desencadenó la pandemia de la desigualdad y el conformismo del pueblo con las élites (ahora perdonen el oportunismo en esta otra metáfora).
A pesar de que los canales culturales suelen tener una visión muy corta y limitada al siglo XX en la mayoría de su programación, en Colombia, como lo advierten los discursos del fin de la historia, parece que olvidamos todo nuestro siglo XX y el de nuestras regiones cercanas. No me atrevo a afirmar si se trata de un olvido cómodo (por pereza a aprender) o si los medios convencionales realmente son un poder que influyen para que prestemos atención a banalidades y olvidemos lo que realmente importa.