El día que el alcalde William Dau Chamat empezó a ofender todo el gremio de periodistas de la ciudad de Cartagena, acudiendo al epíteto deslegitimador de “periodistas de estómago”, sentí algo de tristeza y una gran perturbación en mi mente.
Estas sensaciones fueron especialmente impactantes si entendemos a nuestros colegas y amigos periodistas, que en su trasegar por esta ingrata actividad han tenido el profesionalismo y la ponderación suficientes para informar y presentar las noticias, honrando siempre la verdad y su juramento periodístico, y que hoy en día vienen siendo maltratados por el enjuiciamiento descalificador y ultrajante del alcalde.
Además, resulta decepcionante y llama la atención ver cómo las redes sociales se han convertido en el medio propicio y preferido para enjuiciar de manera irresponsable al que no está de acuerdo con un estilo y unas actuaciones, pendencieras muchas veces, vulgares unas tantas y otras salidas de tono, por parte de nuestro burgomaestre. No hay duda de que su talante confrontador le gusta a la gente, a esa que muchas veces aplaude y vitorea también a sus verdugos, los que se camuflan en un ropaje mesiánico de salvadores y que medran en un laberinto cretense, donde todo el mundo es corrupto menos él.
Muchos casos parecidos hay en la historia: Enrique VIII de Inglaterra —un rey déspota, autoritario y pendenciero; que rechazó a su madre y a su padre; que se casó seis veces; que coronó su desenfrenada vida de alcoba con la ejecución de una de sus famosas esposas, lo que obviamente incrementó el régimen de terror de su oscuro reinado— era sumamente desconfiado y perseguidor, y su reinado es más recordado por sus arbitrariedades y desenfrenos monárquicos que por las buenas obras que prometía a sus súbditos.
Retornando a lo central, desde esta tribuna queremos decirle al alcalde que no aceptaremos más estigmatizaciones y señalamientos a la prensa de la ciudad de Cartagena. Estaremos preparados, legal y físicamente para atender cualquier ataque que venga desde sus bodegas o desde cualquiera de sus seguidores.
Creemos, alcalde, que usted no debe pasar inadvertido o, lo que es peor, solo ser recordado por las diatribas y confrontaciones constantes con la prensa o con los entes de control. Ojalá en la brevedad de su gobierno pueda entender y aprender que aquel que gobierna debe aceptar la crítica respetuosa y nunca suponer a priori, que no todo aquel que no está dentro de su entorno es corrupto, de estómago o de cualquier adjetivo estigmatizador.
Alcalde, de usted, solo de usted, depende, ser recordado como un Enrique VIII o como un verdadero gobernante.
Posdata. Alcalde, hace tres años lo llamé a su teléfono, a los Estados Unidos, y le pregunté sobre las acciones que tenía en Aguas de Cartagena, a lo que usted de inmediato lanzó la expresión "periodista de estómago" y me colgó el teléfono.