Sí, soy egoísta porque me gusta hacer lo que me da bienestar. He aquí algunos ejemplos.
Lo soy en la calle, cuando saludo a la gente desconocida con una sonrisa e inclinar de la cabeza. Siento bienestar al ver el asombro en sus rostros y la belleza de quienes devuelven el gesto.
Lo soy en las colas del banco cuando alguien tiene más prisa que yo, a quien se le ve el afán por una pronta atención, necesita llegar rápido a otro sitio y no puede creer que se le ceda el puesto. Eso regocija el alma.
Lo soy de conductor al dar paso al peatón que tiene derecho cuando cruza la calle y yo voy a girar en el carro, o cuando el tráfico es interminable y la familia con niños y todo no se atreven a pedir paso, a detener los vehículos para cruzar al otro lado. Los pulgares para arriba no se hacen esperar y eso contenta mi corazón.
También lo soy con la cajera que tendría que pagar un descuadre de caja cuando me ha dado vueltas mayores a las que tocan y se las retorno. Le digo “usted se equivocó” y la primera reacción es defensiva hasta que se da cuenta que la equivocación de la que hablo va a favor de ella y no en contra. O cuando veo que no me han cobrado un artículo en el almacén y me devuelvo a pagarlo, siento que no robé y eso me es satisfactorio.
Soy egoísta al exigirle al médico una atención adecuada —es asombroso lo que la gente aguanta sin protestar ante médicos, EPS y demás—. También lo soy al exigirle al paciente respeto y credibilidad por lo que hago en mi consulta.
Lo soy al ingresar a un ascensor o cualquier sitio y dar el “buenos días” en voz alta, me hace sentir unido a la humanidad.
Soy egoísta al acercarme al conductor que sin ningún impedimento desciende raudo del vehículo que acaba de parquear en sitio para minusválidos y tercera edad y le llamo la atención sobre el civismo y le solicito respeto por dicho lugar. Me hace sentir bien.
Soy egoísta al evitar los noticiarios de televisión que dedican la mayor parte del tiempo a contabilizar muertos, violencia, corrupción. Lo soy porque no lleno mi cabeza de dichas imágenes ni mi corazón de odio o rabia. Prefiero dedicar este tiempo a ver vídeos en que alguien demuestra su talento o supera una circunstancia adversa, ellos me hacen sentir orgullo por la humanidad.
Soy egoísta cuando en un restaurante doy la oportunidad al dueño de mejorar al señalar un alimento mal preparado en vez de comerlo o dejarlo intacto en el plato. (Mucha gente que me rodea no lo hace). También lo soy cuando ante un precio que considero exorbitante me abstengo de hacer el consumo, por más recomendado que haya sido el sitio.
Pero no soy del todo egoísta, no logro serlo ante lo que todavía considero un atropello como lo son el policía demandando mordida; el motociclista zigzagueando; quien mata a otro ser humano justificándolo en “el bien” —qué contradicción—; o en el político y el empresario que acuerdan un “extra” para otorgar y obtener el contrato.
Pero, sobre todo, soy Egoísta con mayúscula al escuchar las historias de la gente que pasa por mi vida de forma casual. Me hacen valorar lo que son las personas, refuerzan mi visión optimista de la humanidad. Y no crean que todo en mi vida ha sido color rosa, no señores, también he pasado “duras y maduras” pero a medida que soy el tipo de egoísta que relato aquí, me llega cada vez más solo gente buena. Ojalá recuperemos un “egoísmo positivo”, el que piensa en el otro. Ojalá retorne la urbanidad de Carreño o sea el civismo como forma de relacionarnos.
