Se terminó nuestro mundial: quedamos eliminados en cuartos de final por el pentacampeón mundial sin bajar la cabeza ni un sólo segundo. Nos despedimos de la cito orbital jugando el mejor fútbol del campeonato, sacando la cara por el buen fútbol en un torneo opacado por los malos arbitrajes y la despedida prematura de varios grandes. Sin titubeos puedo decir que a pesar de no estar entre los cuatro primeros nos vamos como el mejor equipo del campeonato, con el que por ahora es el máximo goleador, con Cuadrado como máximo asistidor, con un portero imbatible y con un grupo que con su juego y su alegría puso a gozar al país durante los veinte días que estuvo en competencia.
Me siento orgulloso de ser colombiano. Me enorgullezco de esta selección y así como mi padre me ha contado las hazañas de la selección del 93 yo le contaré a mis hijos y a mis nietos que en 2014 vi a Colombia jugarle de igual a igual a Brasil en casa del Scratch, les diré que vi al gran James Rodríguez, luciendo la 10 en la espalda, anotar goles de leyenda que nos llevaron a donde jamás habíamos llegado. Podré contar que vi con mis propios ojos a Ospina sacar balones que cualquier otro portero habría tenido que ir a buscar al fondo del arco, que vi a Cuadrado hacer una asistencia de taco, que vi a Yepes y a Zapata quitar balones por detrás sin tocar al rival devolviéndole el aliento a todo un país cuando parecía que el gol era inevitable.
Ya viejo sentaré a mis nietos en mis rodillas y les hablaré de la mejor selección Colombia de la historia. Ellos oirán maravillados de un equipo que rompió con su pasado, que se rebeló y que quiso ir más lejos. Conocerán como una leyenda, como un mito la historia de una Colombia tan valiente que miró a Uruguay a la cara y le clavó dos golazos, una selección que por poco menos de un mes puso al mundo entero de rodillas admirando embelesado su fútbol que por un tiempo se acercó a lo perfecto, un fútbol vistoso, lleno de brillo, una verdadera sinfonía interpretada por artistas que con los pies tocaron la música más hermosa que he oído en mi vida. Una orquesta de 23 hombres que nos puso en lo más alto del fútbol mundial, nos devolvió el amor por esta camiseta amarilla y se ganó el respeto de todos. Solo me queda decir ¡Gracias muchachos!
