Al inicio de la historia de Sófocles aparecen Antígona y su hermana Ismena, la primera le pide a su acompañante que la ayude a rescatar el cadáver de Polinice, su hermano quien perdió la vida a manos de su otro hermano, Etéocles. Creonte, rey de Tebas y suprema autoridad de lugar, ha prohibido sepultar a Polinice, mientras que a su verdugo lo ha mandado enterrar con honores. Antígona no está dispuesta a permitir que su hermano termine devorado por los animales mientras su cuerpo se pudre a la intemperie, para ella algo semejante no solo es un ofensa a su familia, sino que va en contra de la ley de los dioses, que es superior a la de los hombres. Su hermana, por el contrario, cree que desafiar a Creonte es mala idea, pues las pone a ambas en peligro de sufrir una muerte mucho más trágica que la de sus familiares. Al terminar esa primera parte, Antígona se marcha sola a cumplir con su objetivo, mientras Ismena se queda temerosa por la suerte que pueda correr hermana.
Hace unos días, a las afueras de Tarazá, Antioquia, en medio de combates entre grupos paramilitares, fue asesinado Eider Lopera, líder social de la región y vicepresidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda Popales. Después de cometer el crimen, grupos armados al margen de la ley amenazaron a su familia y han impedido que el cadáver sea sepultado por sus familiares. Estos grupos armados, dedicados al narcotráfico y a la minería ilegal, controlan el Bajo Cauca, e imponen la ley en la región, podríamos decir que son la suprema autoridad del lugar.
Las otras autoridades, las oficiales, no hacen mucho, ni las locales ni las nacionales. Por un lado, los dirigentes regionales crean protocolos para el levantamiento del cuerpo, sin embrago no los aplican con prontitud, pues ellos también le temen a Creonte. En Bogotá, conocimos los hechos el fin de semana, a través de la prensa independiente, sin embrago no vemos que se desplacen hacia Tarazá comisiones de Fiscalía, Medicina Legar, Comisiones de DD. HH., u otra autoridad competente. En este caso el Estado, de forma cómplice o negligente, no actúa en beneficio de la población que sigue a merced de estos grupos paramilitares, a pesar de ser la región más militarizada del país.
Nosotros, que siempre actuamos como espectadores de nuestra trágica historia, ya sabemos cómo puede terminar esto, pues hemos pasado por la misma situación una y otra vez. Los constantes combates que ponen en riesgo a la sociedad civil se convierten en la noticia con la que inicia el noticiero del medio día, desde hace más de 30 años. Las múltiples masacres que hacen parte de la memoria nacional, nos hablan de hechos escabrosos, partidos de fútbol que se juegan con la cabeza de algún habitante de la región, torturas y asesinatos cometidos como espectáculo, con música al más alto volumen y a la vista de toda la población, como formas de advertencia para quienes no obedezcan.
El lamentable asesinato de Eider Lopera, el cual se suma a los cientos de asesinatos de líderes sociales en lo que va del año, nos recuerda la tragedia griega que resumir al inicio de este texto, solo que, a diferencia de la historia de Sófocles, nosotros no contamos con Antígona, todos actuamos como su temerosa hermana.
