La noticia del asesinato del campesino y líder social Edier Lopera, un defensor de los programas de sustitución de cultivos ilícitos, a quien los grupos paramilitares que operan en Antioquía no han dejado sepultar causa escozor, más aún cuando somos conscientes de la ineficacia del Estado para hacer presencia en los territorios o, lo que sería una mejor descripción, la cesión que se ha hecho por parte de gobiernos sucesivos a estas agrupaciones, ahora ilegales, para conformar paraestados.
Este hecho hace recordar lo que describe la tragedia de Sófocles, Antígona, traída perfectamente para el caso colombiano por Roland Anrup en su texto Antígona y Creonte Rebeldía y Estado en Colombia. Cabe recordar que en esta tragedia Creonte que se alza como soberano deja insepulto a Polinices hermano de Antígona, permitiendo así que las aves y perros destrozaran el cadáver, diseminando así el horror en el territorio, este hecho convierte a Polinices en un desterrado aún en su muerte, tal como lo señala el autor.
En Colombia, las cifras de desapariciones forzadas ascienden entre los años 1958-2018 a 82.998 personas, según se enmarca por el Centro Nacional de Memoria Histórica, de las cuales el mayor porcentaje corresponde a los desaparecidos por grupos paramilitares y la principal concentración se da precisamente en el territorio antioqueño, como el caso de Polinices, como en el caso de la vereda Caracolí, a dos horas del casco urbano de Tarazá en Antioquía, donde el cuerpo de Edier sigue sin sepultura.
No se debe dejar tampoco de lado el asesinato de líderes(as) sociales que desde la firma del acuerdo asciende a 702 personas, que en su mayoría pertenecen a minorías étnicas y se enmarcaban en la defensa del territorio con procesos como sustitución de cultivos, al igual que Edier y restitución de tierras, elementos que son la clave en el accionar de estos grupos armados paraestatales.
Es así Colombia la Antígona en el escenario del Estado nacional, en Colombia se impide ejercer los derechos de los hermanos(as), los hijos(as), los esposos(as), de innumerables mujeres, hombres, familias y comunidades, que al igual que Antígona desean dar sepultura a sus seres queridos, que como la mujer de la tragedia griega saben que tienen el favor del pueblo colombiano contra las leyes injustas del soberano o de los paraestados que ha permitido establecer a lo largo y ancho del territorio nacional.
Los grupos paraestatales operan en Colombia con el permiso del Estado, no es extraño que defiendan cosas similares actores como el partido de gobierno y los grupos narcoparamilitares, ello en referencia a la no implementación de los acuerdos, principalmente el primer punto relacionado con la Reforma Rural Integral, donde el campesinado, una de las principales víctimas del conflicto armado, tiene mayor relevancia y donde lo que se sigue ejecutando es impedir que las víctimas de desplazamiento forzado retornen al territorio y que se dé la sustitución de cultivos, y principalmente generar que las comunidades sigan inmersas en el horror establecido como ley en los territorios.
El destierro en Colombia se transforma así en la principal manera de accionar de estos paraestados: sacan vía desplazamiento forzado a los habitantes de sus territorios, asesinan líderes y lideresas sociales desarraigando la esencia de las comunidades, desaparecen y dejan sin sepultura a miles de colombianos que otrora habitaran en ellos, se impide el derecho a la tierra y el territorio tanto en la vida como al final de esta, imposibilitando desarrollar el duelo a miles de víctimas que, como Antígona, se aferran aún a un pedazo de verdad y dignidad que pretende ocultar el terror de los paraestados.