Hay una esperanza

Hay una esperanza

Por: Johan Henao
julio 05, 2014
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Hay una esperanza
Imagen Nota Ciudadana

Contábamos con apenas 9 y 10 años, Camilo mi mejor amigo de la infancia y yo, cuando juntamos nuestras escasos ahorros en monedas y compramos un talonario para vender 100 boletas con la ilusión de tener nuestros propios uniformes y armar el equipo con el que competiríamos en el torneo barrial en la placa polideportiva de Manrique en la 45, “Las Águilas Negras”. En aquella época nos inspiraban, Higuita, El Pibe, Asprilla, Aristi, Valenciano, Rincón, El Tren Valencia, Andrés Escobar…una selección fenomenal que evocó mi papá emocionado en su llamada telefónica luego de ver clasificar a la Selección Colombia a Cuartos de Final de la Copa del Mundo por primera vez en su historia. De esos días de mi infancia no recuerdo un solo nombre extranjero por encima de Valderrama, ni una camiseta del Real Madrid o Barcelona en un regalo de navidad, no, siempre eran los equipos locales o La selección Colombia, obvio eran épocas menos invadidas de medios de comunicación y marketing publicitario. Nuestro sueño era el mismo, llegar a jugar como esos héroes que pudieron hacerle 5 goles a un rival tan encopetado como Argentina, con su Maradona en las gradas, en el mítico estadio de River Plate, El Monumental de Nuñez, a los cuales salimos inmediatamente a emular con un picaito en las calles empinadas del barrio, para celebrar la “hazaña”.

Llegamos Favoritos al mundial de USA 1994, según el Rey Pelé, candidatos a quedar Campeones; un mes después es asesinado Andrés Escobar… un niño de 11 años no entiende como uno de sus ídolos puede ser asesinado por los riesgos que se corren en el oficio defensivo, hoy recuerdo esa angustia y ese vacío que queda cuando entiendes que de pronto lo que tanto sueñas no es tan bueno como pensabas, y que alguien perdió su vida por ello, el mismo sentimiento que viví cuando René Higuita fue puesto en prisión por ser “amigo” de Pablo Escobar. No entendía nada, de lo que pasaba alrededor, solo sé que esa fue la sociedad en la que crecí, la sociedad del miedo, de la ley del más fuerte, dónde el narcotráfico se infiltró en todas las esferas de la sociedad, donde se enquistó la corrupción en el poder y la muerte y los asesinatos se nos hicieron parte del paisaje cultural. 1995 el año en que muere mi abuelo entierro mi último anhelo de ser jugador de fútbol, él fue quien siempre me acompañó a los entrenamientos y era él quien más se ilusionaba en verme jugar como profesional, sin él y con las incertidumbres de unos padres divorciados decidí colgar los guayos y optar por lo seguro… estudiar.

Han pasado veinte años aproximadamente, y cada proceso de la selección Colombia indudablemente ha sido el reflejo de lo que es nuestra sociedad, el mundial de 1998 las roscas y los escándalos de técnicos y futbolistas, acompañados por empresarios y periodistas en las giras y los hoteles al mejor estilo de Colombia, una Copa América 2001 “ganada” sin Brasil y sin Argentina para tapar el desastre de los tratados de paz, ni hablar de las eliminatorias a los mundiales 2002, 2006, 2010, dónde un solo técnico convocó 90 jugadores en su proceso, o un técnico en medio de su terquedad convocaba a su hijo a la selección aún cuando el país entero sabía que era un tronco, o aquellos juegos suramericanos donde para quedar eliminados teníamos que perder por más de 7 goles y la Selección Brasil de Ronaldinho nos empaco 9 – 0. Técnicos mediocres, rosqueros y agrandados, dirigentes tramolleros, lagartos y chanchulleros (no pude encontrar unas palabras más coloquiales para describirlos), echaron a perder jugadores como Iván Ramiro Córdoba, Juan Pablo Ángel, Giovanny Hernandez, Daniel Pacheco, entre otros buenos jugadores que no tuvieron la suerte de disputar un mundial.

Hoy gracias a una buena decisión directiva y al magnífico trabajo realizado por Don José Pekerman, Colombia tiene una nueva esperanza, soñamos con un campeonato mundial porque tenemos el jugador revelación del mundial, que es el goleador y el más rendidor en la primera etapa, el jugador más longevo en disputar un mundial, vamos invictos, somos la segunda selección más goleadora después de Holanda, llevamos 4 victorias en línea, hicimos el mejor gol, nos gozamos las celebraciones más vistosas, y sobre todo, se nota la unión en el equipo, el trabajo de grupo, la humildad, la alegría…la esperanza. Hoy tenemos una nueva esperanza y tenemos el más grande ejemplo de que hay otras formas de hacer las cosas y que el esfuerzo y la dedicación tienen sus réditos, así como Rigoberto Urán, Nairo Quintana, Mariana Pajón, Isabel Urrutia, Katherin Ibarguen y los grandes campeones olímpicos colombianos lo han logrado… esta selección nos está dejando una enseñanza profunda y un ejemplo para esos niños que sueñan con hacer lo mismo. Se puede llegar lejos y ser honesto, se puede obtener grandes resultados a punta de sacrificio y dedicación, se puede ser humilde y sencillo mientras se sale en las portadas de periódicos y revistas, se puede soñar con esos héroes de infancia, locales, vecinos de la tierra, que tienen historias comunes a las nuestras, que la lucharon para llegar a donde están ahora; de los cuales no se escuchan rumores de affaires, de rumbas o salidas nocturnas en medio de la concentración. Son la nueva generación, que está inspirando a los pequeños que van creciendo, como mi hermano Martín de 4 años. Hoy desde Buenos Aires a dónde viajé por un sueño, celebro cada victoria como cuando vi a Colombia hacer 5 goles, o cuándo Higuita hizo el escorpión en el mítico estadio de Wembley o como cuando Fredy Rincón anotó el agónico gol del empate frente a Alemania…volvieron esos recuerdos de infancia con mi Padre y mi Abuelo jugando a la pelota. Hoy también sueño con que seamos campeones del mundo y salir a recorrer corrientes hasta el obelisco con la Tricolor puesta… pero la esperanza que tengo es que aprovechemos este momento de máxima alegría y unidad nacional para repensar los caminos y las decisiones que vamos a tomar con la educación de nuestros pequeños, para que la cultura mafiosa desaparezca, y enseñemos a nuestros hijos el valor de la disciplina, la responsabilidad, la perseverancia y el respeto por el otro, dónde no prime la ley del más fuerte sobre el débil, sino que rija la constancia y la entrega por los sueños y el trabajo en equipo…ese sería el logro más grande que obtendríamos después de esta gesta heroica.

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