Y a todas estas, ¿qué piensa una persona que sale a aglomerarse en un almacén de cadena?, ¿acaso necesita el televisor, computador o celular que quería comprar para darse cuenta de que estamos es una crisis mundial y de que Colombia es el cuarto país más afectado en la región?
Definitivamente, el pensamiento de necesidad infundada es el que nos llevará a la declive como colombianos... no escatimamos a la hora de endeudarnos para poder tener lo último en guaracha porque tenemos la creencia ilusoria que nos dice que tener lo último, lo mejor o lo más comprado es equivalente a estatus social, a costa de lo que sea, incluso de la propia vida, como bien lo vimos la semana pasada.
Imagínese por un momento acercarse al supermercado, ver una fila de más de quinientos metros, además de gente atiborrada en parqueaderos y lobbies (algunos con la brillante idea de proteger su cuello con el tapabocas), y aún así quedarse. No sé cuál es la razón que lo motiva a uno a permanecer en el foco de contagio de la ciudad con la esperanza de comprar un artículo que no es de primera necesidad y cuya adquisición pudo aplazarse.
Ahora bien, la ideota del gobierno de permitir semejante riesgo colectivo parece más una treta para impulsar la economía a costa de la vida misma de los incautos colombianos... ¿O será que tal vez quería comprobar que el país sigue sumido en una especie de estupidez colectiva, justo como le interesa? Lastimosamente, seguimos sirviendo complacientes al sistema corrupto y al gobierno, porque arriesgar la vida por un bien material representa la peor forma de corrupción: atentar contra su propia vida por ahorrarse unos cuantos pesos.