Mientras la región se convierte en el nuevo foco de contagios por coronavirus, Colombia enfrenta el reto de contener la propagación del virus. Si bien la situación en comparación con países vecinos como Ecuador, Perú o Brasil es menos grave, lo cierto es que aún falta mucho camino por andar, más aún teniendo en cuenta las medidas que se están aplicando de aislamiento inteligente.
El gobierno nacional ha emitido alrededor de 130 normativas para hacer frente a una serie de problemáticas económicas, sociales, laborales, sanitarias, políticas, territoriales, de seguridad y de gestión pública ocasionadas por la pandemia. Estas medidas tomadas en el marco del estado de emergencia conlleva peligros para nuestra maltrecha democracia; de hecho, algunos sectores han calificado la existencia de un presidencialismo con cierto carácter autoritario. Los 1.100 municipios y 32 departamentos han tomado las respectivas medidas para contener la propagación en sus territorios, circunscritas a los decretos nacionales. También, los recientes brotes del virus en la amazonia colombiana han llevado a que los pueblos indígenas desplieguen todo su saber ancestral y curativo para paliar la escasa atención médica en estos territorios, históricamente desatendidos y olvidados por el Estado.
Desde el punto de vista de la toma de medidas y el ejercicio del poder, predomina la desarticulación y desconexión entre los distintos niveles territoriales, poniendo en evidencia el choque de intereses políticos y económicos. Un ejemplo de ello han sido los desencuentros entre Iván Duque y Claudia López, quienes desde el inicio de la pandemia tomaron distancia sobre temas de vital importancia para el control del brote, como los relacionados con la entrada en cuarentena, el cierre del aeropuerto El Dorado o la reactivación progresiva de sectores económicos. Como si los ánimos no estuvieran lo bastante aireados, la reciente decisión del presidente de ampliar el aislamiento obligatorio hasta el 30 de junio, con 43 excepciones, ha generado el descontento por parte de la alcaldesa, quien sostuvo que “es un engaño decirle a la ciudadanía que hay aislamiento preventivo. No hay tal. El señor presidente acabó la cuarentena”. Para la mandataria, “lo que hay es la autorización de la reactivación económica para privilegiar el empleo. Esa es la decisión del presidente, él asume las consecuencias”.
Sin duda alguna, cada quien ha defendido su posición sobre cómo se debe asumir la prevención en el contagio desde una óptica que equilibre confinamiento para proteger la vida de las personas con reactivación económica, siendo esto un tema que también ha cobrado el protagonismo de la agenda empresarial y financiera. En este juego de contrapoderes, las más perjudicadas han sido las personas del común y el país. Tras un mes de medidas flexibles, las regiones del país, y sobre todo Bogotá, presentan un incremento significativo en el número de contagios; de acuerdo a las cifras, hace quince días el promedio de casos positivos por COVID-19 era de quinientas personas diarias, desde hace una semana se reporta alrededor de mil contagios cada veinticuatro horas. Bogotá se encuentra en riesgo de entrar en alerta naranja debido a que la ocupación de pacientes en las UCI se aproxima al cincuenta por ciento.
Más allá de estas cifras, lo cierto es que la mayoría de los casos no corresponde a los sectores sociales que pueden continuar con el confinamiento mediante teletrabajo, sino a personas vulnerables que deben salir de sus hogares en búsqueda del diario vivir; trabajadores informales que representan cerca del cincuenta por ciento de la economía, y a la mano de obra de sectores de la construcción, la manufactura y los servicios generales.
Esta situación visibiliza dos problemáticas históricas. Por un lado, la consolidación de un modelo de ciudad basado en la segregación socio-espacial, y por el otro, la notoria brecha socioeconómica que por décadas nos ha llevado a ocupar el tercer puesto en el ranking de los países más desiguales del mundo. La situación de emergencia en Bogotá así lo demuestra. Durante las primeras dos semanas de contagios, las localidades con mayor número de casos eran Usaquén. Chapinero y Teusaquillo, es decir, las localidades donde reside una buena parte de las clases media, media-alta y alta de la ciudad. En contraste, hoy se observa que Kennedy, Suba, Bosa, Engativá y Ciudad Bolívar lideran el número de casos positivos por coronavirus; zonas periféricas de la ciudad en los que residen las capas sociales con mayores dificultades económicas y la mayor parte de la fuerza laboral, tanto formal como informal. Se trata de una nueva normalidad que acentúa la crisis y muestra hasta dónde puede llegar la suma de choques políticos, presiones económicas y el desespero de la gente por salir a rebuscar su subsistencia.
Adicional a ello, el desacato, por parte de algunas personas, a las medidas de confinamiento también ha cobrado su cuota en esta difícil situación, y pone de presente la discusión de que no es solo responsabilidad de las autoridades y de las empresas, sino de toda la sociedad, de los ciudadanos y ciudadanas.
En este intrincado camino que nos ha puesto la emergencia social y sanitaria, buscar culpables solo deja como resultado la profundización de la crisis. Se trata más bien de construir un escenario en el que cada quien ponga su grano de arena, siendo conscientes de los deberes adquiridos como ciudadanos y ciudadanas, continuando con las medidas de autocuidado y de distanciamiento social sin perder de vista los esfuerzos conjuntos por apalancar la economía con responsabilidad y, en el cuidado de la vida, y siendo actores activos en debates claves y necesarios como la renta básica universal. El llamado es a cuidarnos y respetar la vida de los demás, a incentivar acciones que reflejen cultura ciudadana, convivencia y participación en los asuntos que nos conciernen. Es un hecho que para enfrentar la pandemia se requiere corresponsabilidad entre la ciudadanía, las autoridades y el sector privado, es necesario sumar esfuerzos y reconocer las voces de los distintos actores para atender y superar la crisis.