La congestión se produjo sólo por lo que más le interesa a la gente: distraerse viendo partidos de fútbol frente a un televisor. En cambio la Librería Nacional permaneció así, desierta en cada una de sus sedes.
Colombia es un país en donde cada habitante lee menos de dos libros por año. Hay que agradecerle a empresarios que todavía pueden creer en poner librerías.
Fueron a gastarse un millón y medio de pesos en una pantalla, en un electrodoméstico que muy seguramente no necesitaban. ¿No que no había plata?
Esto no se trata de ser superior intelectual o moralmente. No todos tienen que leer (aunque no estaría de más), se trata de ver las prioridades.