Confieso que al principio no quise seguirla pero terminé viendo la serie de ficción/realidad llamada El General Naranjo. Me convenció el argumento de que era una historia contada desde el lado de los “buenos”. Tantas veces los canales de televisión, Netflix y otras plataformas, nos han contado historias de los malos que ya uno se aburre de ver estereotipos de narcos, de prepagos y de autoridades venales. Quería ver cómo construían otros estereotipos, porque al fin y al cabo es lo que casi siempre hacen los libretistas de televisión.
Resultó una manera extraña de ver la historia de los últimos 30 años de Colombia desde los ojos de un policía heroico, que pudo con todos los retos que le impusieron sus superiores y fue capaz de controlar a sus hombres y mujeres e inclusive controlar sus propios deseos. Un superhéroe, al estilo de Batman pero con uniforme verde, que le canta la tabla a la DEA, que es capaz de denunciar a sus superiores y decirles de frente a los presidentes de turno lo que está pasando en el país, gracias a la ineficacia del Estado.
En medio de tanta maravilla, dos asuntos se le han salido de mano a los libretistas que terminaron presentándonos a este héroe como un torturador que no se arredra frente a escrúpulos morales para darle con toda al hijo del mexicano, Gonzalo Rodríguez Gacha. Tal vez esta no sea la idea que tiene de sí mismo el general Oscar Naranjo nuestro ex vicepresidente, ex director general de la policía, ex asesor de seguridad de México y muchos ex más. Precisamente, desde una tranquilidad pasmosa, se refiere en una entrevista a esta serie como algo muy distinto a lo que él es. Una fantasía ideada por los libretistas que compraron los derechos de su libro a la editorial que lo publicó.
La otra “descachada” que no parece una historia de buenos, sino de otro cartel más, es la utilización de la mujer como carnada para atrapar narcos, sin pararse en pelos para mandarlas a ejercer de prostitutas o prepagos. Y las dóciles mujeres policías aceptan su destino como el único posible para el género femenino en esa institución. También cabría dentro de esta categoría las tentaciones sexuales del fiel general Naranjo por una subalterna.
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La otra “descachada” es la utilización de la mujer como carnada para atrapar narcos, sin pararse en pelos para mandarlas a ejercer de prostitutas o prepagos
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Claro que hay otros aspectos en esta historia mal contada, aunque bien realizada debo reconocer. Está el hecho de la omnipresencia de Naranjo en todos los casos importantes de lucha contra el narcotráfico en Colombia. No se le escapa ni uno, ni siquiera el caso de un de sus propios hombres que decide pasarse al lado de los malos.
Por supuesto los realizadores tienen cuidado de advertir al comienzo que es una serie de ficción basada en algunos hechos reales. Sin embargo, utilizan el nombre de una persona muy real, que está vivita y coleando, para quien debería ser un halago ser el protagonista de tan pomposa producción. Casi queda listo para ser otra vez protagonista de nuestra historia, pero ahora en un papel superior, el de Presidente de la República.
En estas épocas de pandemia, cuando los medios se han convertido en un consuelo para muchas personas, lo que se dice en la pantalla chica es tan cierto o más que la propia realidad. Lo mismo puede pasar con jóvenes que no vivieron esas épocas aciagas de las que habla la serie. Para quienes están encerrados y quienes no vivieron en carne propia esos 30 años dorados de mi general Naranjo, su figura quedará consagrado como el hombre más valioso en el lado de los buenos y habilitado para llevar sobre su pecho una condecoración más, la banda presidencial.
Por otro lado, en estas épocas en que el mundo entero cuestiona la actitud de los desmanes policiales en la lucha por la seguridad ciudadana, cuando hemos visto que la brutalidad en manos de la autoridad comete asesinatos que quedan en la impunidad, sería conveniente que se le pregunte al general Naranjo si esa es la policía en la que él cree y si esa sería la lucha contra los malos que él orientaría desde la presidencia de la República.