La historia reciente de Colombia está sin duda manchada por el flagelo del narcotráfico, no se puede obviar ese asunto. Sin embargo, este país no comprende cómo un presente de alegría que supone la fiesta de un Mundial de fútbol, en la que todo su pueblo se une en una sola voz sonora y colorida, se ve mancillado y agredido por extranjeros que creen gracioso tomar como burla nuestra dura problemática, haciendo un chiste de ella, a fin de ganar una o varias visitas en sus cuentas personales en las redes sociales.
Este campeonato del mundo de Brasil ha representado para esta Nación casi un mes de intensas alegrías y desahogos en llantos de emoción por el enorme papel que ha cumplido la Selección, representándonos con una gallardía admirable y demostrando un profesionalismo digno de imitar. Pero, aunque los triunfos deportivos sean rutilantes, en las tres semanas que se cumplen de competencia, hemos visto cómo algunos personajes foráneos han utilizados las facilidades que otorga la internet, para hacer de nuestra mala imagen ante el mundo una comedia que resulta indignante.
Es muy difícil para los colombianos escapar a un estigma que nos persigue alrededor de las naciones del planeta, es verdad. Seríamos irresponsables si tratamos de negar todo y hacer como si lo que pasó jamás hubiese ocurrido, por supuesto, no cabe duda. Pretender ser considerados como ciudadanos de primera por el resto de habitantes del mundo es casi una utopía, lamentablemente. Pero vivir el día a día comprometidos con dar un viro de fondo y trascendental (que tomará más tiempo del ya empleado) a nuestra imagen y hacer del nombre de este país uno limpio e interesante, señores, eso es una obligación de todos.
Desde aquel comentario innecesario y salido de contexto del actor y comediante estadounidense Russel Brand, pasando por la publicación ‘descachada’ de la exembajadora de buena voluntad de la Unicef (que, ciertamente, no le queda bien a una persona que ostenta tal cargo), en la que se agrede el buen nombre de James Rodríguez y Falcao García, hasta los desatinados chascarrillos de los dos locutores australianos de la semana pasada, los colombianos hemos visto la manera en la han vilipendiado nuestro nombre y nos hemos mostrado abiertamente molestos y en contra de tales actos, que son de muy mal gusto, sin duda alguna.
Ahora, luego de tanta ‘movida’ mediática de nuestros compatriotas y nosotros mismos, indignados por las publicaciones y locuciones irrespetuosas de hombres de ‘primer’ mundo, y luego de las manifestaciones respectivas de diplomáticos y diferentes entidades nacionales, podría llegar uno a creer que cesarían estos acontecimientos. Qué lamentable que no sea así. El martes primero de julio, por cuenta de un caricaturista belga, nuevamente nuestros futbolistas, así como la Nación en sí, fueron burlados a raíz de un estigma malicioso que cargamos como INRI.
Por supuesto, esa corriente de estos últimos días que han tomado personajes extranjeros de hacerse los chistosos a costa de nosotros es una ofensa reprochable, pero el problema que genera tales burlas es uno de fondo, al cual debemos afrontar, pues es responsabilidad de quienes somos de Colombia luchar contra el flagelo de un mal que muchas veces vemos como normal, a sabiendas de que es nefasto y peligroso. Es grave saber que rechazamos, en el pensamiento, nuestra realidad, pero que así como la despreciamos, terminamos aceptándola y muchas veces favoreciéndola.
Leyendo las opiniones de los internautas en las páginas de los diferentes medios interactivos, he encontrado varios que rezan una idea interesante: ¿cómo pretendemos poseer una imagen diferente a la que tenemos, si nos la pasamos exportando series de televisión que solo muestran narcotráfico y sus afines? Realmente será difícil que en Bélgica u otro país vean una Colombia pura, si la televisión que les exportamos solo habla de cocaína y armas de fuego. Parece, ciertamente, que a veces queremos contribuir a nuestro propio descrédito.
Sí, es feo que nos tilden por cosas que ya no son de la misma magnitud de hace 15 o 20 años. Pero es también patético sentirnos indignados por ser tachados de algo, si eso es lo que le mostramos al mundo. ¿Queremos ser vistos con otros ojos? Actuemos una obra diferente, realicemos actos distintos a los que acostumbramos, construyamos realidades opuestas a las conocidas. Los periodistas radiales australianos dijeron que este país se caracteriza por otro producto que empieza por c, y no es específicamente el café. Vamos a demostrar que ese ‘producto’ no es otro que carisma y un gran corazón.
No será sencillo reflejar una nueva imagen de Colombia ante los extranjeros. Va a resultar un trabajo arduo y lleno de obstáculos, como lo ha sido ya durante tantos años, ser vistos con otros ojos. No obstante, las condiciones se están sirviendo y este Mundial 2014 está siendo la alfombra roja perfecta para transitar un camino limpio y virtuoso; nuestros jugadores han exaltado la condición y el orgullo de ser colombiano y ellos, tan colombianos como yo y como todos, están demostrando que nacer en esta tierra no es un ‘carma’, sino una oportunidad. Vamos a darles la mano y a ayudarlos en esa bella labor, sosteniendo el esfuerzo nosotros, ya una vez terminado el campeonato de fútbol.
