Es una proposición que afirma una verdad demostrable: James-por-James-igual-James-al-Cuadrado. Es el Teorema de Pékerman. Simple y contundente como él. El único argentino que conozco —tampoco conozco muchos— que es inexpresivo, economiza las palabras y no arma un tango con lo que sucede a su alrededor. Porque material para componer más de uno le ha sobrado desde que llegó a dirigir #MiSelecciónColombia. Con la sola lesión de Falcao hubiera tenido suficiente, pero le cayeron encima más lesionados y ciertos comentaristas deportivos de esos que fungen de DT desde la comodidad de las cabinas, debido a que optó por evitar la lujuria de los micrófonos. Ni cortos ni perezosos, estos poseedores de la verdad revelada respondieron al desaire con críticas mordaces y pronósticos muy reservados de lo que sería la participación de Colombia en el Mundial de Brasil. Como José Néstor no formó las alineaciones para darles gusto…
Pero al resto de los colombianos —a los expertos, a los que no tienen ni idea y a los que de fútbol sabemos apenas lo justo para sufrir hasta mordernos las uñas y gozar hasta cantar los goles desde el ombligo— sí que nos ha dado el gusto más grande que Selección nacional alguna nos haya dado. “Siento felicidad, mucha felicidad por todo lo que nos ha pasado. La gente de Colombia lo había buscado desde hace mucho tiempo y estoy feliz por darle esta alegría. ¡Viva Colombia!”, fue lo primero que dijo el seleccionador, al terminar el maracanazo del sábado, en el que no solo vencimos a Uruguay en el estadio que su equipo inmortalizó cuando ganó a Brasil en 1950, sino que por primera vez clasificamos a cuartos de final en una Copa del Mundo. Y gesticuló y se despelucó y sonrió. Sí, Pékerman tiene dientes, señores. ¡Viva Pékerman!
El trabajo que ha realizado con los 23 integrantes de la Selección ha quedado demostrado donde debe ser: en la cancha. Nunca una declaración altisonante, ni un comportamiento arrogante, ni una actitud triunfalista. Por eso la sorpresa ha sido total, nos ha dejado casi sin palabras. ¿De dónde salió esta belleza de equipo, en qué momento se formó? Sabíamos de las buenas actuaciones de jugadores como James, Cuadrado, Ospina, Aguilar, Yepes, Martínez, Quintero, Armero…, en equipos propios y extranjeros, pero de que todos juntos pudieran interpretar una sinfonía en el campo de juego, no teníamos idea, la participación en los encuentros preliminares había sido normalita; solo lo supimos el 14 de junio, durante el partido con Grecia. Y, a partir de esa fecha, con Costa de Marfil, Japón y Uruguay.
“Paso a paso”, al decir de Pékerman, se fue materializando el equipo ideal, en el que cada uno es cada uno, pero, para serlo, necesita del apoyo de los demás. Una filosofía que se nota, dentro y fuera del campo. A pesar de que el promedio de edad no sobrepasa los veintitantos, la madurez ha sido un común denominador. Saben valorar al contrario, sin temerle; celebran los goles, sin cobrárselos; se agradecen unos a otros; bailan al mismo ritmo, sin perder el compás; no disimulan la felicidad, todavía tan genuina e incontaminada; disfrutan con el balón y lo respetan, juegan limpio y con calidad; no provocan ni se dejan provocar; ninguno se siente superior a los diez restantes; los aciertos, aunque sean individuales, los asumen como grupo. ¿Qué más podemos pedir?
Estoy extasiada con esta selección, y eso que he visto fútbol desde niña, de las cuatro hermanas era la única que acompañaba a mi papá al estadio. Y me importa un tamarindo lo que digan grandes exponentes del mundo en el que de ordinario me muevo. Mi admirado Borges, por ejemplo, pontificó en el Mundial del 78 en Argentina: “El fútbol es popular porque la estupidez es popular; yo creo que nadie disfruta con el juego en sí, que es estéticamente horrible, horrible y sonso”. (El pobre no veía bien, se sabe). ¡Bienvenidas la estupidez y la sonsera! Las prefiero a la desvergüenza y la bajeza que acabamos de vivir en la campaña presidencial. ¿O es que alguien se queda con el país del insulto antes que con el del abrazo? Además, si es cierto que el fútbol es el nuevo opio del pueblo, yo, que no fumo, me declaro adicta con tal de seguir caminando sobre nubes. Bastante empantanada es nuestra realidad, una sobredosis de contento, de vez en cuando, no le hace mal a nadie.
COPETE DE CREMA: Brasil no es lo que era y Colombia no es lo que era. Será un partido difícil, pero hay con qué. Podemos ganar. Sin embargo, ya el triunfo es nuestro, nadie nos quita lo bailao. Nadie nos va a borrar de la retina a James Rodríguez mirándose serio en la gran pantalla del Maracaná, tratando de asimilar los golazos que acababa de anotar para la historia futbolística nacional. En esa pantalla, nos miramos todos. Y qué bien nos vimos.