Una de las cosas que ha mostrado la pandemia son las desigualdades en los niveles de desarrollo de los diferentes países. Se evidencian las diferencias de riqueza, o sea de recursos financieros y de infraestructura, pero también que esto se acompaña de grandes brechas en lo que se clasifica como ‘Capital Humano’ -básicamente la educación-.
Pero también aparece otra característica que concreta y permite explicar el porqué de esas diferencias de nivel de desarrollo entre países.
Hoy en día se habla de Capital Social como el principal factor tanto para generar el desarrollo como para medirlo, y la falta de él como la característica del subdesarrollo.
Consiste ese Capital Social en la capacidad de que se manejen fluidamente las relaciones entre los ciudadanos y entre ellos y el Estado. Una sociedad que no necesita controles es naturalmente más eficiente que aquella que si los requiere. La validez de los contratos, la vigencia y aplicación de las leyes, la confianza general en las instituciones, el poder contar con el cumplimiento de la palabra, la eficacia de la Administración de Justicia, etc., permiten que el gasto en controles sea menor y reduce el desgaste (y costo) que implica superar los requisitos y obstáculos que se presentan para lograr un resultado en cualquier gestión; todo trámite implica un control para monitorearlo y el uno y el otro son potenciales fuentes de corrupción; solo la armonía social remplaza la violencia, la delincuencia, la insurgencia, etc.
Además, nada que desmoralice más a una sociedad y contradiga más la formación de Capital Social que el mal ejemplo de reglas hechas para no cumplirse.
Colombia se ha dedicado a pretender que con emitir leyes, decretos, ordenanzas, etc. que nunca se cumplen se subsanan las condiciones que caracterizan el subdesarrollo.
Es bueno hacer claridad en que esto no es algo nuevo ni algo que se inicia con el actual gobierno.
Pero eso no excusa lo que están haciendo el presidente Duque y la alcaldesa de Bogotá al pretender remplazar con normas (y sanciones para quien no las cumpla), lo que debería ser la motivación individual para prevenirse contra el contagio. Mientras todos los países -sean democráticos o no- buscan facilitar la forma para manejar los problemas derivados del covid-19, lo que aquí han llamado ‘cuarentena inteligente’ consiste en generar cada vez más reglamentaciones y más restricciones -acompañadas de los respectivos controles y castigos-.
Cuando el presidente menciona que para la Organización Mundial de la Salud Colombia está siendo un modelo, descontextualiza lo que el funcionario dijo, pues si bien señaló lo expedito que había sido nuestro gobierno en emitir decretos y reglamentaciones también dejó en el aire la duda sobre si tendríamos la capacidad de hacerlos cumplir. Y lo que está sucediendo es precisamente que la cantidad de medidas que se decretan es inversamente proporcional a la posibilidad de implementarlas.
¿Cómo se va a cobrar una multa de un millón de pesos a un vendedor ambulante que infringe el aislamiento porque si no no tiene ingreso para sobrevivir? ¿Cómo se verifica que el ‘abuelito’ que se pasea en la calle sí está dentro de la media hora a la cual tiene derecho tres días a la semana? ¿Qué clase de multa es la que se impone en un municipio a quien no cumpla un toque de queda, y quién y cómo se cobra? ¿Cómo cerrar un centro comercial porque un almacén no verificó un número de cédula? ¿Qué credibilidad o posibilidad de controlarse puede tener una legislación transitoria que lleva más de 200 decretos de emergencia; con innumerables excepciones genéricas (49 en el último); que requieren de ‘protocolos’ específicos para cada caso que se aplica; cada uno con subdivisiones de ‘pico y algo’; y con autorización para que cada autoridad local las interprete según su personal criterio?
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La falta de Capital Social no solo es muestra de subdesarrollo sino tiende a ser remplazado por formas dictatoriales de gobierno
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Pero es que la falta de Capital Social no solo es muestra de subdesarrollo sino tiende a ser remplazado por formas dictatoriales de gobierno. Por eso el uso de la prolongación del Estado de Emergencia para poder seguir gobernando con decretos, o, cuál culto de la personalidad, la aparición del presidente en tiempo preferencial todos los días en todos los canales o la alcaldesa un día tras otro personalmente en todos los noticieros.
Igual que con la impunidad ante el delito, no hay sanción ante el incumplimiento por parte de quienes aspiran y llegan a las instancias de gobierno por fallar en sus responsabilidades en cuanto a defender ese Capital Social. Ni, como en este caso, por acabar con lo poco que tenemos.