No es que se vaya a producir una tragedia pospandemia en Ibagué. Es que ya tenemos una. No se trata de ser agoreros, pero el hecho de que en cifras oficiales (no por ello ciertas ni verdaderas) hayan cerrado 881 empresas por la emergencia, que la ciudad sea la segunda en desempleo en el país (25.1%) con más de 60.000 desempleados formales, que exista una desocupación juvenil disparada, que haya una informalidad desbordante y una enorme cantidad de inactivos nos muestra una verdad de a puño, que no puede tomarse con pañitos de agua tibia ni precedencias y formalismos. Esta es una situación que anticipábamos en una columna del mes de febrero, si no se pensaba estratégicamente sobre cómo actuar frente a lo que se veía venir.
Pero bueno, no se hizo. Hay que ser positivos y dar mensajes de esperanza, pero la mejor forma de hacerlo es advirtiendo y presionado para que no se haga lo mismo de siempre, se piense y actúe desde lo público de forma cuadriculada al afrontar las problemáticas de la ciudad hoy; a que no se actúe con cálculo político-electoral si no que se tomen los riesgos necesarios y las decisiones de avanzada para salir de este atolladero entre todos. Nos toca unirnos, pero no para hacer lo de siempre, sino para buscar otras alternativas y acciones para recuperar la ciudad económica y socialmente.
Bonitos los anuncios y planes luego de la reunión de la clase política, gremial y administrativa con el ministro de Comercio, Industria y Turismo, las llamadas eufemísticamente “grandes propuestas de la reactivación responsable”, a saber: programa especial para emprendimiento juvenil, estrategia para la economía naranja y turismo, fórmula efectiva de rescate empresarial. Pero son lo mismo de siempre.
Para una verdadera reactivación económica y anímica se necesitan otros liderazgos, que pasan por nuevas formas de pensar y actuar. Porque la situación de crisis real que vive Ibagué no da espera, ni tiempo para aprendizajes largos, ni mucho menos improvisaciones con el futuro de todos los que aquí habitamos.
Por pensar desde la misma esquina, con mentalidad lineal y tradicional, esas acciones a largo plazo no serán efectivas si no por allá a finales de 2021 o entrarán en marcha en el 2022, por tanto, no alcanzarán a ser ni siquiera un paliativo frente a la enorme catástrofe social de desempleo, pobreza oculta, situaciones calamitosas económicas de pequeños y medianos comerciantes y empresarios; de los emprendedores ni hablemos, porque son los primeros en haber recibido ya el mazazo y están fuera del ring económico, lo cual causa enorme tristeza.
Se requiere un positivismo de acción inmediata (Santa María, 2020), algo así como: estas son las obras que se comienzan en julio, este es el listado de inversión pública en agosto, aquí están las líneas de crédito para pequeños comerciantes (de 1 a 20 millones de pesos, por ejemplo) que se entregarán a empresas con estas características; ya se tienen 5.000 u 8.000 millones y en septiembre se entregan estos subsidios municipales de alimentación o bonos efectivos a tales familias y sectores pequeños e informales…en diciembre se reactivan o inician estos megaproyectos de vías, infraestructura escolar, escenarios….; es decir, más puntual, al corto plazo. Porque lo que nos está matando es esa mentalidad obtusa y cerrada de quienes están en los cargos públicos y lideran la política local y regional al no entender, pese a las cifras, a las negativas estadísticas, la realidad que los golpea en el rostro a diario, de que no sirve aplicar las mimas fórmulas administrativas de siempre, que para la realidad y el contexto de la Ibagué de hoy son caducas.
Reitero, es por ello que seguir anunciando a futuro, dentro de los cánones de la planeación en administración tradicional es absurdo y torpe, porque son muy buenas las intenciones de atraer empresas en condiciones especiales, de que esa normativa esté lista a finales de este o el año entrante, pero para ello se debe seguir todo el engorroso y formal proceso de acondicionamiento normativo municipal; por tanto, de ahí a que efectivamente abran las nuevas industrias o empresas en nuestro territorio pasarán mínimo dos o tres años, lo ocasionará que el enorme hoyo de la inequidad, la pobreza generada por esta pandemia en la capital tolimense sea tan profundo, que ninguna medida pueda llenar por su elongación.
Alcalde, poca rumba, porque toca ir pensando en las ejecutorias y decisiones día por día, semana a semana y mes a mes, una microgerencia efectiva positiva (Sánchez, 2020); claro que no se puede descuidar el largo plazo y las obras de inversión futura, ejes de desarrollo y demás, pero eso toma importancia cuando la brecha económica y social comience a cerrarse y se convierta en sí misma en impulso de estos. De resto es carreta.