Memoria histórica, Laureano Gómez y su racismo

Memoria histórica, Laureano Gómez y su racismo

Sobre los discursos lanzados por el presidente #42 de Colombia para referirse al Chocó, las comunidades indígenas y los afros colombianos siendo alcalde, ministro y presidente

Por: Ferney Yesyd Rodríguez Vargas
junio 16, 2020
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Memoria histórica, Laureano Gómez y su racismo
Foto: Universidad EAFIT

Tras la muerte del afroamericano George Floyd, en manos de la policía de Minneapolis, se ha levantado el movimiento Black lives matter que ha señalado el racismo estructural de la policía estadounidense. Aunque también, con su internacionalización ha empezado a señalar los símbolos y referentes de una sociedad que ha alabado a personajes que fueron esclavistas o racistas.

Es así como los ciudadanos de Black lives matter retiraron el pasado 7 de junio, en la ciudad de Bristol, Reino Unido, la estatua de Edward Colston, el gerente de la Royal African Company que en el siglo XVIII hizo su fortuna con la compra y venta de 80.000 hombres africanos a América. Los infortunados eran transportados apiñados en barcos insalubres, casi sin comida y sin agua, sin un baño para poder hacer sus necesidades. El rigor del viaje llevaba a la muerte entre el 10 y el 20% de los infortunados viajeros. Al llegar al Nuevo Mundo, una vida de esclavitud les esperaría de por vida.

La ciudad de Bristol le rendía homenaje por haber heredado su fortuna a la ciudad. Sin embargo, aún antes del movimiento Black lives matter ya varios ciudadanos habían presionado para hacer cambiar el nombre de edificios que llevaban el nombre del famoso mercader de esclavos.

En Bélgica, una suerte similar sufrió la imagen del rey Leopoldo II de Bélgica, quien cometió atrocidades en el Congo. En los Estados Unidos, se han retirado estatuas de lideres confederados, que defendieron la esclavitud, mientras la Nascar anunció que la bandera confederada, que se exhibía durante sus carreras sería retirada.

Esta presión por el retiro de símbolos y monumentos está relacionada con la memoria histórica. La forma como los pueblos recuerdan su pasado y de qué forma. La memoria histórica incluye los personajes, fechas, lugares y símbolos que se quieren recordar y exaltar por su significado histórico para un pueblo o nación. Es en este marco de la memoria histórica que se han hecho las protestas que terminaron con la estatua de Edward Colston en el Támesis y de varios otros siendo retiradas.

En Colombia, varios ciudadanos señalaron cómo la Universidad Sergio Arboleda lleva el nombre de un esclavista. Sin embargo, esta es una institución privada, que, al ser ahora el tanque de pensamiento del uribismo, no extraña tal designación.

En cuanto a lo público hay mucho que pensar sobre como nuestra memoria histórica, la de los colombianos, ha sido justa con la igualdad racial, la tolerancia y la bondad. Sin duda hay mucho para revisar y reflexionar.

Llega a mi mente nada más y nada menos que la figura de Laureano Gómez Castro. Presidente #42 de Colombia, electo en una contienda electoral en la que era el único candidato, hábil orador que sembró la polarización y la estigmatización del contrario, para ocasionar que, en una emulación de la guerra civil española (de la que era entusiasta admirador del bando franquista), el país lograse librarse de liberales, izquierdosos y comunistas.

Quienes conocen la historia, saben que su propósito incendiario se logró. Y ese sentido de polarización, odio y destrucción del rival ha sido un lastre para nuestro país, que aún no se ha superado.

Respecto al racismo de Laureano Euleterio Gómez solo hay que recordar sus palabras en un discurso en el Teatro Municipal de Bogotá en 1928:

 “Otros primitivos pobladores de nuestro territorio fueron los africanos, que los españoles trajeron para dominar con ellos la naturaleza áspera y huraña. El espíritu del negro, rudimentario e informe, como que permanece en una perpetua infantilidad. La bruma de una eterna ilusión lo envuelve y el prodigioso don de mentir es la manifestación de esa falsa imagen de las cosas, de la ofuscación que le producen el espectáculo del mundo, del terror de hallarse abandonado y disminuido en el concierto humano”

En el mismo discurso hablando del Chocó dijo que era una región maldita por “El predominio de los negros en una nación la condena al desorden y la inestabilidad política y económica”.

Tales declaraciones dejan pocas dudas sobre el racismo del famoso expresidente.

No obstante, en el país tres colegios públicos llevan el nombre de este personaje evidentemente racista. Un colegio distrital en Bogotá, en la localidad de Engativá, otro en Aguachica, César y un tercero en San Agustín, Huila.

En 1989, al cumplirse el siglo del nacimiento de este pérfido personaje, un Acuerdo del Concejo pidió nombrar la avenida Novena, avenida Laureano Gómez, y erigir un busto al político, que actualmente está sobre la NQS con calle 98.

El famoso puente que une a Barranquilla y Santa Marta, fue llamado “Laureano Gómez” por la Ley 25 de 1966 firmada por el presidente conservador Guillermo León Valencia. Sin embargo, los barranquilleros se negaron a llamarlo por el nombre dado por la ley. Los habitantes de la arenosa lo llamaron Puente Pumarejo, personaje este, con ideas muy contrarias a las de Laureano Gómez.

En varias ocasiones que estas consideraciones de la memoria histórica salen a relucir, no son pocos los que se oponen diciendo que “hay otras cosas más importantes que discutir”. Sin duda la agenda política tiene muchos temas de mayor calado. Pero no puede ser una razón para evadir el debate. Uno porque al hacerlo no se evita la discusión de esos “otros temas más importantes”, y dos, porque los símbolos, figuras y personajes que decidimos que sean exaltados y recordados, hacen parte de nuestra identidad como nación y muestran los valores que decidimos exaltar como colectivo.

El estudio y reflexión, por ejemplo, de las palabras de Laureano Gómez y lo que provocó, podrían llevar a un excelente ejercicio pedagógico que dejen aprendizajes sobre lo que no debemos seguir perpetuando como nación.  La memoria histórica no es intrascendente.

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