Tener hijos en los 80, tenerlos hoy
Opinión

Tener hijos en los 80, tenerlos hoy

No percibo un mundo más seguro hoy y el futuro menos incierto que en los 80. ¿Qué le depara el mundo a los más pequeños?

Por:
junio 15, 2020
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Fui papá en los ochenta y ahora soy “padruelo”: padre con edad de abuelo.  Significa que buena parte de los padres de los compañeritos de mi chiquito de tres años podrían, por su edad, ser hijos míos.

De pequeños, los hijos me han dado la dicha de apreciar y gozar de su infinita capacidad de juego  y aprendizaje, de apropiarse, a su manera, del lenguaje, de imaginar, inventar historias, de retribuir, con creces, el trato y el afecto que reciben.  De entender su total dependencia del mundo de los adultos, su inmensa fragilidad.

Amar a un niño en la vida diaria tiene algún parecido con lo que llaman “mindfulness”, la conciencia del aquí y ahora. Que si un chiquitín de tres años quiere ir al baño, no hay la menor posibilidad de pedir prórroga. Si lo que necesita es jugar, no hay posibilidad de alegar y decirle, por ejemplo, “mira, mientras leo este libro, juega por tu cuenta”. Y ni se diga de las comidas, procesos que requieren trámites complejos que incluyen siempre, la cucharada de sopa por fulanita y toda suerte de negociaciones.

En esta época de pandemia, de reclusión obligada e incertidumbre sanitaria y económica, es obvio que piense en qué le depara el mundo a los más pequeños. Me he puesto a equiparar los escenarios de los 80 y el de hoy. ¿Percibo más seguridad en el 2020?

Mi adorada hija mayor nació cuando gobernaba Belisario Betancur. El muro de Berlín y la cortina de hierro seguían firmes y dos abuelos de 73 años, Reagan y Chernenko, regían los gobiernos de los Estados Unidos y la Unión Soviética en una confrontación mucho más simple y explicable que las muchas que hoy hay.

Belisario ensayaba procesos de paz y Colombia, con el asesinato del ministro Rodrigo Lara, un joven de 37 años, perpetrado por la organización de un narco aún más joven, de 34, se sumergía de lleno en la violencia del narcotráfico. Las guerrillas de las Farc, el EPL el EPL y el M-19 creían en la toma del poder con la correspondiente dosis asociada de violencia.  Comenzaban los asesinatos de los miembros de la Unión Patriótica, que iban cayendo, como hoy los líderes sociales, en medio de la mayor indiferencia, sin que, tampoco como hoy, hiciéramos nada.

Los gobernadores y el alcalde de Bogotá eran nombrados por el presidente y los ministerios eran todopoderosos. El clientelismo, como hoy, campeaba, aunque solo había dos partidos políticos permitidos.

Ha habido cambios en la cultura ciudadana.  Normas sociales como fumar en los aviones y en los restaurantes eran socialmente aceptadas.  Parquear donde le diera la gana a uno y, por supuesto, no llevar el cinturón de seguridad, también.

Era esa, como la de hoy, una época de cambio en la tecnología.  Aunque ya el walkman llevaba algunos años, augurando la era del aislamiento del individuo con la tecnología, aparecían ya los primeros computadores (recuerdo los Macintosh, cubos pesados y costosos) que servían para procesar datos, valga decir, textos y operaciones matemáticas, con una memoria apenas fraccionaria de la que posee un móvil de hoy y que empezaban a trastornar el mercado laboral.

¿Qué cantan los niños?  Muchas piezas siguen vigentes.  Sinfonía Inconclusa de la Mar, de Piero, de los 70, estuvo en el repertorio de los 80 y se escucha aún. Y así con otras como la Ronda de las vocales, la Serpiente de tierra caliente, las infaltables Estrellita, Juguemos en el bosque. Claro, hay muchas nuevas para mí. Por ejemplo, el Cucarrón marrón (“por la mañana muy temprano hoy en la ventana vi un cucarrón que tenía las alas chiquitas, que tenía las alas marrón...”) que mi pequeño amado entona con la misma vocecita de mis hijos nacidos en los 80.

Claro, hoy es la época de Netflix. La saga de Disney de Cars es infaltable, Frozen, películas del siglo XXI para niños. Peppa, (la cerdita y su familia), Blaze, Toy Story, Paw Patrol y el culto por todo tipo de dinosaurios, el conocimiento acerca del meteorito  que los extinguió, y la preocupación por el planeta inculcada en el jardín.  Entonces, en los 80, los niños podían ser atraídos aún por Mary Poppins y, algunos años después, por las primeras versiones del Rey león y Aladino. No había en los 80, por sustracción de materia, la angustia de que una tableta o un celular inteligente cayera en las manos de los chiquitines, asombrosamente hábiles para abrir la aplicación o el video que buscan.

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El mercado laboral del 2030 no será el de hoy y no sabemos cómo deberán prepararse los niños

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Regreso a la pregunta original, la relacionada con la incertidumbre acerca del futuro. Más allá de no saber cómo ni cuándo saldremos de esta época de pandemia, de las consecuencias que sobre la economía y nuestros hábitos habrá tenido en los próximos años, el cambio tecnológico ha sido exponencial. El mercado laboral del 2030 no será el dhoy y no sabemos cómo deberán prepararse los niños.

Preocupante la mínima confianza que hay entre colombianos y entre éstos y las instituciones.  Aunque por entonces no se hablaba del capital social y sus mediciones, me temo que la situación no ha mejorado. La corrupción, la impunidad y el narcotráfico siguen rampantes. Hay esperanza cuando ocurren fenómenos como la elección de la alcaldesa de Bogotá y el alcalde de Medellín, que han demostrado coraje e iniciativa en esta coyuntura pandémica que le mide el aceite a todos.

Quizás lo más preocupante, la indiferencia de la sociedad frente a la pérdida de vidas.  Centenares de líderes sociales asesinados en tres años sin que, como entonces, en los 80 con la UP, hagamos algo para frenar la barbarie. La capacidad de agresión en las redes sociales, medios inimaginables hace 15 años, se suma a los miedos de cara al futuro.

No percibo que el mundo sea más seguro hoy, que el futuro sea menos incierto que en los 80 para los niños.

Lo que sí es una consigna segura: amar y cuidar a los niños de hoy.

 

 

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