Apá, pá, papá, papito, taita, cucho, papi, dari, father, dad, miapá, mi five, mi so, el propio, el preciso, el viejo... cada uno encuentra una de tantas formas de llamarle. Él representa un amor distinto, menos empalagoso que el que se siente por la mamá.
Entender la masculinidad y la paternidad en tiempos donde se replantea y se redefine el género y eso de ser papá... Es bonito serlo, debe serlo, es noble, enorgullece el espíritu. A veces se le da un mayor papel protagónico a la mamá en la crianza. Y no siempre es así de protagonista, aunque a veces, muchas veces, la mayoría de veces, pasa que sí. También, el papá enfrenta jornadas largas y tensas de trabajo, regresa a casa a cumplir con las tareas de la cotidianidad como las que deja la escuela y a los oficios varios de la vida diaria: cambiar pañales, calentar teteros, escuchar a los hijos e hijas sobre un problema, jugar fútbol, basquetbol, hacer de comer, vestir muñecas, completar rompecabezas, armar con piezas de Lego edificios, hacer castillos y buscar la arena, ponerle motor a los carros con la voz, leer cuentos, empijamar los ojos, entender el sueño y quedarse dormido un rato mientras se duerme la hija o el hijo. Después, a alistar uniformes y embolar zapatos o ver noticias o un rato series de televisión o a revisar tareas o a terminar algo del trabajo que no quedó listo en la oficina o descansar de una jornada intensa.
El papá para formar carácter y le aporta sensibilidad, razón, desapego y apego a las ideas que llegan a los hijos con la crianza, como por ejemplo la de dios, la muerte, lo femenino o los masculino. Así es. Así son, afrontan eso, como las mamás. Además, se enfrentan a los propios traumas de su misma crianza y la cuestionan para no repetir a los hijos lo que a ellos les dijeron: los hombres no lloran, parece una marimacho, levántese que usted es un varón, las muñecas son para las mujeres, parece una niña, parece un niño, los hombres no usan rosado, ni las mujeres usan azul, salgase de la cocina que eso es de mujeres, levántese que eso no duele.
Los papás de ahora son alcahuetas, les gusta complacer cuando pueden, cuando les queda dinero de su trabajo para que la hija y el hijo tengan lo que quieren, lo que ellos no tuvieron, lo que les costó tanto hacerse y con el tiempo pudieron obtener. Y si no hay plata se la rebuscan. Ser papá y tenerlo vivo y que haya cumplido su rol de acompañar y fortalecer el crecimiento es mara"b"illoso.
Y quienes no lo tuvieron o se les fue antes del tiempo, la vida ojalá les haya enseñado a vivir si él. Lo único que es necesario es gente que a uno lo proteja y lo quiera, que a uno lo ayuden a resolver dudas, a pararse con fuerza cuando uno no quería hacerlo, porque tenía miedo o no sabía cómo hacerlo. Gente que le enseñé a uno a respetar y ser honesto y el peso y el valor de las ideas. Y eso lo puede hacer alguien que a uno lo quiera tener al lado.
También, uno puede tener dos papás (hombres) que se quieren y, eso, en esta sociedad, no debería ser tan señalado... falta mucho por aprender. Lo que uno necesita de un padre puede venir de la mirada y los puntos de vista de una mujer, tan hombre o más hombre que muchos papás de ahora.
Y, aquellos que tuvieron hijos no deseados o por error de cálculo o lo desearon desde las entrañas, pues a quererlos con ahínco y pulirlos y hacer de ellos una obra, ojalá de arte. Lo que no debería ser es seguir trayendo hijos al mundo a los que no se les enseña a mirar y aprender que se puede ser una contradicción y que de una mala decisión también se sigue siendo.
Si un hombre no se siente suficientemente capaz de ser papá, hay que dar los hijos en adopción u olvidarlos para siempre o dejar que las abuelas y abuelos, si quieren, los que les ha tocado tantas cosas que no pidieron, hagan la crianza.
O si hay tiempo abortar. Y vivir con ese duelo, tan duro que debe ser.
Ser papá no es fácil. Los hombres también abortan. Los hombres lavan, planchan, juegan, crían, es su labor, su compromiso con la nueva generación y con la historia.