¿Cuál es la utilidad de un libro? Puede usarse para muchas cosas, entre ellas, ayudar a equilibrar una mesa coja, limpiar vidrios una vez rasgadas sus hojas o servir como plataforma detrás de un atril (como algunos políticos de baja estatura han hecho en alguna ocasión).
Pero un libro, cualquiera que sea, incluyendo el absurdo que lleva el título de Marbelle, es una fuente de información que explica la lógica de pensamiento de una época en el mundo de las ideas de las culturas.
Y es que la utilidad única, absoluta, total y principal, y que puede considerarse como un propósito sagrado de un libro, es la transformación de una sociedad. Se trata, como diría alguien, de desidiotizar una sociedad de la oscuridad de la ignorancia o, como lo llamaría José Saramago, de salir de la imbecilidad que hunde a un pueblo.
Lo que se puede desprender de la acción equívoca de una imagen en la que unos libros se han convertido en portacuchillos es, primero, que la muy hermosa y encantadora modelo Carolina Cruz no es culpable de la ignorancia en la que está sumida, ya pidió disculpas, es suficiente.
Segundo, es que muestra la terrible realidad en la que está sumergida la sociedad colombiana y, lo más triste, refleja que aún, en personas que se pueden considerar mínimamente racionales (en términos críticos y pensantes), resulta ser una falacia.
Por ello entonces, no resulta extraño que se sigan eligiendo presidentes de la calidad (paupérrima) como Duque (en el caso de Colombia), como Trump (en el caso de EE. UU.) o, lo que peor, como Maduro (en el caso de Venezuela). Mientras tanto, la sociedad se sigue preguntando a sí misma por qué sufre... es en este momento cuando debe continuar los combates por la historia, como diría Lucien Febvre.
Y es posible transformar una sociedad, lo ha demostrado libros como La cabaña del tío Sam (de Harriet Beecher), ¿Qué hacer? (de Nikolái Gavrílovich Chernyshevski) o tantos otros que han sido más útiles que desvarar una mesa coja.