Personas cercanas a Nelson Mandela, cuentan que Graça Machel –su última esposa- no lo dejaba leer periódicos ni ver noticias para evitar que, en un momento de lucidez, el exmandatario terminara enterándose de la penosa pelea en la que se han envuelto sus herederos. Hermanas contra hermanos, nietas contra abogados, tías contra nietos. Todos contra todos. Mandela tuvo seis hijos, 17 nietos, 12 bisnietos y tres esposas. La prensa sudafricana ha sacado a la luz pública la avaricia de la descendencia de este símbolo de paz, todos quieren obtener ganancias o quedarse así sea con las ollas de la casa.
El último escándalo que se registra lo ha provocado Mandla, nieto de Mandela. En el año 2011, el heredero de 39 años, mandó construir un mausoleo en el pueblo de Mvezo, después hizo exhumar sin ningún consentimiento los cuerpos de tres de los hijos del expresidente que reposaban en Qunu y los enterró en un panteón privado. Pero la idea tiene detrás un plan que ha desatado una pelea con el resto de la familia. Mandla desea obligar a que su abuelo sea enterrado junto a sus hijos lo cual significa que debe ser llevado a Mvezo. Todo estaría muy bien si se pensará que el nieto quiere cerca a su abuelo, pero los familiares desnudaron sus oscuras intenciones: Mandla ha estado negociando la transmisión del entierro con una cadena nacional para obtener miles de dólares, además, volver su mausoleo un lugar turístico del cual sacará partido.
Los viejos amigos de Nelson Mandela pronostican lo peor. El acto de su nieto Mandla al haber sacado de la paz de la tumba a su tío Thembekile , su tía Makaziwe y a su propio padre Makgatho significa una afrenta en la cultura sudafricana. Para la gente cercana a la casa real AbaThembu, donde nació Mandela, su lenta y dolorosa muerte fue un mensaje para Mandla por lo mal que ha actuado.
Pero lo que preocupa a los otros 15 contendientes es que Nelson Mandela, antes de morir, postuló a Mandla Zwelivelile como su sucesor por ser el heredero de sexo masculino con mayor edad. Mandla es miembro del Parlamento del partido gobernante, en el Congreso Nacional Africano (ANC).
Por el otro lado están las garroteras entre sus hijas. Jakes Gerwel, expresidente de Sudáfrica, antes de morir fue a visitar a su amigo Mandela. El político presenció cómo dos de las hijas mantuvieron una fuerte discusión, delante del senil Mandela, peleando hasta por la vajilla que iba a quedar en la casa sin quién la usara. A su vez, cuenta la prensa, Makaziwe y Zenani, las hijas mayores del líder sudafricano, han emprendido un juicio contra el bufete de abogados de George Bizos, el hombre que defendió a Mandela en 1964 y lo libró de la pena de muerte. Más que su amigo Bizos se convirtió en su hermano.
La confianza fue tal que el exmandatario decidió encargar al abogado todo el manejo legal de su patrimonio para que sus herederas no lo malgastaran al llegar el momento de abandonarlos físicamente. De hecho, las órdenes de Mandela siempre han sido que sus herederos recibirán las ganancias y reportes de su patrimonio seis meses después de su muerte, incluso, le otorgó un poder legal a Bizos para que éste en virtud de la paz y la armonía retrasara o adelantara la sucesión de sus bienes.
Hace una década Mandela hizo cancelar el funcionamiento de una reproductora grafica que imprimía copias perfectas de las huellas de sus manos y su firma, el africano no quería convertir su imagen en una baratija, aunque los cuadros se vendían en 10 mil dólares. Pues bien, Zenani ha emprendido una batalla legal contra el poder legal de Bizos para que la maquina le sea entregada a ella y poder volver a encenderla.
Makaziwe Mandela, su hija mayor, es la cabeza de 16 compañías en Sudafrica, entre ellas una empresa de vinos con el nombre de su padre. Ella y su hija Tukwini son las personas que más querellas han puesto contra los abogados de la familia. Mientras tanto, otro par de nietas -famosas por una marca de lencería con el reconocido apellido- se han convertido en celebridades de televisión por fungir como nunca lo hubiese hecho su abuelo: protagonizar un reality show en el que gastan grandes sumas de dinero en las tiendas de moda y notorios restaurantes de la capital sudafricana.
En el extremo de la prudencia y del silencio está Graça Machel, última esposa de Mandela y quién lo acompañó hasta su último día. Se sabe que las hijas y nietas del expresidente se refieren a ella como una mujer oportunista que no le dio hijos pero que se acercó por su poder. Las acciones de Graça revelan a una mujer volcada por la defensa de los derechos humanos quien ha dejado por sentado que no le interesa quedarse con la herencia económica de su marido porque ya obtuvo su sabiduría. Los amigos de la pareja aconsejan a Marça, abandonar el país el mismo día que los dioses decideron llevarse a Mandela, así mismo sentencian que sus herederos de sangre son eso; solo perpetuadores de su genética pero no de su legado.