“Un periodista pregunto a la teóloga alemana Dorothee Solle: --¿Cómo explicaría usted a un niño lo que es la felicidad? -- No se lo explicaría -- respondió -- le tiraría una pelota para que jugara.”
Al parecer los humanos no nos hemos cansado de contradecirnos todo el tiempo, día tras día, repitiendo estupideces que escuchamos y proclamando, vociferando afirmaciones las cuales no sabemos por qué, pero las aceptamos y las asumimos como realidades. Son estas afirmaciones las que en gran parte hacen que las personas pierdan su coherencia, y su argumentación se caiga de un solo peso, ya que no sigue una lógica real sino que por el contrario, surge de un paradigma circulante, al cual nos abrazamos sin mayor oposición.
Uno de esos paradigmas, una de esas afirmaciones que generalmente estos pseudorevolucionarios de izquierda, que piensan que la revolución está en ese sentimiento anarquista y opositor acérrimo a todo, sin argumentos, afirman todo el tiempo y toman como bandera el fútbol y sus supuestas repercusiones sobre la comunidad, llegando a decir incluso, con el pecho bien hinchado, la frente en alto y la cara seria, que “el fútbol es el opio del pueblo”.
¡Cuánta sabiduría en una sola frase! ¡Cuánta estupidez puede caber en siete palabras! Palabras, las cuales, generalmente van acompañadas de una expresión que en algún momento originó el poeta romano Juvenal y que la han prostituído para afirmar lo imposible de afirmar y argumentar lo imposible de argumentar, “panem et circenses”, dando a entender que el fútbol es el espectáculo del pueblo, el que se le da para distraerlo, como si de verdad ese espectáculo lograra opacar la grandeza y omnipresencia de la política y la economía.
Repiten esto una y otra vez cuando empiezan eventos deportivos como el mundial de fútbol o los campeonatos nacionales de este deporte, sin ningún tipo de argumentos ni nada que lo sustente, sencillamente argumentando que funciona como factor distractor de la sociedad de los problemas que realmente debería interesarles.
Basta un contra ejemplo para demostrar que el fútbol no es un factor que determine la estupidez de las personas, su irracionalidad y su apatía ante los temas fundamentales que a las naciones les conciernen, basta con nombrar muchas personas, sociedades enteras, que aman el fútbol pero que a su vez se desviven por hacer de la política y de la movilización social, sus armas más pacíficas y fortalecidas para lograr una verdadera revolución. ¿Quién dijo acaso que el fútbol y la revolución son mutuamente excluyentes?
El ser humano, es en estos días, de por sí, apático por naturaleza, está bombardeado de mil y un factor que lo distrae y no juega el fútbol un papel fundamental en esa distracción, sino la rutina, la monotonía y la presión del día a día lo que realmente lo desmotiva a interesarse por aquellos temas que salen de su órbita de intereses propios y egoístas.
Aquel escritor uruguayo, ese que escribió la biblia de los militantes de izquierda en Latinoamérica, ha defendido a capa y espada el fútbol y su papel fundamental en la sociedad, incluso escribiendo un libro al respecto. ¿Y entonces? ¿Es Galeano un distraído más? ¿un apático político más? ¿Es que acaso a Galeano no le interesa la política? ¡Mentiras! Buscamos las justificaciones donde no las debemos buscar, si queremos derrotar la apatía política de las personas, enfrentémosla, pero no vayamos tras un deporte que como cualquier otro proporciona un elemento adicional en la integridad de las personas y no funciona como un distractor.
Leonardo.
