Al aeropuerto de Islas Vírgenes Jeffre Epstein llegaba con su avión Gulftream II repleto de niñas menores de edad. La mayoría eran rubias, largas, esbeltas. Parecían jugadoras de Volleyball. Nadie le hacía una pregunta, de él sólo sabían que era multimillonario y que tenía gustos exóticos, tano que a su avión le habían puesto el sobrenombre del Lolita Express. A la isla se llegaba sólo en lancha. Setenta hectáreas para placer compradas en 1998. Su casa en Palm Beach ya se quedaba pequeña y en esa época ya habían denuncias de vecinos que no entendía porque entraban tantas niñas a la casa del famoso asesor financiero. En las Islas Vírgenes era más fácil acallar los rumores y las fiestas duraban más tiempo.
Así lo nieguen a esa casa extrambótica habían asistido Bill Clinton –se tiene el reporte de que al menos fue 26 veces a esa casa- y el Príncipe Andrés. Ellos dos, ahora que Epstein está muerto, niegan cualquier amistad. Mienten. Cuando Epstein compró el terreno ubicado Great St James Island, por ocho millones de dólares, sabía que nadie contaría nada. Los lugareños callarían y se deslumbrarían al ver tanto poder concentrado, tanta comitiva de lujo, tantos aviones propios y una casa de cuatro mil metros cuadrados que tenía como invitados nada más y nada menos que al hijo menor de la reina de Inglaterra.
Si, muchos de los empleados que tenía Epstein en su isla privada afirman haber visto al Príncipe Andrés de Inglaterra envuelto en un lío de abrazos con Verónica Guffrey. La joven californiana tenía 16 años cuando conoció en Nueva York a Epstein y su esposa Ghislaine Maxwell. Un día la invitaron a su casa en Palm Beach. Ella quería ser masajista profesional. Ellos le prometieron una carrera. Un día, entre los dos, abusaron de ella. Le dieron dinero, viajes e incluso la acercaron a círculos de poder impenetrables. Como asesor financiero Epstein había logrado multiplicar fortunas. Además trataba muy bien a sus clientes. Se hacía sus amigos. Así fue con el príncipe Andrés de Inglaterra.
Ella tenía 17 años cuando fueron a un club de Londres. Bebieron, bailaron, luego regresaron a la casa que tenía Ghislaine en el exclusivo barrio de Chelsea. Antes de que ocurriera la violación por la que Verónica ha denunciado al hijo menor de la reina Isabel se tomaron esta foto
El príncipe Andrés negó ésta acusación. Una entrevista a finales del año pasado lo terminó de dejar mal parado. A él y a su amiga Ghislaine, quien, como esposa de Epstein, era la encargada de reclutar jovencitas para dárselas al depredador sexual.
Son más de 100 las mujeres que han denunciado abusos de Epstein mientras eran asolescentes. El modus operandi era siempre el mismo, llevarla para su mansión de las islas vírgenes y prometerles viajes, carreras exitosas y dinero. Durante años estas mujeres fueron tratadas por la prensa internacional como prostitutas a sueldo de Epstein. En el 2009 lo detuvieron por primera vez con un delito asociado a la prostitución cuando lo que pedían sus víctimas era que lo pusieran preso por abuso de menores. Le dieron diez meses, la mitad del tiempo la pasó en su casa en Palm Beach.
Sólo hasta en el 2018, cuando las denuncias se caían de su propio peso, fue apresado apenas aterrizó en su avión en Estados Unidos. Venía de París, ciudad de la que también reclutaba a sus jovencitas. Lo condenaron y luego apareció muerto en su celda. Tenía 67 años y muchos creen que no fue un suicidio, que alguien pagó para matarlo. En su isla Epstein había invitado a mucha gente importante que temía que hablara.