Contra el lado oscuro del corazón
Opinión

Contra el lado oscuro del corazón

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julio 04, 2013
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En la década del cincuenta una niña de cinco años llamada Minon Druet deslumbraba a Francia con sus torpes pero efectivos poemas. La invitaban a programas de radio y la entrevistaban en la prensa. Las respuestas que daba la niña eran extremadamente precisas e inteligentes como si fuera una lora estrictamente amaestrada. Sus libros de poesía se convirtieron muy pronto en best-sellers. Jean Cocteau lapidario como siempre sentenció en medio del entusiasmo “Todos los niños son poetas, menos MinonDruet”. A lo que se refería el autor de Los monstruos sagrados era que la poesía no es una mujer que uno pueda elegir, sino que ella es la que escoge a su entero capricho

Eliseo Subiela es un hombre que pretende amar a los poetas y a la poesía. De más está decir que este mar no está bien correspondido. Si lo estuviera los poetas que acostumbran desfilar por sus películas no serían las tristes caricaturas que en cualquier momento del filme se le ocurre soltar un  pedo en la cara a sus editores, o colgar en una cuerda de ropa sus más recientes producciones de papel. Además para terminar de encajar en el cliché Olivera ama con fervor a las putas y es con una de ellas con quien puede volar “después de Hacer el amor”.

Además para dejar claro que Subiela es un amante de la poesía ha sacado los poemas que más le gustan del Inventario 1 y 2 del trilladísimo  Mario Benedetti. De Corazón Coraza a Táctica y Estrategia, pasando por todos esos poemas que hacen las delicias de las universitarias con ínfulas de izquierda.

Hace 20 años, recién se estrenó, todos queríamos ser argentinos y soñábamos con emborracharnos y garrapatearle a la puta amada un poema hecho con las entrañas. La visión de Subiela es precisamente eso: la de un adolescente tratando de decir que significa para él la poesía. El problema es que Eliseo pretendía hacerle un gran homenaje a los poetas, esos viejos amigos suyos que nunca pudo conocer. Pero su visión es tan ingenua como la de Oliver Stone con su horrenda biografía de Jim Morrison en The Doors, un tipo mitad patán, mitad borracho, que hace las delicias del público subiéndose a un carro a gritarle al mundo que no lo traten igual a los demás porque él es diferente.

Recuerdo películas profundamente poéticas donde nunca se nombra ni se invoca a la poesía. La gallina hipnotizada en Señales de Vida de Herzog tiene más fuerza que escuchar al octogenario Benedetti recitarle a unas prostituta “Si te quiero es porque sos, mi amor, mi cómplice y todo y en la cama codo a codo somos mucho más que dos” o el gato devorando al ratón en Viridiana se parece más a una imagen poética que ver a Nacha Guevara disfrazada de muerte mientras persigue enamorada al poeta que las seduce a todas. No existe nada más en contravía que buscar poesía recitando versos en el cine cuando nada se le puede comparar a la fuerza onírica de la imagen.

Además hablemos con franqueza, no existe llanto más horrible que el de este actor de pacotilla que es Darío Grandinetti. Creó todo un estilo para llorar y para decir frases grandiosas que según el Califa deberían grabarse en Letras de Oro. Acá en su interpretación del poeta Olivera mostró esa manera tan argentina de decir las frases en el cine, todo supremamente antinatural, rimbombante, cursi… abominable. Uno de los defectos más grandes que tiene el cine argentino está en sus actuaciones, en los diálogos que por lo general recitan con grandilocuencia sus actores.

El lado oscuro del corazón es la quinta película más taquillera en la historia del cine latinoamericano. Las salas de cine se atestaban de parejas que salían temprano de clase de ocho para colarse en la última función. La veían una y otra vez. No importa la estación que estuviera haciendo los tipos entraban con gabardina y algunos con bastón. La noche se llenaba de una estela de hombres disfrazados inconscientemente de Lord Byron. Salían a estrellarse con la luna y allí en cualquier esquina se arrodillaban a declararle su amor incondicional a la amante de turno. Luego que dejaban a la muchacha en la casa se encontraban con otros muchachos disfrazados de Lord Byron y sudando a chorros por culpa de la gabardina se metían en prostíbulo de baja estofa a cumplir con el ritual poético.

Conozco muchos amigos que dos décadas después han quedado atrapados en el personaje de Olivera. Dicen amar fervientemente la poesía, algunos incluso han dejado de trabajar, salieron del sistema porque el profeta Subiela lo había dicho claramente en el tercer acto de Despabílate amor. Por supuesto los dejé de frecuentar. Me cuentan que en su mochila wayuu, en medio del moscatel y el Inventario de Benedetti, casi siempre llevan una copia en VHS de El lado oscuro del corazón. La tienen ahí por si esa tarde encontraran en cualquier esquina a la mujer con la cual ellos puedan volar. Lamentablemente el formato para ver películas ha cambiado pero ellos aún no se dan cuenta. Están fuera del sistema, Subiela les rompió una botella de vino en la cabeza y los bautizó como poetas.

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