La célula cancerosa y sus circunstancias
Opinión

La célula cancerosa y sus circunstancias

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junio 27, 2014
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No quise parecer puritano en la última columna (Alcohol y Cáncer, 20 de junio) subrayando los efectos cancerígenos de la ingesta de alcohol a cualquier dosis. Ni mucho menos dañarlas celebraciones del Mundial. Pero es necesario reconocer, sopesar y enfrentar los riesgos a la salud en nuestros estilos de vida. Por lo que es conveniente precisar algunas recomendaciones prácticas para concluir el tema anterior:

a)              Vigile su ingesta total de alcohol, “conozca sus números”, no se mienta a sí mismo. Esto es tan importante como saber su presión arterial, su nivel de colesterol y su dieta calórica.

b)             Limite su consumo diario a 20g de alcohol (más o menos un trago y medio) si es hombre y 15g si es mujer (un trago al día)

c)               Menos es más: si reduce su consumo total aumentará su salud y longevidad

d)             Si decide ser bebedor habitual conceda siempre un descanso a su hígado, ayunando de bebidas alcohólicas uno o dos días a la semana. Esto ayudará a su recuperación metabólica y reducirá efectos hepatotóxicos (J Psychopharmacol, 2014; 28:3-7)

Estos consejos tienen mucho que ver con el microambiente que rodea a la célula cancerosa, sus circunstancias metabólicas. Y queremos discutir ahora ese aspecto de la neoplasia maligna que la hace un proceso biológico complejo, multifactorial, donde difícilmente puede precisarse una causa única, alcohol o lo que sea. Por eso el manejo de la enfermedad oncológica debe hacerse desde varias perspectivas orgánicas, no orgánicas, nutricionales, personales, sociales y hasta espirituales. Podríamos decir que contra el cáncer todo vale, mientras no aumente el daño al paciente. Esa manera de enfrentar el problema se llama hoy oncología integrativa. Integrativa en dos sentidos: ve el paciente como parte de una familia, como sujeto de un sistema de salud, como ciudadano de una sociedad. E integrativa en su manejo terapéutico que incluye información exhaustiva al paciente, ejercicio físico, buena nutrición, manejo del estrés por varios medios, medicina usual y medicina alternativa.

Conocí este acercamiento multidimensional al problema del cáncer en una conferencia a la que asistí (Programa Cenit, Central de información e intervención integrada en cáncer, Dr. Jorge Enrique Duque Gil) y a mí, educado en el positivismo de nuestras facultades aunque pragmatista en su visión de la medicina, me convencieron. Y me tranquiliza, para qué negarlo, que hay servicios de oncología integrativa en centros de alta calidad como Johns Hopkins, el Memorial de Houston y otros. Existe ya una Society for Integrative Oncology (SIO, Vancouver, Canadá). En el Reino Unido, Perú, Argentina y Brasil se han formado grupos que practican este enfoque. En nuestro país la Clínica del Country en Bogotá y el mencionado Cenit en Cali comparten esta nueva visión de la terapia oncológica.

El primer paso es dar una información exhaustiva al paciente que está esperándola ansiosamente. Desde ese comienzo me gustó esa manera de intervenir el problema pues debemos reconocer una preocupante deficiencia de los médicos para transmitir información a nuestros pacientes. Casi todos quisieran saber más y hay que perderle tiempo a satisfacer esa inquietud de quienes sufren la enfermedad, a pesar del sistema y nuestros miedos (de médicos y pacientes). Muchos problemas, malos resultados y demandas se habrían evitado si con detenimiento, ralentizando como decía un culterano comentarista de fútbol estos días, se hubiera informado al enfermo y su familia.

La intervención nutricional se fundamenta en media docena de pasos. Primero hay que reconocer el papel que desempeñan los alimentos alcalinizantes y acidificantes en el microambiente, lo que hemos llamado circunstancias, de la célula cancerosa. Se incentiva después el consumo de alimentos con alta concentración de antioxidantes. Y en la dieta habitual se recomiendan frutas, verduras y nueces con reducción de proteínas de origen animal y carbohidratos. Un cientificista podría criticar cada una de estas recomendaciones por falta de evidencia publicada de su beneficio. Pero no se trata de recetas infalibles sino de sentido común nutricional. Creo que desde Maimónides no se ha dicho nada distinto.

El ejercicio físico se prescribe y formula como cualquier droga, medido y dosificado para cada paciente en particular. La evidencia muestra que aumenta la sobrevivencia en cáncer de colon y mama, y probablemente en cáncer de próstata. En el cáncer de seno es interesante que la pérdida de peso, entre 2 y 3 kilos, está asociada a mayor sobrevida y menor recurrencia en varios estudios. Subraya este hallazgo el concepto que el tejido graso central, “pancita y llanticas”, es un órgano endocrino asociado a la producción de hormonas como dice un colega. Ahora bien la pérdida de peso debe conseguirse con una buena nutrición y ejercicio.

Además la oncología integrativa incluye en el manejo del cáncer la terapia usual, terapias alternativas y diversas estrategias para disminuir el estrés. Todo vale, si funciona, es un enfoque inclusivo.

 

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