-¡La fiscalía es el ente acusador de toda Colombia! con sus ojos; todos los ciudadanos pasan por el escrutinio de su impecable investigar. A la cabeza de esta institución, está el honorable señor fiscal general quien protege a capa y espada a toda la nación de los temidos criminales y que tiene las características de ser una persona no-politizada e imparcial, siguiendo la encomienda del artículo 3 de la constitución en la que reza que la soberanía reside exclusivamente en el pueblo. Finalmente, no se queda solo en los asuntos de orden público, sino además, se centra en los problemas de los ciudadanos-.
El público ipso facto ríe, ríe a carcajadas de cara a la desgracia. Tal vez es una risa nerviosa, una risa desahuciada de vivir en una comedia dantesca llamada Colombia, la cual, agoniza desde el momento en que unos cuantos, que se hacen llamar guardianes de la democracia, se empezaron a mofar de ella. Y eso tan bonito que se dijo al principio de este párrafo, es solo una fachada que utilizan para dar contentillo a todas las personas y seguir haciendo de las suyas desde las sombras.
Entonces si eso es solo una fachada y es algo que se queda en el papel, me permitiré darles una versión actualizada de lo que es la fiscalía en nuestros días, o para ser un poco más realistas; la versión que ha sido siempre. Digo: la fiscalía no es el ente acusador, es el ente normalizador de los historiales delictivos y que se empeña en mostrarle a todo el país que tener amigos del narco es ser “de bien”. La fiscalía no acusa, normaliza y hasta reivindica a los criminales. Tampoco es de toda Colombia, ni mucho menos pública, este recurso es exclusivo y privado para un sector de atribulados seres humanos, cuya visión de progreso y prosperidad se funda en la miseria y la sangre de otros. Eso quiere decir que por si fuera poco, tampoco es el amparo de los ciudadanos con problemas, ésta más bien se queda resolviéndole los asuntos a los funcionarios desde las comodidades de los escritorios.
Así, esta institución se convierte en el “escampadero” predilecto del séquito de los innombrables, porque cuando llega el momento, rehúyen entre su saco lleno de mañas y sacan una ficha para ponerla en el cargo (tal como ponen a las demás fichas que son de su beneficio) y se mandan de cabeza a montar una figura leal a su imagen y semejanza, pero muy sobretodo; una que en un principio defienda el acuerdo de paz y que luego se retracte de este, ¡Fantástico, tal como nos gusta! Y después de que el séquito enmarca a su peón más importante, que ya sabemos que es el jovial y complaciente presidente, sigue la segunda figura de relevancia para mantener el negocio a flote, el fiscal. Como ya no es extraño reconocer sus muchas cartas bajo la manga, ya queda a nuestra imaginación tratar de desvelar cómo fue el hermético cónclave para escogerlo, y dejando liberar mi creatividad, sería algo más o menos así:
-Niño Duque, por favor escoja tres candidatos y asegúrese de elegir uno que le haya ayudado a hacer los trabajitos de la universidad-
El niño Duque: -Sí, mi presidente eterno. Aquí estoy tomando atenta nota. ¿Qué más desea?
-Uno que sea independiente, independiente para decidir trabajar en lo que queremos. También uno que apenas se posesione, aparte a la fiscal encargada de la investigación de Odebrecht y usted sabe, que no tenga conflicto de intereses-
El niño Duque: -¿pero a qué se refiere con eso de intereses?-
-Sí, me refiero a que no le interese que la gente se disguste si trabaja para nosotros. ¡Ah y uno que diga que no va ser un fiscal de búnker sino de territorios! Claro, eso es importante; que defienda los territorios que tenemos por si algún castrochavista viene a quitárnoslos-
En fin, cerrando el diálogo; a la corte suprema de justicia, no le queda de otra que escoger a alguno de esos tres compinches para que haga favores, mientras que las prioridades son otras. Algunas de ellas son acabar los infames carruseles de contratos (que son más contagiosos que el COVID-19) que siguen en aumento en los tiempos de pandemia, y otra que es ayudar a reparar a cientos de víctimas articulándose con la tan golpeada JEP. Con todo esto espero que esta nueva definición de la fiscalía se guarde bien en la memoria histórica del país, (Si no la destruyen antes), para que en la posteridad, cuando se revise en retrospectiva la política clientelista por la que pasamos, eviten repetir la misma cadena de piedrecitas en el zapato producto de los mal llamados neoliberales.
