Cuando en un país como Colombia las mujeres todavía tenemos techos de cristal que frenan nuestras carreras; cuando las que no viven el machismo abierto y descarado sufren de la violencia y del micromachismo, esa risita descalificadora de nuestros colegas, y cuando por fin se ven cambios, es doloroso que sus resultados sean penosos. Finalmente llega una mujer a la vicepresidencia del país y tenemos un gabinete paritario, pero lo que estamos viendo es que sus actuaciones están lejos de lo mínimo deseable. Los costos serán infinitos porque después de este paso adelante vendrán muchos pasos hacia atrás.
La vicepresidenta Martha Lucía Ramírez cada vez que habla destruye más la imagen de lo que debería ser una mujer en ese cargo; la ministra del Interior después de acumular horrores como mintrabajo, ahora decide ser la ministra de la religión en un país laico; la canciller al frente de un desastre de las relaciones internacionales, decide que su prioridad es tumbar a Maduro cuando es evidente que ni esa debe ser su prioridad y que además en eso ya el país fracasó. La ministra de Justicia fuera de que no conoce cómo funcionan los tres poderes de Estado, no ha podido tomar decisiones para que no se le mueran los presos en las cárceles por el covid-19. Ahora, el presidente Duque nombra como Mintic a alguien que no tienen ni idea del tema. Simplemente es su abnegada subalterna y su nombramiento pone feliz a los Char.
Claro que hay excepciones: la ministra de Minas es una mujer seria y preparada lo mismo que la de Educación, pero estas dos no logran tapar las inmensas falencias que muestran las otras mujeres del gabinete. A la ministra de Transporte la mata su cercanía con Martha Lucía que la ha metido en líos de los cuales se ha salvado de milagro. La pregunta que a todas nos ronda es por qué, en un país lleno de mujeres inteligentes, sucede esta situación y la respuesta es obvia. La mayoría de quienes han llegado a estas altas posiciones lo hacen más por sus relaciones con el partido dominante, en este caso el Centro Democrático, o por ser muy amigas del presidente. La mayoría de ellas no se las ha nombrado por sus méritos personales, por haberse destacado en su carrera sino por su cercanía a quienes están en el poder. El resultado es el señalado.
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Al ministro de Defensa se le está desbaratando el ejército y no se ha dado cuenta; el ministro de Trabajo no ha logrado entender que tiene una bomba social en sus manos
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Lo que está sucediendo con las mujeres también está pasando con muchos de los ministros hombres. Al ministro de Defensa se le está desbaratando el ejército y no se ha dado cuenta en medio de sus frases grandilocuentes; el ministro de Trabajo no ha logrado entender que tiene una bomba social en sus manos, nada menos que el desempleo y el hambre de muchos colombianos; el ministro de Salud no convence en sus presentaciones y no da la seguridad que los colombianos necesitan en medio de esta crisis de la pandemia; el director de Planeación acaba de descubrir a los vulnerables y el Minhacienda, el más inteligente de todos, por fin entendió que es el Estado el que tiene que endeudarse. Sin embargo, puede ser demasiado tarde.
El problema es que aunque todo el gabinete tiene tantas debilidades, es la paridad la que será cuestionada porque las mujeres aún estamos en período de prueba. Y esta acumulación de errores de las ministras es mucho más grave que las falencias de los hombres en el gabinete. Muy injusto, claro que sí, pero esta es la realidad de las colombianas que aún no logramos vivir en una sociedad medianamente igualitaria.
Lo doloroso es que este país tan desigual, tan patriarcal, ahora tiene argumentos de sobra para descalificar el acceso masivo de las mujeres al poder. Esto sucede porque más que la convicción de que era necesario avanzar en darle a las mujeres la oportunidad que se merecen hace siglos, estos nombramientos fueron un paso populista para enviar un mensaje, sin convicción propia, que podría darle al presidente una opinión positiva. Si de verdad hubiese querido avanzar en la equidad entre hombres y mujeres, se habría preocupado por nombrar a las mejores, que además sobran en este país. Por todo lo anterior, es necesario reconocer que las mujeres de este país somos muy, pero muy de malas.
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