Día a día, tras los análisis económicos, sanitarios, sociales y políticos que se hacen desde el inicio de la pandemia, se detalla casi que con lupa la existencia de dos Colombias. Podemos nombrarlas como Colombia Central y Colombia Periférica, aunque, independientemente de eso, ambas tienen las mismas características de precariedad y abandono estatal.
Ahora bien, en la imagen de abajo, hecha por la Unidad de Planeamiento Rural Agropecuario del Ministerio de Agricultura en 2019, está el tiempo que tarda una persona en llegar desde la zona agricola a la zona de consumo, que es el mismo tiempo que tarda una persona en ir a una UCI. Los departamentos con el tiempo más alto son Putumayo, Caquetá, Guaviare, Amazonas, Guainia, Vichada, Meta, Casanare, Arauca, Vaupés y los del Litoral Pacífico.
Visualmente, la gráfica nos muestra una división, en este caso nada más por el trayecto que debe hacer una persona que está a punto de morir. Pero, sin lugar a dudas, eso no es lo único.
Por ejemplo, en términos económicos, los departamentos mencionados anteriormente no aportan individualmente ni siquiera un 2% al PIB nacional, sin contar con que son los últimos en el Indice Departamental de Competitividad y con que no hay cálculos del coeficiente Gini.
Así sucesivamente podemos agregar datos hasta crear automáticamente una muralla que nos separe de ellos por ser países tan altamente distintos, donde incluso desconocen el Ejército y los grupos al margen de la ley proporcionan algo seguridad y un poco de confianza.
Con eso en mente, una de las cuestiones es si un niño de estos departamentos podrá algún día ser un alto funcionario del gobierno, un reconocido empresario, un gran pensador o un activista importante para problemas complejos del país.
Si queremos crear una identidad nacional que nos dé alguna emotividad para sacar el país adelante, hay que incluir también a las personas de esos lugares. De lo contrario, no será posible que todos icemos la bandera y cantemos el himno a las seis de la tarde.
El gobierno debe crear un proyecto de grandes dimensiones para estos departamentos, empezando por invertir mejor el presupuesto (que las porciones más altas de este sean para estos) y mejorar las condiciones económicas (desde la educación, la creación de infraestructura y el aumento del consumo en los departamentos, dándoles visibilidad nacional).
No más túneles para Antioquia, no más becas internacionales para Bogotá, no más ayudas económicas para multinacionales. Alcemos la mirada, que la periferia también tiene derecho a ser como el centro.