Con el temor a equivocarme, a lo sumo, fueron 3 años el tiempo necesario para que este parque quedara sin rodadero, pasamanos, columpios y parte de su piso en tapete. Culpables no son los gobiernos anteriores ni el de turno. Solución a esto tampoco son los venideros.
Responsable es el pensamiento de pobreza, desarraigo y falta de apropiación que caracteriza a las personas que viven en la capital, esas mismas que critican el “regionalismo paisa”; entendido como ese amor de los medellinenses por su tierra, que hasta los ha llevado a ganar varios reconocimientos, entre ellos: ciudad más innovadora del mundo en 2013, "premio nobel de las ciudades” en 2016, mejor destino turístico de Sudamérica en 2018, premio internacional por sus corredores verdes en octubre de 2019, etcétera.
Carencia de raciocinio lleva a creer que afectar una obra de interés común o bien público (como quieran llamarlo) repercute directamente en el gobierno y justifica una forma estúpida de oposición al mismo, como aquellos grandes próceres epacolombianos que tienen la firme convicción de que al atacar una estación de TransMilenio se hace justicia social.
Estoy totalmente seguro que cuando la normalidad vuelva a las calles Bogotá seguirá siendo el mismo patito feo que muy pocos cuidan, que muy pocos respetan y que otros muchos menosprecian. De hecho, pronostico con la firme convicción de administrador público que todas estas acciones en contra de la infraestructura seguirán alimentando el desincentivo a la inversión social prologando y fortaleciendo la teoría de las ventanas rotas.