Cuando hablo de los beneficios de promover el grafiti, hay gente que me mira extraño (hasta feo). Cuando hablo de los beneficios de promover el arte urbano, la gente sonríe y dice “¡qué chévere!”. Esto pasa porque grafiti se asocia con vandalismo y arte urbano con arte y entretenimiento. Y aunque grafiti y arte urbano no son exactamente lo mismo, para mi están en la misma orilla, mientras que vandalismo y entretenimiento están en dos orillas diferentes.
Las2Orillas acaba de cumplir su primer aniversario (¡felicitaciones!) y, en resumen, su filosofía es lograr la tolerancia de pensamiento buscando que coexistan en armonía diferentes opiniones y visiones. En esta ocasión quiero proponer un twist a las orillas para hablar de esos momentos en los cuales la sociedad se beneficia cuando hay orillas que no se conectan o relacionan.
Ver al grafiti solo como vandalismo, como algo sucio, como basura es la mejor manera de convertirlo en un delito. Es la profecía que se autorrealiza. Algo similar pasa con la palabra cultura en Colombia. Cuando uno mira la gran mayoría de convocatorias públicas, es evidente que la visión que tenemos de cultura es que es aburrida, inútil y que está condenada a fracasar. Con este enfoque será muy difícil lograr que Colombia sea un líder mundial en entretenimiento cultural a pesar de la riqueza intangible que reposa en su historia, sus costumbres y su gente.
La cultura podemos verla como un servicio creativo que se transforma en entretenimiento, diversión y recreación, lo cual permite que pueda existir el ánimo de lucro. Sin embargo, en Colombia seguimos insistiendo que la cultura debe ser sin ánimo de lucro. Es un dogma sin fundamento que fomenta una mentalidad de pobre.
¿Por qué limitar convocatorias a personas jurídicas sin ánimo de lucro? ¿Acaso es malo o censurable que alguien quiera ganarse la vida entreteniendo a las personas, resaltando la historia o motivando reflexiones existenciales?
La cultura es desarrollo. La cultura es bienestar. La cultura es riqueza social. Promover la cultura es igual de importante a promover el fútbol y el ciclismo. ¿Por qué nos parece natural que Falcao y Nairo cobren millones por meter goles y ganar etapas pero nos parece de mal gusto que haya empresas que generen una utilidad ofreciendo un producto o servicio basado en la cultura? ¿Será envidia? ¿Será incapacidad? ¿Será estrechez de mente?
Ver la cultura como un mal necesario que se debe subsidiar genera violencia, desigualdad y baja autoestima. Genera violencia porque quien no recibe el subsidio reclama, con toda razón, ¿y a mí por qué no? O quien lo recibe y deja de recibirlo protesta, también con razón, ¿y ya por qué no? Genera desigualdad porque beneficia, no a quienes se lo merecen, sino a quienes “encajan” en las condiciones. Y genera baja autoestima porque se ha demostrado que las personas internamente saben que ganaron por una coyuntura y no por su trabajo.
Esta visión hace difícil que la cultura se convierta en una industria que cree empleos y genere ingresos para el Estado (impuestos). Con esta mentalidad, ¡qué viva la informalidad, la incapacidad, lo aburrido y la cultura!
Nota: Que no se concluya o asuma equivocadamente que estoy proponiendo que la cultura es solamente para hacer dinero. Falso. Simplemente que debemos darnos la oportunidad de ver otra orilla y permitir que haya personas que puedan nadar y vivir a ese lado.
