Debido al actual momento de pandemia mundial, se están haciendo palpables ciertas realidades que, aunque eran problemáticas cotidianas, muchas personas preferían mirar hacia otro lado, se hacían los de la vista gorda. Dentro de estas problemáticas, queda al descubierto una que detona en otras, la incapacidad del Estado colombiano para enfrentar cualquier crisis de salud, social, económica y otras más, y todo por cuenta de su misma esencia corrupta, racista, excluyente, arribista y colonial. En algunos artículos anteriores, he reflexionado sobre la mezquindad del gobierno nacional con los colombianos por dejar a su suerte a las personas de escasos recursos que no tienen ni siquiera para comer, mientras beneficia a los bancos, empresas privadas, a políticos adinerados como los que hacen parte de Finagro y así condena a la población pobre y a la clase media. De esto último, me surge la reflexión de que si esto se hace con los colombianos, entonces ¿cómo están viviendo este difícil momento los migrantes venezolanos radicados en nuestro país?
Es frecuente escuchar a muchos colombianos denigrando de la condición actual de miles de venezolanos y sobre todo reivindicando posturas xenofóbicas como las de tipo “con qué derecho piden y piden tanto” “por qué no se van para su país” “vinieron a quitarnos todo” y otro sinnúmero de categorías despectivas y estereotipadas que se han creado alrededor del fenómeno migratorio, desconociendo que este es una condición de la vida humana y contemporánea, lo cual hace de la movilidad humana una necesidad individual y familiar y así, como hoy existe un fenómeno migratorio de venezolanos a Colombia, no podemos olvidar que desde la década de 1950 nuestro país empezó su oleada migratoria hacia el vecino país, acrecentándose en los años siguientes por el boom petrolero (1970) y luego por nuestro conflicto armado. Se llegó a hablar de más de cinco millones de colombianos en Venezuela que, en medio de la incertidumbre lograron paulatinamente establecerse y lograr buenas condiciones de vida con derechos como salud, educación y vivienda; derechos que la Revolución bolivariana, antes del bloqueo económico ayudó a garantizar.
La comprensión del fenómeno de migración y la mitigación de sus consecuencias debe estar en cabeza de los Estados porque son estos los que en últimas reciben los recursos de la cooperación internacional, por lo cual deben crear políticas públicas que logren contrarrestar crisis como la actual pandemia, pues seguramente la condición actual de los venezolanos, dejados a su suerte por carreteras y cruces clandestinos, sería diferente si realmente se llevaran a cabo políticas más incluyentes que al menos den cuenta de los 950 millones de dólares que desde el 2017 Colombia ha recibido para atender el fenómeno migratorio venezolano, pues se escuchan más las quejas de los funcionarios, argumentando que aquellos no son suficientes, pero muy poco se escucha sobre alguna rendición de cuentas de qué pasó con los mismos.
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La suerte de los venezolanos sería diferente con políticas más incluyentes que al menos den cuenta de los USD 950 millones que desde el 2017 Colombia ha recibido para atender ese migración
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Seguramente, si comparamos los recursos con el número de venezolanos en el país, estos no alcanzan, porque de acuerdo al censo de febrero de este año hay 1 825 000, de los cuales el 56 % no tiene documentación al día, según Migración Colombia. Sin embargo, la situación de estos es aún más grave si tenemos en cuenta la encuesta telefónica que el Grupo Interagencial de Flujos Migratorios Mixtos, coordinado por la Organización de las Naciones Unidas realizó entre el 31 de marzo y el 8 de abril del presente año a 737 hogares venezolanos; solo de esta pequeña muestra, el 95 % de las familias migrantes venezolanas tiene necesidades de alimentación, el 53 % requiere apoyo para pagar arriendos de vivienda, al 45 % le urge tener acceso a empleo o medios de vida y lo más grave es que lo que va del confinamiento, solo el 15 % puede hacer tres comidas al día y el 30 % no lava sus manos adecuadamente porque no tiene acceso a agua, estas preocupantes cifras, más la de los venezolanos que están regresando a su país por corredores ilegales dan cuenta del peligro de contagio por covid-19 en el que se encuentra esta población migrante.
Además de esta falta de atención y políticas públicas para los venezolanos, se suma la falta de cooperación y coordinación entre los dos gobiernos, pues Colombia en lugar de brindar solidaridad lo que ha hecho es azuzar los odios mundiales, patrocinar el bloqueo económico contra el vecino país y promover una invasión, lo cual hace que los esfuerzos tengan que dirigirse a acciones defensivas y no a acciones humanitarias, hecho que puede rebotar contra Colombia, ya que si están pensando que bajo estas modalidades puede haber un retorno masivo, se equivocan y las cifras no me dejan mentir; a la fecha, según Migración Colombia, solo se han devuelto 1526 venezolanos.
La situación actual de los migrantes venezolanos aunado a la problemática de desigualdad, pobreza y exclusión que desde antaño padecen millones de colombianos representa una bomba de tiempo que si el gobierno nacional no atiende con responsabilidad y eficacia sino por el contrario, todo su aparato corrupto de funcionarios pillos, tal cual atracadores de calle, se siguen robando la plata y traficando con la miseria, el escenario poscovid se torna poco esperanzador, distópico, de terror, al tiempo que, quizá, sea también la posibilidad de nuevos escenarios políticos de lucha social con nuevas subjetividades emergentes de este hervidero que encendió la pandemia.
Así las cosas, un escenario poscovid puede tornarse desde ya en la urgencia de un nuevo pacto social, económico y ambiental construido por los postergados de siempre y por un amplio número de personas de la clase media-alta que desde ya va perdiendo sus comodidades por la recesión económica. Por esta razón, me atrevo a afirmar que las circunstancias actuales de crisis mundial nos ponen en estado constante de interrogación y posiblemente nos lleve a tejer y pensarnos nuevas formas de relacionamiento con la madre Naturaleza, el planeta y todos los seres vivientes. Y por supuesto, creo también que esta bomba de tiempo pondrá a tambalear las lógicas mercantilistas de la salud, el cuidado, la seguridad alimentaria para permitir otros encuentros multidisciplinarios, plurales, latitudinales, multiespecies y demás escenarios caleidoscópicos.