Hoy muchos jóvenes progresistas tienen miedo. El tío uribista viene a almorzar. Se tomará varias cervezas mezcladas con tragos de guaro. El tío uribista es terco cuando opina, sobre todo es vehemente cuando se emborracha. Dirá verdades absolutas que, si son contradichas las defenderá con la convicción de un cruzado. Si, habrá violencia. Del otro lado está papá el laborioso. Cuando le iba bien llevaba el pan a la mesa de lunes a viernes. Los sábados y domingos tomaba y se sentía legitimado para agredir a su pareja, a sus hijos. Hoy ese hombre proveedor está amargado, no alcanzó para echarle un camaroncito tití al arroz. Habrá resentimiento y violencia.
¿Cuántas mujeres serán violentadas hoy, cuantas asesinadas? ¿Cuántas riñas se desatarán justo a la hora del almuerzo? El asilamiento no los contendrá, igual la Cuarentena en Colombia hace rato se levantó, saquen la cabeza a la calle, huelan, el humano ha dejado el encierro. En las tiendas pueden comprarse todas las botellas que quieran. Las mesas estarán llenas de cabezas de cerdo y aguardiente. El final será tan deprimente como en el funeral de Marmelanov y el resultado será ver a muchas mujeres arrastrar de las mechas a sus caseras y luego salir disparadas a la calle con su fila de hijos desharrapados a pedir un mendrugo de pan. No hay un día más horrible en Colombia que el día de la madre.
El Coronavirus está matando en promedio 13 personas al día en Colombia. En el día de la madre el año pasado murieron 67 colombianos producto de peleas familiares. Es siete veces más letal celebrar con el tío uribista en la mesa que el virus que trajeron de los aviones los colombianos bien. Fueron 67 muertos, 170 heridos y 464 riñas familiares. Los periódicos dijeron que los niveles de violencia se habían bajado. Con el nivel de frustración que embarga a la familia colombiana en medio de esta crisis galopante de desempleo, de falta de ayudas del gobierno, de inoperancia y incertidumbre, es probable que la cifra se multiplique. El encierro está sacando lo peor de nosotros.
Si, será un día de mierda. Papá tomará y volverá a creerse el emperador de su mesa. Mandará, gritará, golpeará. Habrán mamás que se sientan menospreciadas porque un cortaúñas y un juego de limas no son un regalo para nadie, así que protestarán y, papá ofuscado, la sentará de un golpe en la silla de mimbre. Hay hijos que regalarán un nuevo puño en el estómago a sus mamás, lo que se hereda no se hurta y eso es lo que él vio desde pequeño, lo que aprendió: los hombres machos no bailan y golpean a las mujeres.
Amigo, si estás solo en el aislamiento sintoniza la radio y busca una buena salsa, súbele el volumen, evita escuchar los gritos, el llanto. Afuera la familia colombiana celebra unida. Qué miedo.