Aquellos pedazos de tierra que le robaron un trozo al mar, Italia y su amada Sicilia, han sido testigos desde tiempos inmemoriales de métodos poco usuales de defender su territorio. Justo un poco antes de la reunificación que lideró Garibaldi, ya ganaba terreno la extorsión como método de defensa de lo que el legado de la jurisprudencia romana no logró limitar. Por esos días en que los sistemas feudales permitieron figuras como los “gabellotti”, el pueblo italiano aprendió que la extorsión, a manos de quienes por ese entonces cobraban las utilidades de los aristócratas a los campesinos, y que después aprendieron a exceder su poder para obtener un poco más de lo que debían, iba a formar parte viva de su historia y un lío contra el que tenían que luchar.
Fue así como golpe a golpe Italia se hizo un nombre en la historia como cuna de grandes empresas criminales, con estructuras jerárquicas plenamente identificables, distribuidas en clanes y familias, con cabezas visibles, reconocidas a nivel internacional y un goodwill temerario. Desde el siglo XIX, y a punta de violencia, se han colado en la historia nombres como el de la Camorra, la Cosa Nostra y la ‘Ndrangheta, corporaciones del terror que de una u otra forma han manchado la historia de un amor desbordado por toda la península itálica: la triste historia del Calcio.
Diego Armando Maradona: un balón de oro hecho lingotes
Genio del balón, para muchos el mejor de la historia, carismático, polémico, dueño de la zurda genial que tantas alegrías repartió por todo el mundo. Auténtico y tan sincero que entregó al mundo sus debilidades, Diego Armando Maradona llegó a Nápoles procedente de Barcelona con el firme propósito de hacer lo que mejor sabía: magia en el terreno de juego. Recién coronado campeón del mundo con su selección en el Mundial de México 86 y premiado con el Balón de Oro que se otorgaba por ese entonces al mejor jugador del de ese torneo, “El Diego” tuvo que soportar el robo de su galardón a manos de los criminales que por ese entonces azotaban la ciudad italiana.
Salvatore Lo Russo, padrino de la Camorra, informó en 2011, durante un interrogatorio de un juicio al que fue sometido por tráfico de drogas, que el trofeo había sido fundido en lingotes después de haber sido robado del banco de Nápoles en 1989, y que, aún cuando él había tratado de recuperarlo para devolvérselo al afligido “Pelusa”, había llegado demasiado tarde. Tal como lo dijo alguna vez el eterno 10, al llegar a Nápoles y hacerse ídolo de la hinchada, se convirtió de un momento a otro en “bandera de la mafia” y “fuera a donde fuera, allí podía estar la Camorra”. Lo que vino tras su estancia en Italia y el transcurrir de su vida fuera de las canchas fue un auténtico deleite para los diarios amarillistas en todo el mundo. Lo Russo aseguró que le había dado drogas al jugador en varias ocasiones. Maradona no ocultó su adicción y confesó. Su humanidad lo traicionó. La prensa lo condenó.
Fabrizio Miccoli: el triste fichaje de La Kalsa
Hincha a rabiar del Lecce, Miccoli estalló en llanto y no pudo volver al partido luego de anotarle, en 2011, jugando para el Palermo, un gol de tiro libre al equipo de sus amores, dejándolo frente a frente ante el temible descenso. Hombre de sentimientos viscerales, el hijo pródigo de Sicilia vivió un infierno por cuenta de un escándalo en el que terminaron involucrados hijos de la mafia, cobradores y hasta un juez. Cuenta la historia que Miccoli, apoyado en su amistad con Mauro Lauricella, el hijo del capo de La Kalsa, alentaba extorsiones a los dueños de una disco quienes tenían una deuda con el jugador. En otra ocasión, y ahora pecando por buen tipo, las investigaciones revelaron que Fabrizio, con la complicidad de un funcionario de una tienda de telefonía, le habría regalado una tarjeta telefónica SIM “limpia” a Lauricella, es decir, una tarjeta cuyo número no estaba registrado con ningún usuario y que son utilizadas para realizar actividades ilegales sin el riesgo de ser localizado. Por ella, Miccoli terminó envuelto en una acusación por acceso no autorizado a sistemas informáticos.
Sin embargo, y aún con su historial delictivo en blanco, el “Romario de Salento” terminó por defraudar a los palermitanos luego de que se reveló la grabación de una llamada que sostuvo, de nuevo con su amigo Mauro, en la que hacía burla de la muerte de Falcone, juez víctima de la Cosa Nostra por su incesante lucha contra las fechorías de quienes terminaron siendo sus verdugos. Estos relatos, dignos de Mario Puzo, inundaron de lágrimas al jugador en 2013, cuando, al comparecer ante la justicia, se desmoronó pidiendo perdón, agobiado por la culpa de haber hecho burla de tan honorable juez.
Mario Balotelli: un loco en Scampia
Miente totalmente quien asegure ser seguidor del fútbol y se atreva a decir que no sabe quién es Mario Balotelli. De origen humilde, irreverente, violento y con ese aire de arrabal que nos deleita en la cancha, Balotelli es un derroche de talento, cuya mirada refleja un noble amor por el balón, un amor que no tiene medida. Víctima de su ingenuidad, de su personalidad impulsiva e impresionado luego de haber visto Gomorra, la película que narra las andanzas de La Camorra y de otros clanes de criminales napolitanos, Balotelli decidió sumergirse en el famoso barrio de Scampia, un reconocido vecindario ocupado por la mafia y escenario de múltiples vendettas entre mafiosos, con el objetivo de comprobar lo que sus ojos vieron en el filme.
Allí llegó un día de 2010, se paseó por el barrio como una reina popular en cualquier municipio colombiano, se tomó fotos, firmó autógrafos y despeinó chicuelos que apenas si podían creer estar frente al “Loco” Mario. A medida que el tiempo acababa con el día, el ambiente se fue caldeando y los chicos malos no se hicieron esperar. Ellos, como en muchos otros casos, también lograron su trofeo: una foto con el crack del momento. Balotelli era de nuevo noticia. Esta vez no se había peleado con su entrenador, ni había hecho un show en la grama. Ahora estaba vinculado a la mafia. Semejantes mentes las del periodismo mundial. Semejante ingenuidad la del goleador. Autogol de Mario.
Ezequiel Lavezzi: el “gamer” de la mafia
Ezequiel, delantero letal del PSG y quien fue ídolo hace un par de años en la ciudad de Nápoles, terminó jugando Play Station con quien él consideró un amigo durante su estancia en el Napoli: Antonio Lo Russo, hincha de aquel equipo y actualmente líder del clan Lo Russo. Pero esos partidos en el Play, de los que no sabemos el resultado, no son todo y Antonio no era el único amigo del “Pocho”.
Además de Lo Russo, quien hace poco fue capturado en Niza, Marco Iorio, otro hijo de la mafia, también resultó ser conocido de Lavezzi, quien inocentemente le daba a guardar sus activos de valor, en especial sus relojes, cuando tenía que salir de la ciudad. No se sabe si Iorio también guardaba el Play o el control de la suerte del “Pocho”. Tampoco se sabe si fueron rivales de sillón en alguna tarde de ocio.
Lo que sí se sabe es que este señor Iorio también tenía inversiones en refinados restoranes en la ciudad del sur de Italia. En uno de ellos, el Regina Margherita, terminó asociándose con un 10% el legendario central italiano Fabio Cannavaro, quien aseguró haber adquirido su participación por medio de una compra a un vendedor que él nunca conoció. A Ezequiel lo llamaron a rendir indagatoria. A Fabio no pudieron siquiera acusarlo.
El Gela Calcio: un equipo se revela contra el “pizzo”
El amor al fútbol es más fuerte que la extorsión y la violencia con las que las bandas criminales en Italia han manchado el deporte en varias ocasiones. Así, llenos de valentía, surgen equipos como el Gela Calcio, desde la tercera división del futbol italiano, confeso club antimafia desde su reestructuración tras caer en bancarrota allá por el año 2006.
Nacido en plena Sicilia, y con la colaboración del ayuntamiento de la ciudad, el Gela sacó provecho de la popularidad del deporte rey en procura de influir culturalmente en la población y repeler a la mafia. Así, en las camisetas del equipo y las tribunas de su estadio se observan consignas que invitan a acabar con la cultura mafiosa y a no pagar el impuesto a las bandas criminales: el “pizzo”. Honorable labor la de estos héroes, respetables señores, cuyo amor por el balón trasciende las barreras del miedo y la extorsión.
Ahora, a pesar de todo lo anterior, para mí, Diego Armando Maradona, Ezequiel Lavezzi, Mario Balotelli y muchos otros futbolistas representan algo más allá de los errores que todos podríamos cometer. Para mí no hay alegría más grande que levantarse todos los días a revisar los diarios en busca de noticias del equipo que al menos durante una noche nos ha robado el sueño. Noticias de fútbol sobre fútbol, noticias de nuestros ídolos vistos por otros ídolos. Noticias de los genios haciendo genialidades en el escenario más noble del mundo: una cancha de fútbol, un escenario que nunca debió haberse visto tan envuelto de dinero, poder y política.