“Casarse por segunda vez es el triunfo de la esperanza sobre la experiencia”. Samuel Johnson
Perdimos aquellos colombianos esperanzados en sobreponer a las tesis del gobierno respaldadas por la insurgencia, medios de comunicación, ciertos empresarios y la mayoría relativa del pueblo, el debate electoral. Queda reelegido por otro periodo el actual presidente que representa esa voluntad colectiva y el poder económico, sostén de las premisas de paz publicitadas y orientadas desde Cuba, por quienes se sentirán ahora más que nunca legitimados para exigir del gobierno se den los pasos considerados y pretendidos condicionantes de la reinserción en sociedad.
Y no ha sido fácil ni para los electores ganadores, ni para el frustrado movimiento opositor, llevar a cabo la campaña más mediática, marrullera, ofensiva, injuriosa que ha incitado a sentimientos de odio y resentimientos entre colombianos, que en últimas olvidó el ejercicio político de argumentar con programas de gobierno para aceptar los conceptos impuestos por apátridas docto-asesores de campañas electoreras, importadores de ideas del marketing político, preparadas para empañar con suciedades la otrora palabrería promesera de los candidatos.
La consecuencia directa de éste triunfo electoral, es la obligada reeducación que debe someterse el pueblo, por lo menos para estos siguientes 4 años y perpetuarla si queda en firme la decisión de continuar hacia el régimen político que conlleva grandes cambios sociales, o que su fracaso sea tal que amerite al mismo revocar el voto de confianza y retornar a las percepciones de libertad y democracia conocidas por nuestro Estado Social de derecho, en la ahora amenazada Constitución Nacional de 1991.
La generación actual, la que debuta integrándose a la vida política, ha tenido el peor escenario de enseñanza sobre un proceso electoral, y anteriores generaciones que no estaban ajenas a ciertas técnicas, reafirmaron con cierto aturdimiento los conceptos resistidos en el interior de la sociedad.
La traición y la hipocresía, calificados de antivalores morales hoy son realmente atributos inherentes a la actividad política, la utilización de todas la artimañas de la propaganda negra son básicas para el desarrollo y dinamismo del mismo proceso, pues sin la injuria, calumnia, irrespeto, mentiras convertidas en verdades, la campaña caería en una modorra incompetente con el resultado esperado.
Aparte de estos elementos valuados en la ética y moral de la comunidad, tendremos que aprender a idolatrar personajes considerados anteriormente de influencia funesta para la humanidad, pero que ahora en adelante serán reverenciados como paladines de la justicia social y rectores de nuestra conducta: Fidel Castro y su ralea, Chávez y Maduro el Magnífico, los Correas y Evos, el debido respeto a benefactores vivos y muertos, Tirofijo, Reyes, Cano, El mono JoJoy, y la…. a la Dra. Piedad Córdoba, al excelentísimo Dr. Gustavo Petro, el honorabilísimo Señor Timochenko y el muy querido representante Márquez.
Campeará el criterio de los derechos humanos como el que impera favorablemente para quienes militen en los lares del gobierno pero desconocido para opositor alguno, será más fácil acostumbrar al pueblo a los continuos, crueles y despiadados atentados que con violencia explosiva continuarán por parte de la guerrilla en el ejercicio maquiavélico de mantener a sus combatientes activos y de paso insertar la indolencia, indiferencia y resignación en el alma de la plebe sobreviviente.
Ya está la leche derramada, tardíamente aullar y exteriorizar indignación no va a renovar las falsas promesas ni a acelerar el esperado cambio social, es la voluntad mayoritaria obligada a ser respetada y es el gobierno que merecemos en Colombia, por andar buscando seguridad, confianza, respeto, prosperidad y la tan cacareada PAZ.
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Valledupar, Junio 15 de 2014