No existe género más difícil de realizar que el terror. Pareciera que ya no quedan historias que nos obliguen dormir con la luz encendida. Es muy raro ir a una sala de cine y salir aterrado, sentir como los poros de la piel se abren, como boquitas desdentadas, como cuevas diminutas por donde entra el miedo. Los españoles J.A. Bayona y Alejandro Amenabar y el malayo James Wan han sabido mantener el encanto de un buen susto en una época en donde los adelantos tecnológicos y el alto nivel de vida parecen haber erradicado para siempre a los fantasmas.
Pero no sabíamos que en Latinoamerica podíamos tener la capacidad de hacer una gran película de terror. Intentos como la uruguaya La casa muda, la colombiana Al final del espectro o la argentina Sudor frío habían despertado nuestro interés y ateniéndonos al precario contexto les habíamos dado palmaditas en la espalda destacando su apreciable y fallido intento de sorprendernos. Pero de ahí a considerarlas un referente del terror mundial había un trecho enorme.
Esta distancia ha quedado salvada en La casa del fin de los tiempos la ópera prima de Alejandro Hidalgo quien a sus escasos 30 años ha entrado pateando la puerta y socavándolo todo, con la furia del más malvado de los espíritus. La empecé viéndola con todo el escepticismo que puede despertar una película venezolana, creyendo que se trataba de un nuevo fiasco. Los primeros cinco minutos confirmaban ese prejuicio, una mujer vestida de negro, con un pedazo de vidrio en la mano y la cara ensangrentada asesina a un hombre tendido en el suelo y luego ve la imagen espectral de un niño parado en la puerta. Hay gritos, desapariciones y luego unos créditos toscos, chabacanos, dignos de cualquier canal regional.
Entonces, hipnotizado te quedarás viendo los picaportes de las viejas puertas de madera, los mirarás fijamente y observarás incrédulo como empiezan a moverse esquizofrénicos y detrás de ellas, una respiración entrecortada y unas manos aterradas empezaran a tocar con frenesí la puerta del cuarto en donde aterrada, una avejentada Rudy Rodriguez se tapa los oídos y cierra los ojos para no sentir el horror.
Allí, en ese momento, entiendes que estás viendo algo diferente y que contrario a lo que pensabas ya estás en el filo de la butaca, con la boca seca y los pelos de punta.
Hidalgo, quien también escribió el magnífico guion que funciona como un rompecabezas en donde todas las piezas encajan, parece conocer cada vericueto, sótano y rincón que debe tener una casa encantada. La mayoría de ellas, como la Mansión Whinchester o Boleskine House, se caracterizan por su peculiar geometría. Ángulos imposibles, techo cóncavos, salones circulares, escaleras que se entrecruzan y que no llevan a ningún lado, son algunos de los aspectos que ayudan a desubicar y a crear ilusiones ópticas dentro de los habitantes de cada una de estas mansiones. En La casa del fin de los tiempos la principal protagonista es esta imponente edificación creada por un maestro masón, socavada por misteriosas catacumbas. Amenazantes gárgolas y pasillos interminables que harán intolerable la sola idea de recorrerlo en la mitad de la noche. Hay que ver cuantas películas de terror contemporáneas pierden su efecto terrorífico al olvidar que en una historia de mansiones embrujadas la protagonista debe ser ella, con sus rincones oscuros y las grietas centenarias por donde el viento provoca su llanto estremecedor.
Y es justo allí, cuando te tienen agarrado y te han pegado tres sustos inolvidables cuando ocurre un inesperado punto de giro y el horror se evapora y empiezas a sentir lástima, melancolía y sobre todo asombro, porque La casa del fin de los tiempos es una historia que no te deja de sorprender, una película a la que le perdonamos sus cinco minutos iniciales, sus actuaciones un poco forzadas, su catolicismo rampante y sus horrorosos créditos, le perdonamos todo eso porque detrás de la cámara está un maestro en ciernes, un muchacho que con muy pocos recursos supo crear la historia más terrorífica y original que ha dado el género fantástico latinoamericano desde que Borges escribiera El jardín de los senderos que se bifurcan.
Estrenada en el 2013 ha sido un éxito de taquilla en su país, llevando más de 700 mil personas a las salas de cine. Podrá verse en Colombia a partir del próximo 27 de junio gracias a la gestión de Procinal. Si quieren ver algo diferente y original, si ya las casitas del horror no los asustan desde la anhelada infancia, si quieren poner a prueba sus nervios y también su inteligencia, no dejen de ver La casa del fin de los tiempos.
