La actual alerta sanitaria provocada por el coronavirus ha llamado la atención de los gobiernos e instituciones que se han unido para frenar la pandemia. Sin lugar a dudas con las mejoras tecnológicas ha sido más rápido el estudio sobre el comportamiento del virus, generando mayor obtención de datos que darían paso a un tratamiento que desacelere su morbilidad, ganándole tiempo para la creación de una posible vacuna.
El interés de los gobiernos y organizaciones mundial por frenar la propagación del virus tiene nombre propio: no entrar en crisis económica. Ahora bien, en este panorama la economía ha perdido su sentido, pasando de ser el estudio de la humanidad en su quehacer cotidiano a representar el poder monetario de los países. En este sentido, es evidente que la naturaleza es la mayor perjudicada y nos hace un llamado a la reducción en la contaminación de los ecosistemas que nos aportan los recursos para solventar nuestras necesidades y prosperar.
Desde hace más de 350 años con los primeros brotes de la revolución industrial se colocó en peligro la naturaleza exprimiendo de manera brusca los recursos. La industria es el principal contaminante del medio ambiente, es por ello que aproximadamente el 70% de la contaminación atmosférica proviene de países desarrollados. La contaminación ambiental se ha convertido en las últimas décadas en foco de estudio de organizaciones ambientales y expertos preocupados por el futuro del planeta.
La industrialización y el capitalismo, términos hermanos, coloca en cuerda floja la proliferación de la vida. Es increíble que ecosistemas tan resistentes como los desiertos se han visto afectados por la mano invisible que mueve el sistema de producción mundial. Las cintas fluviales que bañan las tierras están siendo contaminadas y algunas están a punto de desaparecer. El caso del río Citarum en la isla de Java, una de las islas más densamente pobladas, nos deja ver la alta concentración de materiales contaminantes que se encuentran presente en más del 90% de su recorrido, causándoles daño a los campesinos que riegan sus cultivos con el agua del río y no ven florecer sus cultivos y además padecen de enfermedades de la piel por el contacto permanente con el río. Otro caso se da en nuestro país, Colombia, con el arroyo Bruno en predios del Cerrejón, el cual se encuentra a punto de desaparecer por el desvío que le han hecho a su cauce para explotar la zona para extraer carbón, un producto que su demanda ha disminuido.
Estos casos reflejan la intensa codicia de las élites que carecen de ética en su modo de producción. Durante siglos, los modos de producción han hecho desaparecer ecosistemas, extinguido especies, contaminando todos los rincones del planeta. Actualmente con la pandemia del COVID-19, la naturaleza nos está hablando, y no se trata de profecías divinas, es un llamado a cambiar el modo de producción que tenemos. La focalización debe estar en cómo nos comportamos al momento de extraer los recursos que nos brinda la naturaleza, reduciendo lo más posible la contaminación. Pensemos, hay miles de buques varados en los océanos repletos de petróleo, ¿En realidad lo necesitamos?
Hay nuevas y mejores formas para generar energías de una manera más pacífica con el medio ambiente. La naturaleza “es un sistema diseñado para funcionar perfectamente sin la existencia humana”. Ella no necesita a los humanos, nosotros la necesitamos a ella. La raza humana es la mayor amenaza para la naturaleza, pero, olvidamos que paradójicamente, somos la especie más vulnerable.
La contaminación ambiental, los desastres ecológicos, cómo la del mar de Aral a manos del socialismo y el descongelamiento de la Antártida por el capitalismo, son claros ejemplos que todos los sistemas practicados permean la proliferación de la naturaleza. Es por ello que la contaminación es un problema histórico que hoy se hace más visible con la pandemia. La alerta actual debe sentar las bases para el cambio en la manera en que nos relacionamos con la naturaleza. Hay que crear cambio en todos los campos, políticos, económicos, culturales, sociales, etc. y agradecer los avances tecnológicos creados, pero, hacer de ellos una herramienta para el mejoramiento de los ecosistemas.
El medio ambiente peligra a manos del hombre y no es por el coronavirus, es por la utilización mezquina y codiciosa a lo largo de la historia que han dejado huellas en la naturaleza. Desde la juventud debemos fomentar mecanismos de protección del medio ambiente y técnicas de cuidado para reducir la contaminación ambiental que se convierte en un problema de todos ya que coloca en peligro la existencia de la raza humana, pero, también de los ecosistemas. El planeta es superpoblado y muchas de esas personas no viven dignamente, existen millones de niños que no tienen acceso a agua potable y alimentos, no tienen acceso a la educación. Hay que crear políticas que busquen la reducción de la pobreza y la desigualdad, porque es lo mismo que mueran mil personas a que mueran dos ya que se trata de un asunto de dignidad, estamos hablando de seres humanos iguales a todos. No son cuentos de hadas, crece la industria, crece la contaminación, crece la población y crece la pobreza. El crecimiento acelerado pone en riesgo la naturaleza que nos da de comer, beber y vestir.
Afortunadamente la contaminación se ha convertido en un asunto público y como todo asunto público está al acecho a la reflexión y la crítica y es por eso que podemos estar alerta si la contaminación del aire empeora, luego de haber recuperado en algo más de un mes, lo que perdió en siglos. Y crear desde lo personal y familiar conductas de cuidado sobre el medio ambiente, por eso invito a todo el público a reflexionar sobre la situación actual del planeta e incentivar a los menores e institutos escolares a promover campañas de cuidado, reduciendo, reutilizando y reciclando lo que más podamos. En Colombia, el claustro educativo tiene la obligación de propiciar cátedras de educación ambiental puesto que así lo rige la ley 115 de 1994 en sus artículos 20, 21, 22 y 23.
La contaminación ambiental, aunque sea principal llevada a cabo por gobiernos y élites, debe despertar reflexión en todas la personas y tomar en serio el rumbo que le estamos dando a nuestro de medio de desenvolvimiento humano. Por ello invito a sentar cabeza sobre nuestro comportamiento y posible legado a las generaciones venideras en la conservación y protección del medio ambiente sabiendo que no es un asunto del presente, sino que es una problemática histórica que tarde o temprano iba a ser evidente.