Esta pandemia debería servirnos para entender que el mundo, nuestro país incluido, no puede seguir funcionando como hasta hace poco lo hacía.
La solución no es un cambio de sistema político sino una transformación total de mentalidad social, para que cada uno de nosotros haga bien lo que le corresponde desde el principio.
Con eso en mente, cabe anotar que el peor de los virus es la corrupción. Sin embargo, no solo me refiero a la relacionada con los escándalos mediáticos, sino a la de los ciudadanos que evitan pagar impuestos, compran sin factura, violan las normas y sobornan para evadir la multa, etcétera.
Siendo honestos, la corrupción está enquistada en el ser de muchos, por no decir que todos, y su expresión es más que frecuente: comprar mercancía de contrabando, descargar películas y videos piratas, buscar maneras de tumbar a los demás, sobornar para ganar contratos, robar a los empleados al no pagarles lo que corresponde, contratar profesionales con sueldos ridículos, entre otros.
Eso es inmoral, sucio e intolerable. No obstante, el caso de los medios de comunicación merece capítulo aparte: periodistas que venden su consciencia para defender al que les paga y atacar al que no; medios que defienden o atacan al gobierno de turno dependiendo de qué tanto los favorecen con contratos multimillonarios y pauta estatal... Eso, señores, es prostitución profesional, de la más indignante, por cierto.
¿Acaso creen que los ciudadanos no nos damos cuenta? Ya es hora de acabar con esa sucia manera de hacer periodismo. Una buena manera de empezar a demostrar su compromiso con la ciudadanía sería desnudar las verdades que están a la vista de todos. Por ejemplo, ¿les parece muy normal que en este país los ricos sean los políticos y los narcos? Y no me digan que nadie lo sabe, que es difícil descubrirlo y que no hay investigaciones al respecto. Todo el país sabe que ellos poseen lujosas propiedades de miles de millones de pesos y que viven como si se hubieran ganado el baloto.
Es increíble que ninguno de los que se ufana de tener “olfato periodístico” y de ser excelentes investigadores se le hace raro que funcionarios públicos, militares, policías y políticos, que no devengan salarios de más de treinta millones, posean propiedades costosas e inversiones multimillonarias, sin olvidar que todos, sin excepción, tienen a sus hijos estudiando en el exterior (a un costo mensual que excede por mucho sus ingresos). ¡Qué vergüenza!
¿Acaso, señores periodistas, su función no es investigar y denunciar? ¿Habrá necesidad de hacerles una lista de nombres de funcionarios y políticos vulgarmente ricos, cuya fortuna no aguanta una simple operación matemática y mucho menos una revisión contable y fiscal de su fortuna? Si les queda grande, se la podemos hacer para que inicien sus averiguaciones.
Un país donde los ricos son los políticos, banqueros, narcos y periodistas, y no los empresarios honestos y los que todos los días trabajan de sol a sol, está enfermo y no tiene futuro. ¿No son ustedes los llamados a ser el faro moral de la sociedad? ¿Qué carajo están haciendo, que no le ponen el dedo en la llaga a todo lo que tenemos a la vista?
Si ustedes y todos nosotros no cambiamos, esta crisis y los sacrificios de los ciudadanos no habrán servido de nada. La prensa y los periodistas tienen una deuda moral gigantesca, que ya es hora de empezar a pagar por el bien de todos. Si de verdad queremos cambiar esto y dejar los discursos vacíos, la carreta politiquera y las “investigaciones exhaustivas”, hay que tomar medidas.